El fácil mundo del vivillo
Jaime Hernández*
En el mundo del vivillo todo es más fácil. Gana la vuelta con astucia. Un poco desvergonzado y otro tanto pueril. Les cuento esto porque lo vi actuar recientemente en mi clase.
No iba mucho y tampoco explicaba sus razones. Yo tomaba nota de sus obligaciones, o su falta de cumplimiento, y el promedio le bajaba conforme pasaba el período de clase. Pero la universidad había ya recibido la información de que mi clase no iba al punto y que se aburría de no aprender. El astuto chico perdió el curso por mi culpa. Y a la entrega de promedios el único sorprendido de que reprobara fui yo. Pobre muchacho. La dirección me informa de la disconformidad del estudiante con la nota obtenida y que lo mejor para todos es que yo le de una oportunidad. Así cree salirse con la suya. ¿Lo reconocen? Claro. Es el mismo tipo que entra al tren, se sienta en los asientos reservados para personas especiales e inmediatamente se hace el dormido. ¿Quién lo despierta? Pues ahí va la señora con el bebé de pie. Sí. Es ese que se salta toda la fila por la derecha y ¡listo! Se mete sin pedir campo ocho carros adelante.
Nuestro personaje va por la vida sin ninguna responsabilidad social. Salta, brinca y sonríe, como Bugs Bunny a la tica, y ya, se volvió a saltar el procedimiento. ¿Parqueo para personas con discapacidad? ¡Ja! Ya encontró donde estacionarse. ¿Leer cuatro capítulos para el miércoles? Saluda a Fulanita radiante y consigue copia del resumen. ¿Trabajo en grupo? Él lo imprime. Por supuesto, si es que al tonto ni dios lo quiere. Risa encantadora y va por un café. ¿Fila en el EBAIS? Jamás. Entra con los de la tercera edad y las mujeres embarazadas y “pero si yo estaba aquí desde temprano” y ¿quién lo saca de ahí? Gran actor, se enferma gravemente los días de partido de la sele. Algo en el estómago. Nadie querrá entrar en detalles.
Revisemos su historia: “a mi hijo no le gusta que la teacher le deje tanta tarea”, “mire, esta materia no es tan importante y está retrasando el futuro de Ernestito – bauticémoslo así – y va a tener que presentar en febrero por tres puntillos”, “no, Ernestito no quiso ser irrespetuoso con el compañerito, es que venía viendo su laptop y sin querer le botó la merienda”. Y ahí va nuestro Ernestito ganándole a todos porque sí, pobrecito. Un poco con química propia y otra tanta heredada, así va nuestro personaje por el mundo, por el camino fácil desde siempre.
No, no es que haya luchado en un ambiente adverso y se fue haciendo así, porque esa es otra historia de la que nos podríamos ocupar más adelante: el individuo con carro de modelo viejo sin placa ni RITEVE, sin licencia, sin más estudios que el tercer grado, con dos pensiones alimentarias y sin trabajo fijo que, cuando nos vuelve a ver en carretera sabemos que lo mejor es dejarlo pasar si sabemos lo que hacemos. No, no, no. Ernestito tiene buen carro, linda ropa y conoce Disneyworld. Ernestito hasta habla inglés. Ernestito sonríe con ortodoncia incluida. Ernestito es diferente porque así se lo han hecho saber. Porque se lo merece, pobrecito. “Porque no importa saltarse las reglas, m´hijito, lo importante es que seás feliz siempre y que tu sonrisa ilumine Centroamérica, amorcito.”
Pues todo esto es para contarles que la universidad me solicita amablemente y sin compromiso alguno, don Jaime, que le de una oportunidad a Ernestito. Es que él cree que su curso no es riguroso y se aburría mucho. Usted sabe que es un muchacho inteligente y que a veces pierde el norte. Haga como quiera, don Jaime, pero ¿quiénes somos nosotros en esta universidad para juzgar tan duramente a ese muchacho? Así nos garantizamos que él siga estudiando, ¿me comprende?
Y todo esto no es más que mi propio “ser o no ser” frente al fenómeno Ernestito. ¿Qué me dicen? ¿Le damos otro empujón para adelante a nuestro personaje de hoy? Sí. En esas estoy. Pensándolo. Y desde el fondo del pasillo Ernestito mueve su mano en señal de saludo y yo con estas dudas.
*Director y profesor de teatro.
