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Opinión

Según creo

Vi este nombre de lex mercatoria, tan apropiado para describir nuestro paradigma, aplicado a la creencia en que el mercado asigna mejor los recursos; una fe que inspira al capitalismo salvaje, peor que la creencia en el becerro de oro, y que tiene la culpa de todas las calamidades que nos afligen ahora en medio de la crisis insuperable que provocó. ¡Es curioso cómo la especie humana pone siempre todos sus huevos en un solo canasto!: es el cristianismo, es el Islam, es la dialéctica histórica. Es el mercado, el becerro de oro: ya lo tenemos resuelto, y es siempre inmejorable.


La lex mercatoria es especialmente absurda, porque la violan constantemente sus mismos proponentes. Nada hay más intrusivo en el Estado que la puerta giratoria de los grandes capitalistas que consiguen siempre privilegios del Estado que administran: sea el salvataje, la desregulación, o el TLC y la propiedad intelectual.


Es la ayuda del Estado omnipresente que les garantiza sus privilegios. Y estos capitalistas proponen su desaparición como un mal, lo que sin duda es, por culpa de su intromisión, la única justificación para la existencia del Estado es su papel de protector del bien común. No tiene ningún sentido tener un Estado dedicado a la protección de la pequeña minoría que detenta la riqueza. Y es asombroso que la especie humana haya llegado a una situación en que un pueblo cada vez más pobre y marginado elige gustosamente al gobierno que lo va a estrujar más. Pero habrá un show down, y será doloroso.

 

He visto recientemente la pregunta de si es posible que una sociedad se administre de la mejor manera posible siguiendo los intereses egoístas de sus miembros, como propuso Adam Smith con la mano invisible, y como sigue proponiendo la lex mercatoria. Pero no es una pregunta pertinente, porque la mano invisible no es otra cosa que la retroalimentación que usa la homeostasis en la naturaleza como medio de tranzar la diferencias y conservar el equilibrio. Y es eficaz. 

 

El problema es que esa retroalimentación no es posible cuando unos individuos tienen ventaja: sea porque por su dinero disponen de una puerta giratoria, o de una ley que les da los recursos que son de todos y les permite dilapidarlos, o la propiedad intelectual. No se necesitan altas matemáticas para probar esto como hizo Stiglitz: es autoevidente. La falla flagrante de la lex mercatoria.

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Martes 27 Mayo, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: José Calvo

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