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Opinión

La maternidad, un don y una vocación

Mons. José Rafael Quirós / La voz del Arzobispo

Aunque nos estamos habituando a que la pandemia de Covid-19 atropelle las grandes celebraciones del presente año, el Día de la Madre por su esencia no puede pasar inadvertido pues ‘’todas las personas deben la vida a una madre y casi siempre le deben mucho de la existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual’’. 

La maternidad es, ante todo, un don de Dios y una verdadera vocación para la mujer, por mucho que algunos, desde sus puestos de poder y al servicio de imposiciones ideológicas, se empeñen en presentarla como un “constructo” social que subyuga y vulnera la esencia femenina al relacionarla sólo con la procreación y la crianza o, aún más, “como un pretexto para la explotación de la mujer y un obstáculo para su plena realización”. 

El Gobierno de la República, a través del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu), por ejemplo, insiste en visualizar la maternidad como un obstáculo para el desarrollo de otras áreas de la vida de la mujer y, a la postre, un factor más que potencia la discriminación y la desigualdad entre varón y mujer, cuando afirma: “Esta situación del ‘nacer y ser’ para estar al servicio de otros, invisibilizando las necesidades y expectativas propias, coloca a las mujeres en un alto riesgo, ya que si no se cuestionan estos mandatos y se toman acciones para su replanteamiento, tanto desde la individualidad como en la colectividad … pueden crear condiciones en detrimento de su autonomía y el desarrollo personal, e incluso afectan la salud física, emocional y mental, en lugar de constituirse en vivencias de aprendizaje y enriquecimiento”.

Como Iglesia, no podemos permitir que la maternidad, y las madres como tales, sean manipuladas por ese lenguaje equívoco y discriminatorio. Antes bien, debemos insistir en la belleza de la maternidad desde el momento de la concepción. El papa Francisco lo expresa así: “A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría”.  Sin duda, “una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral”. 

Mi saludo sincero y afectuoso, mi especial bendición para todas ustedes, madres. Pienso en la incertidumbre que apretuja sus corazones en este tiempo, particularmente por lo relacionado a la salud, al trabajo y al sustento de sus hijos. Cuántas jefas de hogar están en estos momentos sin poder dar el sustento a sus hijos. Gracias por su empeño y generosidad, por lo que aportan a su familia, en todo momento y con todo el corazón. 

Que María Santísima, Madre de Jesús y madre nuestra, en la advocación de Asunta al Cielo, interceda por ustedes, siempre dispuestas al sacrificio por sus hijos y que ella, que entiende desde dentro sus alegrías y penas, les permita ver con ojos de esperanza, este tiempo de cruz.

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Lunes 10 Agosto, 2020

HORA: 12:00 AM

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