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Opinión

¿Cuál Estado queremos?

Jonathan Valembois Torres

¿Sabía usted que la CNFL nos ofrece kits de hidroponía? ¿Que la ESPH negocia con brazaletes electrónicos para los reos? ¿Qué el ICE produce software para la CCSS (expediente electrónico)? 

¿Y cómo llegamos a esto? Muy sencillo, empezamos con un propósito noble y es que el Estado debería redistribuir la riqueza. Suena bien... ¿Y cómo la redistribuye? Hay dos formas, directa e indirecta. La directa es quitarle a los más ricos (vía impuestos) y darle a los más pobres (vía subsidios)… dinero moviéndose de una escala social a la otra, muy directo. La segunda, indirecta, pasa por un proceso más noble todavía, más sostenible y posiblemente más justo: “no dar el pescado, sino enseñar a pescar”. Aquí tenemos al Estado en búsqueda de la igualdad de oportunidades: el Estado asegura una provisión mínima para todos de educación, salud, justicia, seguridad e infraestructura pública.

Pero hay una trampa… ¡siempre hay una trampa!

En la primera mitad del siglo pasado, Lord Keynes nos propone que, cuando la economía renquea, es culpa del sector privado, y que la solución es que el sector público crezca en su gasto para impulsar la demanda agregada. Suena bien. Pero Keynes nos dejó la receta para cuando el vehículo va muy lento, aprete el acelerador; sin contarnos cómo funcionaban los frenos… terminamos estrellados, esto ha pasado en todo el mundo; algunos gobernantes y economistas han aprendido, otros no.

Resulta que ese Estado benefactor crece, pero no decrece. Que el funcionario estatal ve bien el gasto en sí mismo, que promueve a través de sus sindicatos, de por sí, “es por vos” (tenemos una justificación social), que se gaste más. Los programas estatales con un fin específico hacen metamorfosis y se expanden, se eternizan más allá del fin inicialmente planteado. Tenemos a la Refinadora Costarricense de Petróleo… interesada en alternativas al petróleo. Tenemos a Japdeva y al CNP. El Estado se convierte en un fin en sí mismo y, cual virus, asegura su supervivencia y reproducción, así mate al anfitrión.

Y conforme el Estado hipertrofia, es cada vez menos eficiente en ese ejercicio de redistribuir riqueza… hasta que el rótulo se da vuelta. En un excelente artículo, escrito por la hermana del diputado frenteamplista Villalta, para el estatista Semanario Universidad, el economista Pablo Sauma nos explica que “La política salarial del sector público explica buena parte del aumento en la desigualdad” (12 de marzo del 2019). El Estado generando desigualdad en el ingreso.

En vista del poder de imperio del Estado, los más poderosos aprovechan un sector público engrandecido y burocrático, con empleados en busca de “incentivos” para “halar para su saco”, en este caso su saco de arroz. Las políticas mercantilistas promueven que el Estado proteja al productor nacional frente al extranjero, esto también suena bonito, pero hay trampa… En nombre del arrocero pequeño la norma les encarece el arroz a los consumidores, empezando por los más pobres del país, para financiar un subsidio que beneficia, en su mayor proporción, a unas pocas compañías agroindustriales grandes que no lo necesitan. 

El Estado trasladando riqueza de los más pobres a los más ricos (¡Perdón! ¿Qué no era al revés?).

¿Evasión y elusión? También, en un ambiente de decenas de impuestos y cientos de reglamentos, es más fácil para el rico evitar pagar impuestos, disponen de contadores y abogados que no atienden al pobre. ¿Quién paga los “impuestos a los ricos”…? Los pobres.

Y nos falta el efecto de desplazamiento (en inglés: crowding out). Consiste en el proceso de reducción de oportunidades de empleo, producto del crecimiento del Estado. Se da básicamente por tres vías: 1. los recursos que el Estado demanda vía impuestos, las empresas y personas no los pueden ocupar para adquirir bienes y servicios; 2. cuando los impuestos no alcanzan (¿recordamos lo de la hipertrofia...? ¡nunca alcanzan!), el gobierno recurre a la deuda: cuando el gobierno compite con el sector privado por dinero, las tasas de interés -el costo del dinero- suben. Mayores costos de financiamiento hacen que las familias ya no puedan adquirir su vivienda y las empresas no pueden acometer nuevos proyectos, no pueden generar empleo… y 3. la competencia directa por los empleados. Si los gobiernos no tienen -o no se preocupan- por restricciones presupuestarias, los empleados públicos presionan para incrementar sus salarios y beneficios. Esto encarece el costo del recurso humano para toda la economía porque las empresas y familias del sector privado tienen que ofrecer condiciones similares si quieren contratar.

Una nutricionista nos podrá mostrar que un kilo de grasa ocupa mucho más espacio que un kilo de músculo. Lo mismo sucede con la hipertrofia estatal. No es músculo… es una grasa que atiborra nuestras arterias hasta causar la muerte del tejido: tenemos decenas de impuestos (90 de un poco más de 100 impuestos estatales cuestan más en su gestión que lo que recaudan) y cientos de trabas burocráticas. Estas trabas no tienen justificación racional alguna. Existen para darle empleo y beneficios a quien las crea… menudo conflicto de intereses. La mayoría de las trabas burocráticas se justifican para “defender al consumidor”, “defender al pequeño productor”, “cuidar el ambiente”… pero sabemos bien que no son más que un escudo ideológico para proteger su ingreso y privilegios y que ese propósito noble no se cumple. Un ejemplo: para proteger el ambiente tenemos trabas burocráticas para introducir nuevos agroquímicos… ¡entonces tenemos los viejos agroquímicos de hace décadas y no damos entrada a los nuevos, más ecológicos!

¿Y cuál es la solución? Sencilla: recordar para qué tenemos el Estado; el Estado debe estar para el ciudadano y no el ciudadano para el Estado. Buscamos un Estado eficiente y efectivo que nos asegure una igualdad de oportunidades de acceso a educación, salud, justicia, seguridad e infraestructura pública para que todos tengamos los mismos derechos a ser felices en libertad. ¿Ocupamos el Estado metido en todo lo demás? No solo la respuesta es un rotundo no, sino que hemos visto que el resultado es contrario a la propuesta: genera desempleo, pobreza y desigualdad. ¿Cuál Estado queremos? Es en serio.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 18 Septiembre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Jonathan Valembois Torres

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