¿Qué estamos haciendo por la población infantil?

Editorial

Últimamente Costa Rica se está acostumbrando a liderar encuestas y ocupar los primeros puestos de rankings en acontecimientos, revisiones y hasta aspectos no tan positivos. Por ejemplo, destacamos en los últimos análisis de corrupción, pobreza, listado de países inseguros, con falta de oportunidades laborales y ahora, por si fuera poco, también encabezamos la pobreza infantil, según el último estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Si ya es preocupante hablar de pobreza en general, resulta aún más inquietante hacer referencia a esto cuando se trata de niños y adolescentes, es realmente alarmante que Costa Rica ocupe el primer lugar entre 38 naciones que conforman este organismo y que se reporte que un 27% de esta población no cuente con los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas.

Quizá muchos piensen que el tema de la pobreza en esta población solo se refiere a alimentación y vestido, sin embargo, va más allá, porque quizá pueden hacer todas las comidas y visten, aunque no sea ropa nueva o de marca, pero el estado de pobreza también repercute en temáticas como acceso a la tecnología y la educación, así como una clara desventaja entre menores de la misma edad que se evidenció en la época de pandemia.

Cuando los alumnos de los centros privados no dejaron de recibir nunca materia ni mucho menos se atrasaron en ver las asignaturas, en las escuelas y colegios públicos muchos desertaron ante el escenario de no poder recargar los celulares o no tener una computadora para conectarse a las clases virtuales.

Siempre hemos sabido que la inversión que un país haga en su niñez y adolescencia está directamente relacionada con el tipo de futuro que procura tener, vinculada al desarrollo, progreso y calidad de vida.

Claro, siempre habrá atenuantes que podría dar un viraje a lo que se avecina. Pero lo cierto es que invertir en las generaciones más jóvenes de un país siempre será una ganancia desde todas las ópticas, en lo social, económico, político y cultural.

El nivel de inversión de más del 25% de países del mundo en sus poblaciones es menos del 1% de sus presupuestos, lo que evidentemente no representa beneficio alguno. Por el contrario, trae consigo más pobreza, hambre, falta de educación, carencia de servicios básicos y por ende proliferación de delincuencia, enfermedades y otros flagelos.

Un menor bien comido, estudiado y saludable siempre podrá destacarse, enfrentará mejor el diario vivir y será factible que en su adultez aporte más al país.

El buen estado de los más chicos se verá reflejado en el futuro de una nación, por eso los gobiernos deben invertir más para procurar su bienestar y así asegurarán un desarrollo constante.

Los números no nos favorecen en esta oportunidad, aún hay mucho por hacer. Existen poblados donde los centros educativos dan lástima y algunos otros donde los estudiantes deben jugársela bajo un galerón, a la intemperie y expuestos al calor o a lluvias de terror.

En lo social y lo cultural, las autoridades de gobierno deberían generar más opciones de entretenimiento y recreo, eso sí, accesibles. El Ministerio de Juventud y Cultura, junto a las municipalidades, tendrán que promover talleres para menores y crear espacios para practicar deportes, desarrollar actividades artísticas y hasta foros de discusión sobre temas de su interés.

Bien decía el expresidente estadounidense John F. Kennedy que “los niños son el recurso más importante del mundo y la mejor esperanza para el futuro”.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Miércoles 29 Marzo, 2023

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