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Opinión

Forma de vida

Juan Luis Mendoza

Me refiero a la forma de vida de las “clarisas”, las fundadas por Clara de Asís y que tienen su casa en la ermita de San Damián, restaurada en su momento por el propio Francisco, vinculado totalmente a ellas desde el principio. Por lo mismo y cuando ya son muchas, Clara le pide que le ayude a organizar la vida, advierte el Padre Larrañaga “con una forma de vida que fuera el trasvasamiento de los ideales franciscanos a la situación claustral”. Y lo primero y novedoso es la pobreza a diferencia de los demás institutos monásticos del tiempo. Quien ingresa como religiosa ha de renunciar a sus bienes y dárselos a los pobres. El monasterio no acepta ningún bien de las candidatas. Es así: las religiosas viven de su trabajo y, si lo necesitan, de la mendicidad. Pobreza, pues, al estilo franciscano que lo es también del Evangelio.
“La innovación más importante, sin embargo –casi una revolución- advierte el mismo Padre Larrañaga, habría de venir de la Regla que escribió Clara un año antes de su muerte, y se refería a la fraternidad: En ella acabó Clara con la verticalidad de la autoridad. El valor primario que emerge del seno de la legislación es el de la fraternidad con todos sus alcances y resonancias”. Enraizada en Dios por la oración y la contemplación, extrema su atención fraternal a las hermanas. El Padre Larrañaga sintetiza: “A lo largo de sus treinta y ocho años de clausura demostró tener entrañas de madre, ternura de mujer y corazón franciscano. Todas las noches pasaba varias veces por los dormitorios cubriendo como una mamá a las hermanas que estaban semidestapadas. Si a la hora de maitines alguna hermana no había despertado, dicen las crónicas que era un espectáculo de delicadeza el modo de despertarla con cariño y finura”.
Por lo mismo y conociéndola bien, Francisco, sobre todo en sus últimos años, la busca y, encuentra en Clara la necesaria consolación y seguridad. Por su parte le es fiel a la promesa de absoluta pobreza que desde el principio le inspira con su ejemplo el Hermano, a pesar del ambiente contrario que se respira en el seno de la misma Iglesia. Se cuenta que para ello ha de luchar literalmente hasta la muerte. En efecto, es el papa Inocencio IV el que aprueba la norma conocida como “privilegio de la última pobreza” la víspera misma de la muerte de Clara, 10 de agosto de 1253. Rodeada de los hermanos León, Ángel y Junípero y las damas pobres, sus hijas espirituales, narra el Padre Larrañaga, “abrió la boca con intención de decir algo. Todos aplicaron el oído para escuchar sus últimas palabras. Con voz casi inaudible dijo: ‘¡Mil gracias Dios mío, por haberme creado!’. Y reteniendo fuertemente entre sus dedos rígidos la bula papal entregó su alma a Dios”.
He querido extenderme un poco en lo referente a santa Clara por la incidencia que tuvo en su tiempo y en todos los tiempos, especialmente en Francisco, cuya historia proseguiremos en próximas entregas, Dios mediante.

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Sábado 17 Octubre, 2020

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Juan Luis Mendoza

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