La Navidad es un regalo. El motivo, el ideal, los principios, fueron un presente que nos otorgaron desde el mismo año uno. El simbolismo, el cambio de paradigma, los nuevos valores, la concepción del prójimo como hermano, fue un presente recibido en los siguientes treinta y tres años y de ahí en adelante incontables generaciones han ido aportando una serie de actividades que conforman lo que hoy nosotros celebramos como Navidad.
En nuestra cultura la Navidad es la fecha más importante del año. Desde el primero de diciembre hasta el día que viene el Niñito Dios, las calles, los campos, las ciudades, las aceras, las casas, edificios y demás resplandecen con sus lucecitas de colores, que, junto al olor a ciprés, los “vienticos” decembrinos, y el hogareño olor a tamales, conforman un ambiente único que impregna de alegría a padres, abuelos, amigos, familiares y desde luego a los niños.
Diciembre provoca lo que ninguna otra celebración en el año produce, que todos celebremos. A veces decimos de manera metafórica que es el único mes en el cual es obligado estar feliz, porque el mundo confabula en pro de la felicidad.
Este año, la realidad es diferente, estamos enfrentando una mueca cruel del destino, nos ha tocado, como generación, lidiar con una situación que hace cien años no se presentaba en el planeta y tenemos que ser cautos con nuestras celebraciones.
Quizás en los últimos años, hemos venido perdiendo el verdadero sentido de la Navidad, quizás nos hemos visto confundidos entre vitrinas, y regalos, entre tumultos y algarabías, entre pachangas, y desvelos. Es así que a veces olvidamos lo que estamos celebrando y hemos olvidado enseñárselo a nuestros hijos.
Este año, debemos tener presente que la Navidad no es solo una fiesta, que no es una “tomatinga”, pues es, ante todo, la celebración de esa nueva forma de ver la vida que nació en Belén. Por eso, debemos recordar que no hay enfermedad, no hay pandemia, no hay virus en el mundo que pueda quitarnos el regocijo de celebrar su verdadero significado.
Este año, con todas sus adversidades, se nos muestra como el momento idóneo para inculcar valores en nuestros hijos, para sacar lo mejor de nosotros, para dejar aquella vieja Navidad comercial y celebrar una más auténtica. Podemos alejarnos del bullicio y la prisa para buscar la alegría que se encuentra en el seno del hogar.
Este año, probablemente tendremos más familias necesitadas, más hogares sin recursos, más personas sin ingresos, y ante este lamentable panorama, debemos recordar, que este es el mejor momento para pensar en el necesitado, de dar algo de nuestra abundancia y si se puede un poquito más.
Una Navidad en plena pandemia va a ser una experiencia surrealista. Sin filas, sin gentíos, sin presas, vamos a sentir que el mundo se detuvo, será una especie de tregua apta para el regocijo, el convivio familiar y la unión con la pareja. Ambiente propicio para que el amor haga fiesta, las chirotadas reinicien y para que la ternura florezca.
No podemos dejar que un virus atente contra nuestros seres queridos, por eso, construir una Navidad en cuarentena, aunque es todo un reto, se facilita siguiendo las directrices de nuestras autoridades en salud. De esta manera todos podremos honrar y celebrar esta fecha, lejos del riesgo de contagio.
PERIODISTA:
CRÉDITOS: Dr. Mauro Fernández
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Lunes 30 Noviembre, 2020
HORA: 12:00 AM
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