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Opinión

Un ser singular

Me refiero especialmente a la pareja de esposos, pero también se puede aplicar a una convivencia más abierta de amor y amistad en la que ha de darse la singularidad de cada quien, pues, como lo advierte el padre Larrañaga, “nunca sucederá que los dos sean uno por muy bella y reiterada que sea esta expresión, porque el amor es unificante, pero no identificante”.


Es decir, que el amor entre las personas mueve a estrechar unas relaciones cada vez más anchas e íntimas, pero sin fusionarse, sin perderse el uno en el otro o la otra. Siempre se dará que él es él y ella, ella.


Destaco esta observación de nuestro autor: “El ser humano es como una criatura que se balancea entre dos abismos: la necesidad de ser él mismo y la necesidad de ser para el otro. Esencialmente mismidad y esencialmente relación”.


Esto, aplicado especialmente al matrimonio, significa que “el otro cónyuge tiene que ser un yo indiferenciado e inefable”. Y, en general, “los demás no son, pues, otro sino un tú”. Y concluye puntualizando que “en mi relación con un tú, yo tengo que ser simultáneamente oposición e integración”. Consecuentemente “en una buena relación matrimonial tiene que haber primeramente una oposición, es decir, yo tengo que relacionarme siendo yo mismo”.


A todo ello se opone la absorción de uno en el otro, la anulación del yo y el tú, la destrucción de la individualidad. La manifestación externa en la relación -tratándose de los cónyuges- en la que el uno domina a la otra o, al revés, lo que constituye, a todas luces, una lamentable enfermedad, origen de innumerables males.


Lo esencial del ser humano es ser persona. De ahí deriva todo en la relación del individuo con los demás, sus derechos y obligaciones, precisamente como individualidad.


El padre Larrañaga se pregunta, a propósito: “¿Quién soy? ¿Cuál es el proyecto de mi vida? ¿Cuáles son los compromisos que sostienen en alto ese proyecto? ¿Soy consecuente con esos compromisos y conmigo mismo? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Para qué estoy en este mundo?”. Mi amigo, a hacerse esas mismas preguntas.


Como verá, la respuesta global equivale a ser uno mismo. Es decir, ser auténtico, coherente entre lo que se siente, piensa, habla y hace.


Atención a esta conclusión: “Las tareas primordiales de la singularidad humana son: conocerse a sí mismo, confiar en sí mismo, ser sincero consigo mismo, aceptar y amar la propia estructura de personalidad, estimar y apreciar los carismas personales, sin caer en el narcisismo, sentirse contento y feliz de ser como se es. En suma, hacerse amigo de sí mismo”.


En usted está el llevar adelante todo ello. Anímese.

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Sábado 21 Diciembre, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Juan Luis Mendoza

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