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Opinión

“Tengo un sueño”

Editorial

A finales de agosto de 1963 un hombre valiente no dudó en pararse frente a las masas para exigir igualdad, clamar por los derechos humanos y recriminar las acciones de odio que por siglos replicaba su nación. 

Hacer eso en aquellos tiempos no era sencillo y menos cuando analizamos que aquel era un joven, con apenas 35 años, evangelizador negro. 

Muchos pensaron que reunir a cientos de miles de personas alrededor del Monumento a Lincoln en Washington sería una utopía, pero lo sucedido ese día superó la realidad. La Marcha por el Trabajo y la Libertad mostró una cara distinta de los Estados Unidos. 

Hace 55 años el vehemente Martin Luther King rompió los esquemas y en un discurso que será recordado por la humanidad despedazó la esclavitud. 

“I have a dream”, traducido al español “Tengo un sueño”, movió las fibras más sensibles de la sociedad, era la aclamación directa de más de 200.000 personas blancas y negras, de diferentes credos religiosos, contra el abuso y la muerte.

La marcha marcó un antes y un después para los afrodescendientes en ese inmenso país, ayudó a la aprobación de la Ley de los Derechos Civiles (1964) y la Ley del Derecho al Voto (1965). Los pasos hacia la validación de todos los derechos fueron agigantados a partir de ese momento, pero dejarían más dolor, demostrando que la discriminación no permite cosechar nada bueno.

Luther King no se detuvo, esa actividad del 28 de agosto fue apenas el comienzo de una gran lucha que hasta fue adversada por miembros de la comunidad afroamericana, que fue tildada de farsante y oportunista.

Un año más tarde el pastor bautista mereció el Premio Nobel la Paz, justo en 1964. 

Era inevitable no reconocer su esfuerzo por cambiar la triste historia de la población negra en los Estados Unidos. 

Pero también fue víctima de violencia en carne propia. En 1958 Izola Ware Curry, de 42 años, lo apuñaló mientras firmaba autógrafos de su primer libro, Stride Toward Freedom: The Montgomery Story, en Nueva York. 

En 1962 lo arrestaron en la ciudad de Albany (Georgia) y lo encarcelaron dos semanas.

Siempre se mantuvo al pie del cañón. 

Este activista de los derechos humanos hizo fuerte oposición a la Guerra de Vietnam y la pobreza, terminó siendo asesinado en 1968 de un balazo en la garganta cuando estaba apostado en el balcón de un motel en Memphis, Tennessee, mientras participaba en una protesta de basureros. Un blanco fue el perpetrador. 

Tras su muerte los médicos forenses determinaron que su corazón sufrió un estrés severo después de 13 años de trabajo intenso por los derechos humanos, no solo de su pueblo, sino del orbe entero. 

55 años más tarde, si bien las luchas racistas terminaron en la mayor parte del mundo, la violencia más que nunca permea las sociedades y se cobra vidas de inocentes.

Los conflictos religiosos y políticos no dan tregua y en nombre de la espiritualidad miles acaban muertos, desplazados y refugiados. La huida se convierte en la única forma de sobrevivir, tan desgraciada que les hace renunciar a lo más autóctono. La falta de paz y la sed de solidaridad los estrangula.

La violencia de género también sigue generando batallas cruentas y despiadadas.

Aquellas escenas de enfrentamientos callejeros, de debate público y polémica entre blancos y negros, parecen quedar en el pasado, sin embargo el poder político continúa manejando a su antojo las diferencias para llevar al extremo y poner a prueba al despiadado ser humano. 

Nada justifica la violencia y así lo dijo el pastor Luther King Jr., quien a capa y espada defendió a los desposeídos, aunque esto implicara ser detenido en numerosas ocasiones y golpeado cruelmente por la policía de su estado. 

La brutalidad no opacó el sentimiento de libertad, no lapidó el orgullo de verse con la piel oscura y menos emancipó la verdadera lucha por la igualdad.

Cómo hacen falta hoy hombres como Martin Luther King, quien sin mediar violencia logró reformas legales, pero ante todo sociales.

Con el amor y la solidaridad les dio una lección al abuso y la discriminación. Junto con palabras elocuentes y firmes conquistó el estandarte de la libertad. 

Hoy más que nunca las diferencias se ganan en medio de balas, ataques masivos y masacres.

Las protestas de paz acaban siendo para muchos una forma de vida inaceptable, impensable; el diálogo es un asunto de otros tiempos, el amor algo banal y la solidaridad desconocida.

El mundo no quiere ceder ante el maltrato y la indiferencia. 

Se necesitan muchos Luther King con grandes sueños y que en medio de tanta indiferencia puedan reclamar justicia e igualdad.

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Sábado 25 Agosto, 2018

HORA: 12:00 AM

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