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Opinión

El difícil camino del escritor

David Francisco Nani

Hace días, un autor refirió las dificultades vividas por un escritor de apellido Corrales para dar a conocer su obra. Dicho sujeto tiene en su haber más de 30 libros de autoría propia, sin poderlos publicar. El asunto en efecto representa un severo problema para quienes ejercemos esa ocupación, que se ubica a medio camino entre pasatiempo y trabajo (pasatiempo debido a sus efectos recreativos, y trabajo dada la necesidad de revisar los textos de manera exhaustiva, también de investigar, luego de comercializar el libro). Y es que en este país hay grandísimos rezagos en temas literarios, no en vano muchos escritores se van a otros países. Desde Panamá y llegando hasta Alaska, quienes sobresalen a nivel literario son Estados Unidos, México, Guatemala, Nicaragua, y algunos países del Caribe. En literatura Costa Rica tiene el nivel que Guatemala o Nicaragua ostentan en fútbol, y viceversa. ¿Cuáles factores median? Una academia añeja, un raquítico mercado del libro y un sistema educativo malo. Los talleres literarios son muy escasos y muy deficientes, pero dicha causa se relega para futuros escritos.
Procede explicar lo primero. Las universidades evidencian criterios en sumo anacrónicos en lo respectivo a la literatura. Estamos hablando de hechos graves, háblese del desconocimiento de corrientes como el existencialismo (un movimiento de mediados del siglo XX), o, en temas regionales, el hecho de no ver más allá de los autores del boom latinoamericano de los sesentas y setentas (Roberto Bolaño y Jorge Volpi, autores “nuevos”, seguro se desarrollaron en Plutón o Marte). En tiempos recientes tuve la valiosa oportunidad de compartir con una profesora europea experta internacional en el área. Según su dicho el cuento debe ser complejo, o sea incluir diferentes tipos de recursos y simbolismos, entre otras urdimbres. En cambio, gente de la academia de acá defiende la simpleza en tanto canon. El contraste salta a la vista y no promete…
Otros criterios anquilosados parecen provenir de un conservadurismo ultramontano, hegemónico en las letras de cierta institución. Y a sabiendas del problema y de la insostenibilidad de abanderar con exclusividad una estética así, entonces entronizan a la literatura de izquierdas de los cuarenta, promocionando esos libros como la literatura social de Costa Rica, la alternativa frente a vayamos a saber qué obras de sarcófago. El anacronismo es increíble. Ofrece como literatura de crítica y de catarsis social obras de una realidad que sencillamente está caduca, porque ya el país ni es predominantemente agrario, ni son los gamonales los personajes dominantes, ni son las clases de latín y el asesinato de un gallo mascota las desgracias de los adolescentes de 2021. Así se preconiza una narrativa incapaz de hacer eco en los lectores. Y para autores contemporáneos inscritos dentro de la literatura social, se ejerce el desconocimiento, cuando no la crítica higadosa. Desde luego, en “el otro extremo” respecto a los anquilosados hay obras y posturas panfleteras, amarillistas, indefendibles y de baja catadura, pero centrémonos en lo hegemónico porque su afectación es mucho mayor.
Un segundo factor lo constituye el pobre mercado del libro. Descansa en una ciudadanía poco adepta a leer. Incide el bombardeo de telebasura efectuado todos los días por algunos medios de comunicación. Cuando se promociona el no pensar y la cultura de la banalidad y la estupidez, a muy pocos interesa leer narrativa. El acabose son sectores de la sociedad para los cuales esta expresión artística es una vagabundería, con lo cual demuestran una grandísima incultura, sin importar si lo hacen por un bajo nivel educativo o por ser ultratecnocráticos.
Pero hay más. He conversado con otras personas acerca de esto, y bajo oxidadas posiciones de izquierda aducen la inacción estatal, el muy escaso patrocinio al arte, en tanto la causa. El argumento padece de insuficiencia. El Estado sí ha fallado, y mucho, sin embargo no puede hacerlo todo. Las empresas y los ciudadanos son factores causales de la pobreza de la oferta y la demanda literaria, básicamente porque no compran libros, no se organizan para cambiar las circunstancias y no hallan los insumos para mejorar individualmente. En otros países los artistas se financian con el llamado crowdfunding, sin embargo, algo similar difícilmente sería viable en este contexto porque a muy pocos importaría dar dinero para una causa a la cual no ven futuro ni propósito. También en otras naciones se organizan para exigir derechos frente a burocracias de editoriales del Estado cuya operatividad no contribuye en nada con el desarrollo literario, pero aquí nadie piensa en el valor de movilizarse en ese sentido. Y el sector empresarial del libro aporta “la cereza del pastel” con precios muy altos por publicar, a lo cual se suman requisitos extraños, como los compadrazgos y cosas por el estilo, demandados para plasmar las obras en tinta y papel.
La educación formal por su parte muy poco o nada hace con miras a fortalecer la valoración, la producción y la difusión literarias. Esto se debe a las ya conocidas deficiencias profundas del sistema educativo. En los tiempos actuales de auge de las TIC, las escuelas y los colegios deben centrarse en procurar las herramientas investigativas, pero mucho más allá de esto, deben sembrar la semilla de la inquietud y las ansias por el conocimiento. En el específico campo literario debe de inculcarse el entusiasmo y la afición por las letras. Muy lejos de tal cosa en los centros educativos se atiborra de información a los estudiantes (como si la cantidad significara calidad), se les asigna obras muy poco motivadoras para el lector joven, se desincentiva a los estudiantes interesados en la literatura (y otros campos del saber), y se trabaja con realidades atentatorias contra este y cualquier otro aprendizaje (hacinamiento, grupos inmensos, poco acceso a recursos tecnológicos, malas condiciones de aulas, etc). Dado dicho panorama tenemos una educación formal que socava el desarrollo literario.
Las perspectivas del escritor en Costa Rica siguen siendo raquíticas. No en vano autores de renombre como Joaquín Gutiérrez, Quince Duncan, Laureano Albán, o José León Sánchez debieron vivir en otros países. Un sector académico desfasado y con incrustaciones de intereses extraliterarios, un mercado del libro incapaz de vigorizar la producción de obras, y una educación contraria al fortalecimiento de la literatura son factores de larga data responsables del considerable rezago en dicho tema. No se visualizan cambios ni siquiera en el mediano plazo, por lo cual, sin ir muy lejos, Guatemala y Nicaragua seguirán estando entre los primeros lugares de la región en temas literarios, mientras que Costa Rica lo será en fútbol. Y no creo que los guatemaltecos quieran tener un Keylor Navas en vez de un Miguel Ángel Asturias, ni que los nicaragüenses prefieran un Bryan Ruiz en lugar de un Sergio Ramírez.

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Lunes 12 Abril, 2021

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: David Francisco Nani

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