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Opinión

Incorporación del Partido de Nicoya a Costa Rica: La verdadera celebración

Alonso Rodríguez Chaves*

Desde que se tenga cuenta de la existencia del ser humano en sociedad, los colectivos han tenido la necesidad de crear y  consolidar lazos que unan a los miembros de su comunidad. Así resulta inherente el reforzamiento del conjunto de aspectos culturales que brinden significado y cohesión, máxime aquellos que evocan pertenencia alrededor de factores comunes, convicciones, fidelidades y solidaridades. 

Dentro de esa lógica, la comunidad que se ha inventado requiere que aquellos símbolos y rituales que la caracterizan estén siendo constantemente representados y reproducidos, ya que esto refuerza los vínculos identitarios y las nociones de incompatibilidad respecto a otros grupos. En consecuencia, toda expresión identitaria ayuda a evocar el espíritu cohesionador, lo que da sustento ideológico a la existencia y unidad de proyectos nacionales o regionales. 

De conformidad con esas primicias, conceptos relacionados con la identidad de los pueblos resulta de suma importancia considerarlos en el marco de la celebración de la incorporación del Partido de Nicoya a Costa Rica en 1824, pues si bien tienden a afirmar y resaltar los atributos del colectivo guanacasteco, también nos ayudan a entender, como parte del colectivo costarricense, que la incorporación y pertenencia en este caso, no solo se trata de un conjunto de prácticas en que se participa y se reproduce una comunidad específica, sino también por las relaciones establecidas con los “otros”. 

Por consiguiente, en el marco del 193 aniversario de la incorporación del Partido de Nicoya debe prevalecer la idea loable y justa de favorecer y difundir el patrimonio cultural y natural de Guanacaste como símbolos identitarios de incuestionable valor, teniendo  claro el papel protagónico y significativo que tiene la provincia en el conjunto nacional costarricense y viceversa. 

Sin duda el  binomio y maridaje inseparable del Partido de Nicoya y Costa Rica, además de bailes y desfiles, debe dar  cabida a espacios de reflexión, que incluyan e inviten a todos los sectores de la provincia y vida nacional a atender y reaccionar de manera eficaz a las aspiraciones y problemas comunes que afrontan y aquejan a las poblaciones guanacastecas. 

Históricamente desasistida por los idearios hegemónicos, la provincia no puede continuar escuchando ni discursos exacerbados ni la tediosa perorata de políticos de turno, que solo por ese día se acuerdan de la provincia, y que hacen promesas y alardes demagógicos del trabajo que les corresponde realizar y por el que reciben paga. 

No puede haber plena incorporación, cuando la injusticia persiste en las relaciones y se encuentran en completa desigualdad. Por lo tanto, no es difícil comprender que tal igualdad no existe cuando nos encontramos con una provincia vilmente amenazada por la omisión, miseria, delincuencia, falta de oportunidades y cercada por las arrogancias paradigmáticas centradas en modas que supeditan el desarrollo integral a favor del pragmatismo del crecimiento económico.

Con ese espíritu, el 25 de julio debe sobrepasar la cursilería,  la perorata y los a veces… meros rituales sin sentido. 

 

*Director Cátedra 

de Historia, UNED.

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Martes 08 Agosto, 2017

HORA: 12:00 AM

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