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Opinión

“Antropofagia cadavérica”: absurdo idiomático

Rigoberto Guadamuz Monge*

A finales del pasado mes de enero, una mujer embarazada fue encontrada muerta en Moravia, San José, y su cuerpo, además de quemado por sus asesinos, también fue comido por algún animal silvestre. Un portavoz del Organismo de Investigación Judicial, comunicó a los distintos medios que estaban presentes que, aparte del asesinato (digo mejor un femicidio, trocó luego en un feminicidio), era un caso de antropofagia (nunca citó esto de cadavérica). Ante tal desajuste lingüístico, hice una crítica que luego fue respondida por la Oficina de Prensa de ese organismo de investigación, donde se hace referencia a que el término “antropofagia cadavérica” (ya no solo antropofagia), tiene cabida a nivel mundial para referirse a la destrucción de un cuerpo humano ora por animales, ora por insectos.

Por estar inmerso en asuntos del español científico, además de ser leídos mis comentarios en todo el orbe, no puedo compartir el criterio de a “nivel mundial” de un absurdo idiomático como esto de “antropofagia cadavérica”. En el OIJ, con frecuencia utilizan muchos términos incorrectos por medio de su vocería, tales como “cuerpo muerto”, “decomisar drogas o armas” en lugar de incautar o incautarse y otros que no anotaré para no hacer muy tedioso este comentario. La Academia española de la Lengua indica con toda claridad que un “cuerpo” es o son los despojos de la persona que no tiene vida; entonces, todo “cuerpo” es siempre una persona fallecida. Por tal razón, decir “el cuerpo muerto de una persona”, es un atropello al uso correcto del idioma.

Se conoce como antropofagia a la acción o a la costumbre de comer carne humana; es lo mismo que canibalismo. Como le hice referencia en mi respuesta oportuna a los encargados de Prensa de este organismo, los términos científicos se acuñan con base en el griego clásico y el latín, para darle un carácter internacional. El solo hecho de citar “antropofagia”, por simple lógica y etimológica se entiende y sobrentiende que el agente animal, sea este un carnívoro o un insecto, un omnívoro, etc., primero debe “convertir en cadáver” la presa, para poder tener el control absoluto. Nadie en este mundo pondría en duda que al depredador o el consumidor de la carne fresca o de la carroña o carne podrida esté en capacidad de tragarse viva a su presa medianamente grande; primero debe estar cadavérica...

Para proceder a convertir la presa humana en cadáver, el animal victimario u homicida puede quitarle la vida por muchos medios, tales como el ahogamiento en agua, ahogamiento por sofocamiento, veneno o, por asalto para descogotarlo [quebrarle la cerviz]. También, atacarlo a dentelladas, mutilarlo y lograr desangrarlo, aun estando vivo, hasta desfallecer, etc. 

He aquí el porqué, para poder comenzar el consumo de la presa, prima la plena indefensión provocada con la finalidad del destrozo, la ingurgitación o engullición, etc. No creo que exista en la naturaleza un solo animal de mar, de tierra o volátil, que sea tan tonto de intentar siquiera tragarse un humano aún estando vivo; mejor que esté ya cadáver.

De la simple explicación que llevo hasta aquí es muy fácil sacar en claro que la antropofagia se da y dará siempre en un cadáver, que en mucho facilita el accionar y tranquilidad del depredador o simple consumidor de los restos de un humano que no presenta resistencia. Cosa contraria podríamos denominar como “antropofagia no cadavérica”, a los animales que, por vivir sobre el huésped, se conocen como exoparásitos, epiparásitos y ectoparásitos; es decir, los parásitos que viven de la sangre de los animales o de sus escamas en la piel, en este caso que explico, el humano. Sin embargo, en su calidad de antropófilo (que prefiere atacar a los humanos, digamos que por su sangre), generalmente no tiene la intención de matar a su huésped sino vivir a expensas de éste.

Así de claro y de simple este asunto del absurdo idiomático y científico de “antropofagia cadavérica” que, si bien reconozco, es de uso común en el campo forense e investigativo, hay que tener criterio lingüístico para no repetir lo que alguien por ahí inventó sin conocer mucho o nada del uso correcto del griego clásico, el tardío, o del mismo latín. Para simplificar mi tesis o ponencia, decir “antropofagia cadavérica” es un insoportable absurdo idiomático. Y lo es tanto así porque toda antropofagia se ejecuta a expensas del cuerpo del humano que ya no tiene vida. A esto último de “sin vida” es justamente lo que se conoce como un cadáver, un cuerpo (sobra decir que sin vida), los restos mortales, despojos, etc.

Y la palabra que incomodó a los señores del OIJ es que mencioné que se debe decir necrofagia al acto de comerse el animal un cuerpo sin existir esfuerzo de caza, tal como se estila en Biología. 

Al fin de cuentas, y para quedar todos ilustrados, es incorrecto decir esto de “antropofagia cadavérica” porque ningún animal se alimenta de la presa humana entera; primero, cadáver por las explicaciones dadas hoy por mí. Además, al animal vertebrado o invertebrado que ataca la carne de un cuerpo humano se le denomina como necrófago, cadaverino, carroñero, según el estadio de descomposición o no. Y en el caso de las moscas, que se posan en la carne y que tanto les sirven a los forenses para determinar la hora de la muerte de una persona, se les conoce como necróforos, por ser los que ponen sus huevos en la carne para iniciar o acelerar la putrefacción y alimentarse.

Como quiera que sea o es este asunto, desde mi óptica lingüística, la antropofagia se debe dar entre humanos. Un animal que se coma a un humano es una simple situación entre animales, al fin de cuentas. Digo mejor, un acto de necrofagia, donde con “nekros”, en griego clásico, significa cadáver.

 

*Etimólogo y lexicógrafo

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Sábado 02 Marzo, 2019

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