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Opinión

Con el corazón en la cancha... ¡gracias, Sele!

Tinta con sentido

 

 

 

Nadie esperaba el resultado entre España y Costa Rica, cayó como un balde de agua helada y por un momento apagó los sueños de los aficionados levantando una ola en la que se entremezcló la frustración con la desilusión, el enojo extremo con la tristeza, el dolor con la indignación y nos sentimos… traicionados. Habíamos llegado muy lejos, nos habíamos ganado un lugar entre los mejores y así, sin más, España nos dejó sin siquiera saber qué había ocurrido. Todos nos preguntábamos si eran los mismos jugadores que habían demostrado coraje y actitud en los tiempos adversos de la eliminatoria.
Lo que tal vez nos molestaba más era no haberlo visto venir, podíamos lidiar con un 2 a 0, incluso un 3 a 0, pero ¿7? Eso jamás estuvo en la ecuación, no con Keylor en la portería y Bryan como capitán, sin embargo, ahí estaba la pizarra, ahí estaban los 7 goles que sacaron lo mejor y lo peor de nosotros los ticos. Después de la sorpresa, vino la incredulidad, le siguió la rabia y con furia se lanzaron insultos, ofensas y toda clase de expresiones que tenían como fin desahogar nuestra frustración desacreditando a quienes, hacía no muchos días, recibían nuestra confianza y admiración.
Nuestro drama aumentó cuando se calificó el hecho como una vergüenza a nivel mundial y asumimos que teníamos el derecho y los atestados para juzgar con dureza lo que había ocurrido en la cancha. Se nos olvidó que no, no somos los mejores del mundo, y que si bien tenemos una oportunidad como cualquiera de los otros equipos que llegaron al mundial, existen muchos factores que influyen al momento de entrar a la cancha. Nuestro amor por la camiseta nos cegó y les cobramos el habernos abierto los ojos de forma tan despiadada.
Nunca sabremos con certeza qué fue lo que ocurrió ese día y nos quedará el sinsabor de haber visto sufrir a nuestros jugadores uno de los momentos más dolorosos de su carrera, porque son ellos y sus familias los primeros que vivieron el dolor de la derrota y la frustración de no darle al país el resultado que todos esperábamos. Recordaremos también que, a pesar de que les dimos la espalda, se levantaron para darnos una lección de coraje y pundonor.
Y bastó un triunfo para que recobráramos la fe y recogiéramos los pedazos del pedestal en que habíamos ubicado a la Sele para volver a soñar y creer… creer incluso que podíamos alzar la copa, como expresaron algunos entusiastas. Volvieron a ser héroes, mañana quién lo sabe, porque nuestro criterio carece de objetividad, es la pasión la que dicta si son ídolos o villanos y olvidamos que nuestros deportistas son ante todo personas que merecen respeto, ellos menos que nadie quiere perder un juego, su reputación y su futuro.
Lo que hemos experimentado durante el Mundial y la forma como hemos actuado no es otra cosa que el reflejo de una sociedad que exige logros en los cuales no aporta nada, pero sí está presta a exigir y a descalificar sin haberse “sudado la camiseta”, sin haber pisado la cancha, sin haber vivido el proceso o la presión de representar a una nación. Exigimos resultados sin siquiera detenernos a pensar si estos son realistas, simplemente porque creemos que “nos lo deben”.
El jueves nuevamente saltaron a la cancha y verdaderamente los vimos jugar, entregar el alma y dar lo mejor de sí. Nos hicieron gritar, sufrir, llorar de alegría y suspirar con resignación. Pero yo al menos creo que ganen o pierdan, como leí por ahí, merecen todo mi respeto por la forma como se sobrepusieron a la derrota.
Gracias muchachos, su participación tuvo tropiezos al igual que los tuvo Alemania, México y otras selecciones que regresan ya a sus países, pero no hay duda de que nos hicieron vibrar con su coraje, nos unieron bajo una misma bandera y dejaron el corazón en la cancha para llenarnos de orgullo.
¡Gracias, Sele! Hoy vuelven con la frente en alto y los recibimos con el respeto que merece su entrega.

 

 

 

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 03 Diciembre, 2022

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Gloria Bejarano

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