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Opinión

Bicentenario: maestros, no generales

Miguel Ángel Rodriguez

No fue en epopeyas bélicas como hace 200 años alcanzamos la independencia. Aquellos sesenta mil antepasados nuestros no regaron su sangre en épicas batallas expulsando al Ejército español.

La Independencia fue declarada pacíficamente en Guatemala. Las autoridades españolas aceptaron sin luchar militarmente en contra, aquella declaratoria a la que contribuyeron costarricenses como el Ciudadano Pablo, por don Pablo Alvarado. España, que enfrentaba movimientos independentistas en México y Suramérica, no destinó recursos a evitar la separación de las colonias centroamericanas.

Esa proclama llegó tranquilamente a lomo de cabalgaduras, sin que nadie interrumpiera su largo camino, y cambió el rumbo de la vida en la olvidada y remota provincia del Imperio Español a la que Cristóbal Colón, deslumbrado por la belleza artística del oro trabajado por nuestros antepasados indígenas, llamó Costa Rica.

Ciertamente hubo después guerras por el dominio de la Federación de Centroamérica. Pero ellas se dieron en Guatemala, El Salvador y Honduras sin afectar la pobre y trabajosa vida de nuestros antepasados. Salvo, claro está, cuando se produce la invasión de Francisco Morazán, el líder de una de las fracciones empeñadas en las guerras centroamericanas de las primeras décadas de la Federación, y su posterior derrocamiento y fusilamiento en 1842. Esa acción contra el General Morazán en parte se produce como respuesta a su empeño de inmiscuir a nuestros antepasados en aquellas confrontaciones entre hermanos centroamericanos.

Ciertamente, también, se dieron dos penosos enfrentamientos militares entre aquellos labriegos sencillos: las luchas entre anexionistas y separatistas que resultan en la Guerra de Ochomogo (1823) en que vencen las fuerzas separatistas de San José y Alajuela a las de Cartago y Heredia que propulsaban la unión con el Imperio de Agustín Iturbide de México, cuando ese imperio ya había dejado de existir; y la Guerra de la Liga en 1838 en la lucha de Cartago, Alajuela y Heredia contra San José cuya victoria consolidó la eliminación de la Ley de la Ambulancia que hacía rotar la capital entre esos cuatro ayuntamientos, y trasladó ya definitivamente la capital a esta ciudad. Ambos fueron de dimensiones muy reducidas y rápidamente los grupos victoriosos lograron llegar a acuerdos con los vencidos. 

El primero de esos eventos está más relacionado con violencia independentista, mientras el segundo es más bien un tema de organización interna respecto a la ubicación de la capital de la provincia que se da desde la Guerra de Ochomogo a raíz de la preponderancia que desde los tiempos finales de la colonia vino adquiriendo la parte occidental de la Meseta Central, originada en movimientos migratorios de nuestros campesinos buscando buenas tierras de cultivo. 

Ya ese fortalecimiento de San José había dado lugar aun sin haber obtenido la independencia de España, a la idea de crear una casa de estudios que permitiera a los josefinos una adecuada ilustración. Se pensaba que no sólo debía ser una escuela de primeras letras, sino un centro que proveyese de conocimientos a las personas para que mejoraran su nivel intelectual y espiritual. Se contrató en León al Bachiller Francisco de Osejo para impartir lecciones en la Cátedra de Filosofía. De esta manera, empieza a funcionar en Costa Rica, el 24 de abril de 1814, la Casa de Enseñanza de Santo Tomás. 

Ninguno de esos dos enfrentamientos tuvo fuerza suficiente para iniciar una cultura militar ni su predominio en la conducción del gobierno.

Más bien es el espíritu liberal y letrado de Osejo el que encarna la respuesta a la comunicación de nuestra independencia, y ya con la Constitución de 1824 de la República Federal Centroamericana el Primer Jefe de Estado que se nombra, don Juan Mora Fernández, es un maestro. Más adelante don José María Castro que establece la república es un gobernante dedicado a la educación y a la democracia y establece la Universidad de Santo Tomás y el primer Liceo de Niñas. Don Juanito Mora, don Jesús Jiménez, Don Mauro Fernández y los gobernantes liberales continúan la dedicación de nuestros gobernantes a la educación.

Desde nuestra independencia hemos disfrutado de predominio de los maestros sobre los militares, salvo en tres períodos: 1.- la época posterior a la Campaña Nacional de 1856-1857 contra los filibusteros y hasta el final del gobierno de don Tomás Guardia en 1882, 2.- Los años del gobierno de don Federico Tinoco (1917-1919) y los inmediatos posteriores y 3.- La Junta de Gobierno de 1948-1949 que abarcó la Constituyente de 1949, la cual prohibió la existencia del Ejército.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 13 Septiembre, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodriguez

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