María, Óscar y Jaime en nuestras luchas
Mauricio Álvarez M.*
Han pasado ya 7.665 madrugadas desde aquella tan fría de 1994, cuando murieron tres ecologistas en un incendio, nada accidental, pero que al día de hoy tampoco ha sido reconocido como delito.
No puedo explicar cómo de casualidad estuve ahí ese día, cómo tampoco puedo discernir bien entre las imágenes sepia de ese recuerdo que se confunde ya con otras escenas de horror y represión, como la masacre de la Embajada de España en Guatemala, donde murieron quemados decenas de compañeras y compañeros del Comité de Unidad Campesina en 1980.
Persisten impregnadas en mi memoria y en mis lagrimales la imagen y olor de sus cuerpos pasando dentro de bolsas negras. Habitan la esquina arrugada de mi corazón, pero Óscar Fallas, Jaime Bustamante y María del Mar Cordero, fueron seres con mucha luz y solidaridad como todos los pueblos y realidades que vivieron y gracias a esa luz mi última imagen no es de desolación, es de alegría, es de sonrisas: una grande y abundante de María, otra que terminaba de achinar a Jaime y lo dejaba siempre joven y la bondadosa y honrosa de Óscar.
Los vientos alisios traen recuerdos a los huesos y la piel presiente que puede ser el pasado, sin embargo los años han transcurrido y el dolor se ha transformado y la lucha ha seguido dando frutos que superan los intentos de represión y la desesperanza; ya creció una nueva generación de activistas ecologistas y muchas causas se han ganado.
Si no hubo industrialización y destrucción del Golfo Dulce y expansión del odioso y devastador monocultivo de melina en Osa tiene que ver directamente con el trabajo de aquellas tres sonrisas. Que hoy no exista minería o exploración petrolera ha sido un logro impulsado por su inspiración y las bases que ellos crearon. Si hoy hay un gran protagonismo de comunidades en la acción ecologista tiene que ver con su contribución a un modelo de trabajo que apostó por una alianza popular ecologista con participación comunitaria.
Hoy, el recuerdo de su legado lleno de sonrisas, contrasta con la falta de esperanza en las negociaciones por el cambio climático en París, y si el mundo celebra una Costa Rica verde con la torre Eiffel diciendo “pura vida”.
Si somos un ejemplo para el orbe es por el trabajo de las comunidades que han estado en pie de lucha y propuesta, soñando y empujando, es por esas y esos 11 ecologistas que han dado la vida en nuestro país para que, a pesar de todas esas contradicciones que vivimos en materia ambiental, este rincón en el planeta pueda seguir siendo un ejemplo para crear otro mundo mejor.
*Presidente FECON.
