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Opinión

¿Poder para servir o poder por el poder?

Miguel Ángel Rodriguez

Es posible pero no fácil en la acción política vivir la cultura del encuentro y la amistad social a la que nos convoca la encíclica Fratelli Tutti. La inspiración del Santo de Asís que nos comparte el Papa Francisco como fuente de su encíclica nos puede fortalecer para cumplir nuestra vocación a amar: Es feliz quien ame al otro “tanto a su hermano cuando está lejos de él como cuando está junto a él”. 

Ante la disyuntiva de si la finalidad de la política es el poder o servir, una persona respetuosa de la dignidad y la solidaridad humanas, y más si es un cristiano comprometido con amar al prójimo y ser fraterno, debe concluir que la finalidad es poder para servir, poder servir.

La acción política pretende el ejercicio del poder, busca alcanzar posiciones públicas para adquirir poder sea para dirigir el gobierno o para ejercer la oposición y controlar el poder del gobernante. Desde ambas posiciones, como oí decir al gran humanista cristiano mexicano Carlos Castillo Peraza: “El partido debe ser instrumento de la sociedad y no de los miembros del partido. En la oposición o en el gobierno los partidos políticos, los gobiernos, los Estados somos instrumentos de la sociedad para que esta sea más y mejor sociedad”. Esto es, para promover el bien común.

Para ser ese instrumento el político debe acceder al poder. Lograrlo implica lucha frente a adversarios internos en el partido y externos de otras tiendas partidistas. En esa contienda los adversarios atacan, exageran, mienten, embaucan a los electores. ¿Cómo enfrentarlos sabiendo que si no se alcanza el poder no podremos servir?, ¿cómo poder servir?, ¿cómo hacer la política de encuentro y amistad social a la que nos convoca Fratelli Tutti en la acción política?

Esta es una de las más evidentes disyuntivas que enfrentamos en la acción política. Resolverla nos obliga a someter nuestras actuaciones a un estricto código de conducta que promueva la cultura del encuentro y la amistad social a pesar de las diferencias ideológicas y partidistas y a pesar de lo bien intencionadas que sean nuestras metas. En el Primer Diálogo de Madrid de la Academia de Líderes Católicos de Latinoamérica buscamos una respuesta y elaboramos un Decálogo para el Diálogo Político. 

Estamos obligados a actuar con mesura, con tolerancia, con moderación, con amor a nuestros adversarios aún en el fragor de nuestras campañas políticas para alcanzar el poder.

La democracia es un campo propicio para la cultura del encuentro y la amistad social. Pues es debate inteligente para construir acuerdos y resolver las confrontaciones con las decisiones mayoritarias limitadas por el respeto a las minorías, limitadas por nuestras convicciones de la dignidad, la unicidad, la libertad de cada persona, y limitadas por el respeto los derechos humanos y a la institucionalidad fundamental del estado de derecho. Pero la democracia es fácil presa de las pasiones desbordadas por el odio, la frustración, el miedo, la envidia, el rencor.

Los apóstoles y los primeros cristianos, Gandhi y Martin Luther King nos señalan el camino para vencer la antinomia de poder y fraternidad. 

No podemos llegar al poder para servir si para lograrlo dejamos la fraternidad perdida en el camino. No podemos vencer el mal actuando mal.

Claro que actuar conforme a la cultura del encuentro y la amistad limita nuestra posibilidad de acceder al poder para poder servir. ¿Pero de que nos vale alcanzar el poder si por los medios usados perdemos la capacidad de servir?

Para favorecer la cultura del encuentro y de la amistad, en la lucha por llegar al gobierno y al ejercerlo, el ejercicio del poder debe ser limitado. 

La imposición puede lograr efectos inmediatos. Si acallo a la oposición tomar medidas se me facilita. Si impido desprestigiar a los gobernantes es más fácil gobernar. El costo, el enorme costo es que se debilita la cultura del encuentro y la amistad social, se debilita la vivencia de la libertad, la dignidad de todas las personas, el ejercicio de la democracia. La historia nos lo ha repetido muchas veces, la fe, la democracia, la fraternidad no se pueden imponer. Es preciso convertir con la práctica personal de lo que se predica.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 01 Noviembre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodriguez

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