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Opinión

¿Crisis de liderazgo político?

Tonatiuh Solano Herrera / [email protected]

Cada vez es más frecuente escuchar o apuntar en las conversaciones en familia, entre amigos o colegas, así como en programas de opinión, frases que conllevan a la aparente irremediable afirmación de que carecemos de líderes políticos para asumir determinados cargos de elección popular o en la conducción de las distintas esferas de la política nacional.

 

En dichos espacios, tendemos a esbozar una lista imaginaria de partidos políticos, cargos o ámbitos en disputa y eventuales figuras de renombre para ocuparlos, la cual, en el imaginario colectivo del costarricense es cada vez más acotada y restringida, llegando a la poca satisfactoria conclusión de que “si no es Fulanito o Menganita, no veo a nadie más”. Por si fuera poco, la siguiente conclusión generalizada es que “y para el futuro quién sabe qué vamos (van) a hacer”. 

 

Lo anterior nos lleva a plantearnos la interrogante de si realmente atravesamos una crisis de liderazgo político o si el fenómeno es más amplio y estructural de lo que en primera instancia podemos apreciar. 

 

Un primer aspecto que resulta de especial importancia para el análisis es el fenómeno del transfuguismo político, entendido como aquella forma de comportamiento en la que una persona representante, militante o simpatizante abandona la formación política en la que se encontraba para pasar a engrosar las filas de otra, o bien, crear una nueva. 

 

Cuando se profundiza en las causas de tal decisión, la mayoría de quienes optan por este cambio, generalmente apuntan a los mismos factores: falta de oportunidades de crecimiento en la organización y falta de sentido de pertenencia, aún y cuando su interés en los temas nacionales es evidente, puesto que toman la decisión de salir de una organización, para formar parte de otra y así intentar materializar sus proyectos políticos. Eso sí, este fenómeno no solo se presenta por los factores antes aducidos, pues estamos claros que también se presenta en quienes intentan a toda costa ver alimentadas sus ambiciones, las cuales no se inscriben en ningún proyecto colectivo y están directamente enfocadas a una agenda netamente personalista. 

 

El siguiente aspecto, directamente interrelacionado con el anterior, es la creación, consolidación y defensa de “feudos” o “cacicazgos” que aspiran a la perpetuidad e incuestionabilidad de quienes, en dichas estructuras políticas, los encabezan. 

 

Estos nichos de poder son prácticamente impenetrables, pues quienes los dominan abren la puerta en contadas excepciones por motivos de herencia, interés personal o falsa ilusión de remozamiento. 

 

Llegados a este punto resulta imprescindible una aclaración. De ninguna manera se pretende cuestionar el liderazgo y la trayectoria de quienes con sobrada experiencia, idoneidad, honradez, transparencia y apertura han dedicado su vida profesional al correcto ejercicio en la función pública y la militancia política de manera íntegra, visionaria y proactiva. 

 

Precisamente quien cumpla con las características que le definan en su condición de líder, debe ser consciente que un buen líder fomenta nuevos liderazgos, pues confía en su capacidad y no se aferra a monopolizar nichos de poder. Pues aunque existan personas con condiciones innatas para el ejercicio del liderazgo, este también se aprende, se desarrolla y se potencia a lo largo de una vida puesta a prueba con distintos retos y desafíos en diversos ámbitos de responsabilidad en la esfera pública. 

 

Estos nuevos liderazgos, no dependen necesariamente de cuestiones relacionadas con la edad. Tampoco se trata de dejar a la libre la conducción de ámbitos de especial relevancia, pues el trabajo sistemático y la habilidad de demostrar idoneidad son fundamentales en los procesos. Dependen de factores asociados con la personalidad, la formación, la actitud y visión para resolver las dificultades que se presentan en el camino; la capacidad de tomar decisiones, negociar y buscar consensos, escuchando, analizando y proponiendo, en un marco de estudio constante, honradez, prudencia, mesura, coherencia, firmeza y consistencia.

 

Los liderazgos que vale la pena potenciar y de los que están llenas nuestras comunidades, partidos políticos y organizaciones, son aquellos capaces de convertir las adversidades en motivaciones para continuar luchas por un país cada vez más democrático, justo, inclusivo, equitativo, solidario y desarrollado, generando empatía con el colectivo social a quien se representa o se pretenda representar. 

 

De tal manera, la aparente crisis no es por falta de liderazgos, sino por carencia de oportunidades de desarrollo a lo interno de las estructuras políticas para potenciar a quienes vienen luchando por espacios y atravesando adversidades en procura de un remozamiento que tenga como norte el bienestar general, la dinamización, eficiencia y eficacia en los espacios de toma de decisiones en el futuro. 

 

Las organizaciones políticas al ser elementos vivos de la esfera social no están exentas de la posibilidad de renacer, como tampoco lo están de fenecer víctimas de la inacción y el atrincheramiento de quienes las dirigen. 

 

*Politólogo

 

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Jueves 15 Octubre, 2015

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