Más recursos no garantizan una mejora en la educación

Editorial

Todos los años escuchamos el reclamo de que no se cumple con el 8% del Producto Interno Bruto (PIB) para la educación, pero ¿será que esto garantizaría una mejora en la calidad?

Para muestra, un botón. Un reciente informe de la Auditoria Interna del Ministerio de Educación Pública nos dice que por más de 10 años no se ha dado seguimiento a los resultados de las pruebas PISA.

Este programa de evaluación internacional de estudiantes tiene un costo que ronda los ¢480 millones cada año. No es gratis y dicha inversión hasta ahora no garantiza una mejora.

Por el contrario, los indicadores establecen que Costa Rica ha venido descendiendo en los resultados en lectura y ciencias a través del tiempo, mientras que en matemáticas se mantiene una constante, excepto el resultado de 2022.

Todo esto no es más que un reflejo de cómo destinar más dinero al sector no es sinónimo de mejorar la eficiencia del sistema educativo.

Ese es el claro ejemplo de que si bien es cierto la inversión en educación es crucial, resulta fundamental entender que simplemente aumentar el presupuesto no garantiza automáticamente una mejora en la calidad.

La clave para elevar los estándares educativos radica en una administración eficiente y estratégica de los recursos disponibles.

Uno de los problemas recurrentes es la tendencia a dejar superávits al final del año fiscal. Estos fondos no utilizados se hubieran invertido en proyectos clave, infraestructuras necesarias o en la mejora de la educación.

En lugar de acumular dinero que no se invierte en mejoras tangibles, se debería utilizar cada colón disponible para fortalecer el sistema educativo.

Además una gran parte del gasto público en educación se destina a salarios y mantenimiento, en lugar de inversión en recursos que puedan mejorar la calidad a largo plazo.

Los recursos deberían ser dirigidos a proyectos de infraestructura, desarrollo profesional de los docentes, tecnología educativa y programas de apoyo estudiantil, que son esenciales para elevar los estándares de enseñanza y aprendizaje.

La administración eficiente de los recursos implica una planificación estratégica y la implementación de políticas basadas en datos. No se trata solo de aumentar el gasto, sino de garantizar que cada inversión tenga un impacto real y positivo en el sistema.

Esto requiere una revisión exhaustiva de las políticas actuales, la identificación de áreas de mejora y la implementación de estrategias que maximicen el retorno de la inversión en educación.

La calidad educativa también se ve influenciada por la capacidad de las instituciones para adaptarse y responder a las necesidades cambiantes.

La formación continua de los educadores, la actualización de currículos y la incorporación de nuevas metodologías de enseñanza son aspectos que deben ser prioridad. Para ello es esencial que los recursos se asignen de manera que fomenten estas mejoras y no solo para cubrir costos operativos.

El desafío para Costa Rica no es simplemente aumentar el gasto en educación, sino gestionar los recursos de manera inteligente y eficaz. Solo a través de una administración prudente y orientada a la inversión estratégica se logrará una mejora significativa en la educación.

Es hora de dejar de acumular superávits y de destinar todo el dinero a gastos corrientes, y de empezar a enfocar los esfuerzos en construir un sistema educativo robusto y adaptado a las demandas del futuro.

La inversión bien dirigida será la clave para asegurar que cada colón invertido en educación produzca beneficios reales y duraderos para las generaciones venideras.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Miércoles 04 Septiembre, 2024

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