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Opinión

El reto de volver a creer

Gloria Bejarano Almada / Tinta con Sentido

El mayor reto en estos tiempos es poder distinguir entre lo que es verdad y lo que no lo es, poder diferenciar entre lo verdadero y lo falso, entre lo real y lo ficticio, entre lo seguro y lo incierto.

La pregunta es cómo podemos enfrentar la pandemia y las graves consecuencias económicas que está generando cuando no tenemos certeza de nada, cuando la crisis nos tomó por sorpresa y hasta las más poderosas naciones siguen aprendiendo sobre el comportamiento del virus y la forma de atajarlo. 

El miedo, por otro lado, está drenando nuestra energía; ese miedo que nace de la falta de certidumbres, de la incredulidad, de la desconfianza que nos merece todo y todos pues constantemente nos debatimos entre las teorías de conspiración, las verdades a medias, las contradicciones, la incoherencia, la politiquería y la descalificación sistemática... de unos y otros.

Ahí, entre las dudas y la suspicacia, la Verdad trata de salir a la luz, pero difícilmente esta puede surgir si en vez de informarnos correctamente repetimos lo que no nos consta y contribuimos a la desinformación; desdeñamos el conocimiento y tal vez sin proponérnoslo, permitimos que el fanatismo y la radicalización de las posiciones nos distraigan y nos alejen del objetivo al que todos debemos aspirar: controlar el contagio, atender la enfermedad y trabajar juntos para reactivar la economía antes que el daño sea irreversible y la pobreza se ensañe más con nuestro pueblo.

La historia nos enseña que las naciones que logran vencer la adversidad tienen en común una visión positiva de su futuro y líderes que, desde distintas trincheras, son capaces de guiarlas, orientarlas e inspirarlas. Los pueblos necesitan creer, no solo en sus gobernantes, sino en sus líderes, autoridades, funcionarios y compatriotas; los ciudadanos deben poder confiar en el funcionamiento de sus instituciones, públicas y privadas, en quienes los guían espiritualmente, los informan desde los medios, los protegen o les imparten justicia. La credibilidad, la confianza y el respeto son fundamentales para avanzar, construir y enfrentar los retos juntos.

Pero seamos claros, erosionar la credibilidad ha sido el deporte nacional desde hace ya varios años, algunos dirán que con merecida razón se ha dejado de confiar, pero hasta dónde no hay además una estrategia para debilitar la institucionalidad, crear caos y división. La efectividad de estas tácticas ha sido probada en otros pueblos que, en medio de una creciente confusión y descontento, han visto la llegada de mesías impolutos, iluminados que ofrecen siempre lo mismo: “el cambio”.

Pensemos: ¿cuántas personas cuentan hoy con un nivel de credibilidad y respeto que, al momento de alzar la voz, un sentimiento de seguridad y confianza se apodera de la ciudadanía? Yo diría que pocas a pesar de contar con gente brillante, honesta y experimentada en todos los campos. Sin embargo, nadie ha estado, ni está, exento de la crítica sistemática e incisiva que va más allá de la discrepancia de las ideas y que tiene como propósito deshonrar, descalificar y desacreditar.

La ausencia de credibilidad e irrespeto, si bien produce dividendos por un tiempo, tarde o temprano pasa la factura, hoy, el recelo y el prejuicio son el punto de partida en toda negociación. El diálogo y la búsqueda de consenso han pasado a un segundo plano y las respuestas a la crisis, sanitaria y económica, que están llevando a la miseria a miles de trabajadores y sus familias, no se discuten en un marco de respeto y confianza mutua.

El costarricense está desorientado, decepcionado, enojado y escéptico sobre cualquier propuesta y no parece que su percepción vaya a cambiar en tanto sigan prevaleciendo la politiquería, el populismo y la manipulación de quienes, desde los más distintos escenarios, buscan hacer prevalecer su verdad o su interés.

Sé que necesitamos volver a creer, ese es el reto; necesitamos con urgencia recobrar la fe en nosotros mismos, en la institucionalidad y en la capacidad que el costarricense ha tenido de reinventarse en el pasado... no tengo respuestas de cómo hacerlo, solo sé que debemos intentarlo antes de que sea tarde. 

Tal vez si todos hacemos un alto en el camino y damos espacio a la empatía, la tolerancia, la comunicación asertiva, el desprendimiento y el respeto, puedan surgir puntos de encuentro, donde el diálogo ayude a acercar posiciones, donde renazca la confianza y la negociación tenga como norte la búsqueda del bien común y como propósito proteger al desvalido, apoyar a quien trabaja, impulsar a quien genera prosperidad y garantizar que se produzca la justa distribución de riqueza. Si así lo hiciéramos, el costarricense tendría razones de sobra para volver a creer.

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Sábado 01 Agosto, 2020

HORA: 12:00 AM

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