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Opinión

Empleo público en Costa Rica: Escenario de gran conflicto social

Sergio Salazar

En los últimos meses se ha acrecentado las discusiones sobre el empleo público en Costa Rica. Las aristas de los abordajes seguirán siendo diversas. No obstante pareciera que los focos político y legal regirán las condiciones de los análisis a futuro.

Dicho marco de análisis, definido con más fuerza por la coyuntura de las finanzas públicas del país, ha considerado los derechos adquiridos, los beneficios, las brechas y otros aspectos que han tendido a polarizar nuestra clase trabajadora. Los ataques fuertes y la fuerte defensa de las condiciones laborales proyectan escenarios de gran conflicto social para el país a futuro. 

No obstante lo anterior, es importante considerar en el foco de dichas discusiones las formas y los aportes que dicho empleo público (así, general) provocan como resultados, impactos o efectos entre sus poblaciones meta, beneficiarios, o usuarios (así, en específico, para visualizarlos).

El presente artículo no busca profundizar sobre el entorno legal y el futuro de las condiciones laborares. Simplemente busca aportar algunos elementos estratégicos sobre la forma como ese empleo público pudiera incrementar su incidencia y rescatar la esencia del fin para el que fue creado. Pareciera que en el devenir de los tiempos se está constituyendo un fin en sí mismo perdiéndose el norte.

En efecto. El aparato público costarricense ha surgido a lo largo de nuestra vida republicana como una respuesta para la satisfacción de las demandas de la población. Dichas demandas han sido colectivas y por ello existen instituciones que atienden sectores organizados. No obstante, las demandas también han sido individuales, donde las personas acuden para ser atendidas.

En los diversos escenarios de discusión no se ha tocado a profundidad tres temas que al parecer son medulares. Ellos son: ¿Qué cambiar?, ¿Hacia dónde cambiar? y ¿Cómo lograr el cambio? Brevemente desarrollaremos algunas ideas en cada caso.

El primer elemento es ¿Qué cambiar? y eso es un problema de paradigma.

 En general, las políticas, los procedimientos y las metodologías que guían el empleo público deben ser mejorados. Podemos decir que hay elementos de paradigma que deben tratarse a profundidad en este punto.

El paradigma de planificación y el de ejecución son de corto plazo, parciales, en muchos casos desvinculados de las necesidades reales de las personas. Por consiguiente, las mejoras propuestas son insuficientes, con pocos o nulos resultados que a mediano o largo plazo se evaporan. Ello trae consigo la recurrente movilización de usuarios solicitando medidas más integrales, que atiendan sus necesidades nuevamente. 

Así concebido, el paradigma actual es una camisa de fuerza que establece condiciones para medir qué hago, no qué cambio. Y la verdad es que nuestra realidad requiere cambios.

Ese paradigma debe volcarse hacia los análisis sistémicos y por consiguiente hacia soluciones integrales. Apostar a medir desempeño sin considerar los cambios entre la población meta es uno de los vacíos más grandes en administración, pública o privada.

 El segundo elemento es ¿Hacia dónde cambiar? y es un problema de enfoque.

El enfoque utilizado actualmente es hacia adentro. Busca demostrar las acciones realizadas, los presupuestos ejecutados, pero no necesariamente los cambios generados. 

El enfoque de la administración debe volcarse totalmente hacia resultados, hacia cambios, hacia la población meta. No puede quedarse exclusivamente en procesos, no puede ser un enfoque en sí mismo. 

Los indicadores de procesos son relevantes para determinar las características de cómo se brindan los servicios, para conocer la eficiencia en la concreción de objetivos, pero no pueden ser los únicos indicadores de medición del desempeño.

Las necesidades de la población meta deben ser el insumo de la planificación institucional. Esas necesidades activan los estudios de líneas de base de los cambios que se desea generar y los presupuestos deben ser el medio para alcanzar esos cambios. Pensar en líneas de base tomando en consideración los indicadores de procesos de los departamentos deja por fuera a los usuarios, razón de ser del aparato público, y con ello, sus requerimientos.

El tercer elemento es ¿Cómo lograr el cambio?, siendo un asunto de cultura organizacional y capacitación. Apuntar hacia el cambio de una situación y saber hacia dónde se desea llevar esa situación son condiciones necesarias, pero no suficientes para lograr el éxito.

En muchos departamentos e instituciones públicas la inercia o la costumbre son los insumos de la planificación. Se hacen las cosas de determinada manera porque siempre se han realizado así, sin considerar necesariamente la población meta, razón de ser de cada institución pública.

El tema de la cultura debe ser tratado generando cambios estratégicos en las formas de abordar la planificación y la ejecución. En ese marco laboral los jefes, los gerentes, los directores tienen un rol fundamental para ir introduciendo cambios oportunos en el paradigma y el enfoque, visualizando cada vez más las necesidades de la población.

Adicionalmente la capacitación debe procurar que las herramientas, los procesos, los procedimientos, la planificación y la ejecución de actividades sean mejorados, procurando ser medios que faciliten el acercamiento de las instituciones con sus usuarios. En ese contexto, la introducción de actividades de seguimiento y evaluación son esenciales para cerrar el círculo virtuoso de una planificación enfocada a la población meta, no hacia la institución como un fin en sí mismo.

Beneficios. Las sugerencias anteriormente descritas tienen por objetivo aprovechar la cantidad importante de funcionarios bien capacitados que laboran para el sector público, al margen de las discusiones que actualmente existen en torno a ese sector. Ello traería muchos beneficios en nuestro país, porque estaríamos apostando a acciones de más largo plazo, más de impacto, donde las personas y los sectores a atender se transforman en insumos primordiales de la planificación.

El reto es exigente pero no imposible. Los cambios son paulatinos pero necesarios. Es conocido que muchas instituciones ya están apostando por los cambios indicados. 

La sinergia, la integración, la suma de actores en proyectos conjuntos tiene más fuerza que los esfuerzos aislados. Apostar a un cambio de paradigma es potenciar el aparato estatal, y de no hacerlo, estaríamos desaprovechando la riqueza institucional que por década hemos construido como sociedad.

 

*Sociólogo, especialista en proyectos de desarrollo, funcionario del Infocoop.

 

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Martes 20 Diciembre, 2016

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