Soy una mujer joven casada, de 21 años. Me casé hace dos años con un hombre de 42 años. Él me quiere mucho, me trata muy bien, y es muy especial, pero yo me siento como una mascota: no me deja salir de la casa, no quiere que estudie, no quiere que tenga amigas y con costos puedo ir donde mi mamá. Él me da todo, y tengo una enorme libertad económica, puedo comprar mis cosas y demás, pero no me siento bien así.
Esta es una situación relativamente común en nuestra cultura. Hombres que le dan todo a su pareja pero que exigen o condicionan el vínculo a que ella esté en la casa, casi aislada, unas veces por celos y temor a que ella encuentre otro amor al interactuar con otras personas, y otras veces por razones culturales en su formación, ya que idealizaron un patrón de hogar en el cual la mujer no debe salir de la casa.
Es claro que estas conductas no están para nuestros tiempos, buena parte de las parejas han superado este legado ancestral, y hoy la mujer se casa con el objetivo de alcanzar la plenitud emocional y sexual sin tener que sacrificar la realización en otras áreas, como la laboral, la académica y la vivencial.
Por esa razón, en muchas de estas parejas se pierde rápidamente el convivio armónico y surgen las discusiones que tienen que ver más con las libertades individuales que con el vínculo marital. Es decir, todos tenemos derecho a estudiar, trabajar, visitar a los seres queridos, así como a salir y movilizarnos a gusto y eso no se puede limitar de ninguna manera.
Afortunadamente la mayoría de las veces estos problemas se resuelven con una conversación fraterna, o con ayuda profesional. Desde luego lo ideal es resolverlo cuanto antes, para evitar que se generen roces y enfrentamientos que pueden dañar seriamente el vínculo de pareja.
PERIODISTA:
CRÉDITOS: Dr. Mauro Fernández
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Martes 27 Octubre, 2020
HORA: 12:00 AM
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