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Nacionales

Indígena aspira a lo más alto con emprendimiento de hortalizas

Saca adelante a cuatro hijos en Cabagra, Buenos Aires

Hortalizas en el vivero de la emprendedora. (Foto. Isaac Villalta)

Aunque su imagen no calza con el estereotipo de mujer indígena que muchos se han formado en el Valle Central, Floribeth Chavarría es una orgullosa bribri del territorio Cabagra, en Buenos Aires de Puntarenas, y del clan Duriwak, que significa “los que vienen de las aves”. 

Con el nombre de su poblado pasa algo parecido que con el de su clan, en el sentido poético, pues por más que en el Registro la localidad se llame Las Luisas de Cabagra, en el idioma bribri es conocido como “Konyo Ü”, que se traduce como “casa de las golondrinas”.

Con esa tradición alada a sus espaldas, no es de extrañar que los sueños de Floribeth aspiren a tocar el cielo, y hasta parece natural que su emprendimiento se llame Hortaliza “Diwo Skina”, o la siembra del Sol Naciente.

Su negocio nació hace apenas un año, pero desde entonces, poco a poco se ido consolidando como el modo de subsistencia de la joven madre de 30 años y sus cuatro hijos, y como una opción para alimentarse de forma segura y totalmente orgánica para los vecinos de Cabagra y los poblados cercanos.

“Ha sido todo un reto porque he tenido que pasar muchas dificultades, pero las he ido superando, gracias a Dios soy una mamá 4x4”, cuenta. 

Ella siembra lechuga, tomate, pepino, repollo, cebollas y culantro en un pequeño vivero que erigió con sus propias manos. Al lado, tiene un terrenito en el que produce maíz, arroz, frijoles, yuca, tiquisque, malanga y banano. 

Se trata de un emprendimiento relativamente sencillo, pero que su propietaria anhela a convertir en todo un referente de la región y, algún día, hasta transformarlo en una empresa que surta a supermercados y hasta se haga exportadora. 

Es así como, al igual que el astro que se levanta apenas acaba la noche, Diwo Skina despunta como un negocio emergente con mucho por delante.

 

A DOMICILIO

 

Por ahora Floribeth no tiene un local en donde vender sus productos, por lo que debe llevarlos hasta el hogar de sus clientes de la manera que en que puede, lo que a veces le toma varias horas solo a razón de desplazamiento.

En ocasiones se transporta a caballo y con grandes alforjas repletas a ambos costados del animal, otras veces recurre a la motocicleta de uno de sus hermanos o sencillamente viaja a pie, pero del modo en que le sea posible la emprendedora lleva las hortalizas a sus clientes todos los días, quienes agradecen no tener que recorrer las largas distancias para poder hacerse de los productos básicos.

También vende sus cosechas en el Centro Cantonal Agrícola de Buenos Aires, que está a una hora y media en bus de su localidad. Ahí llega donde los chinameros locales y les vende sus hortalizas al por mayor.

En su servicio a domicilio la contactan a la antigua, llamando por teléfono o quedando de antemano. El servicio de internet no es el mejor en el sur del país, mucho menos en las barriadas rurales separadas la una de la otra por kilómetros de lastre por el que hasta los vehículos todoterreno deben de ir a tientas si no quieren volcarse. 

“Cuando es cerca, lo que hago es que lo cargo en jaba (una especie de bolso de tela que se cuelga de la frente y se lleva a la espalda) porque me acostumbré de nosotros los indígenas”, relata Floribeth.

 

ELLA SOLA

 

El vivero fue levantado por la propia empresaria casi que de la nada, luego de años dedicada por completo a sus hijos y al cuidado de la casa, tal y como dictan las tradiciones. 

Comenta que un día de tantos no aguantó más los maltratos de los que era víctima por parte de quien fuera su pareja y decidió que era el momento de luchar sola por su felicidad y la de sus retoños. 

Fue así como, ahorrando de a pocos lo que con mucho costo podía apartar de las becas Avancemos que reciben sus hijos, pudo ir comparando uno a uno los materiales con los que erigió su recinto de plantación, así como las semillas y otros insumos necesarios para que germinen los alimentos.  

A su lado, cuenta solo con el apoyo de su madre, quien, según dice, siempre ha creído en ella. Lo demás ha sido tesón puro y el deseo de ver a sus hijos crecer con todo lo que necesitan. 

Aparte de su negocio, Floribeth está terminando el colegio, ya en undécimo año, y espera obtener su título en 2024.

Tampoco pierde la oportunidad de aprender cosas nuevas y abrir todas las puertas posibles, aunque ello signifique que deba desplazarse hasta Buenos Aires para sentarse en el parque y conectarse con su teléfono al wifi gratuito.

“Siempre me ha interesado mucho el tema del emprendimiento. He estado participando en talleres virtuales, dándome a conocer con diferentes instituciones como el Ministerio de Agricultura y Ganadería, Clubes 4-S, el Instituto Mixto de Ayuda Social”, externó. 

Aunque ella y su familia viven de las ganancias de las hortalizas y es un negocio que cada vez rinde más, todavía no resulta suficiente para depender por completo del emprendimiento y eso ella lo sabe, por lo cual agradece que sus hijos aún reciban la beca.

 

PIDE APOYO

 

Entre las principales dificultades que menciona, está el hecho de que su comunidad no cuenta con un servicio de distribución de agua potable, por lo que ella y todos sus vecinos deben caminar con baldes todos los días al río, de donde regresan cargando la pesada carga. 

Lo anterior significa un esfuerzo todavía mayor para ella, pues no solo debe recoger el vital líquido para el aseo y la cocina, sino también para regar su huerta en el vivero. 

Aparte de eso, son muchas las necesidades en Konyo Ü La Luisas y casi todas se encuentran relacionadas con la falta de acceso a servicios básicos, pese a que están reconocidos como derechos humanos. 

Las fuentes de empleo se tornan prácticamente nulas y dedicarse al agro, artesanías o comercio son las únicas opciones para un pueblo alejado de prácticamente todos los centros urbanos, que depende casi que por completo de sí mismo. 

En este escenario, le surgió la posibilidad de acceder a un capital semilla del programa Ideas Productivas, para dar un impulso a su negocio, sin embargo, complicaciones entre la burocracia estatal y la legislación sobre los territorios de los pueblos originarios le imposibilitaron finalmente obtener este financiamiento. 

“Para nosotros los indígenas hay muchas restricciones, estaba queriendo optar por una ayuda, pero no ha sido posible porque la Asociación de Desarrollo Indígena de Cabagra todavía no está consolidada y eso hace que atrasen muchas cosas”, explica.

De acuerdo con la legislación nacional, ninguna institución puede entrar a territorio indígena sin permiso de la Asociación, lo que se ha convertido en un obstáculo para acceder a los apoyos, así como para que las propias comunidades cuenten en inversión en infraestructura. 

En cuanto reciba ese apoyo, dice, lo primero que hará en ponerse un local para vender directamente sus productos, así como adquirir un vehículo para distribuirlos más rápida y cómodamente. 

“He querido desistir, he querido dejar todo botado, porque al ver que se quiere sacar un emprendimiento y no tener los fondos, no tenés un capital semilla, no tienes nada para empezar, es muy difícil”, comenta. 

Ella debe de venir constantemente hasta San José al Hospital Nacional de Niños, donde dos de sus cuatro hijos reciben control estricto debido a padecimientos que los aquejan desde el nacimiento.

PERIODISTA: William Aguilar Téllez

EMAIL: [email protected]

Jueves 05 Octubre, 2023

HORA: 12:00 AM

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