¿Quién desmembró a Jacqueline e Ivette? Misterios sin resolver
Dr. Eugenio Ramírez*
La memoria colectiva se mantiene en vilo con la desaparición no resuelta de la joven Allison Bonilla, de 18 años, hecho acaecido en Ujarrás de Paraíso, Cartago, el 4 de marzo, cuando regresaba del Colegio de Cachí hacia su casa, en horas de la noche.
El último contacto fue el llamado telefónico a su madre al decirle que “dos pintas” la venían siguiendo en un trayecto oscuro y solitario cerca de su casa. No se supo nada más de ella. El autor o autores dejaron los anteojos medicados de la joven en un potrero cercano al antiguo Charrarra.
A los días en un predio cercano al lugar de los hechos dejaron la cédula de identidad, en forma visible y notoria, ya fuera para despistar o burlarse de la policía (tendencia lúdica). Pese a los esfuerzos policiales, de familiares, voluntarios y vecinos, no hay rastros de ella.
Cito el caso de Allison sin que tenga relación con el tema de fondo porque me hizo recordar el caso de las dos jovencitas que fueron asesinadas y desmembradas con el mismo patrón de corte con serrucho o sierra, a finales del 2000 e inicios del 2001. Casos sin resolver.
Las víctimas eran amigas. Se trata de Jackeline Rodríguez, de 17 años, vecina de Los Guido, Desamparados, quien deambulaba en Lomas de Ocloro, en La Y Griega, desde los 12 años era adicta al crack y habitante de la calle, se fugó de la casa a los 13 años; y de Ivette Badilla, de 14 años, quien se fugó de la casa a los 9 años, también adicta al crack y habitante de la calle, vecina de Tirrases, Curridabat, que deambulaba también en Lomas de Ocloro.
Partes de sus cuerpos desmembrados fueron dejados en la quebrada Los Negritos, en San Pedro de Montes de Oca, en el relleno sanitario Río Azul, en La Unión de Cartago, en el río Cucubres en Desamparados y en el río Agres, en San Rafael de Escazú.
De Jacqueline se encontraron la cabeza, el brazo izquierdo y la pierna derecha; de Ivette el tronco, los brazos derecho e izquierdo y la pierna derecha.
Lo publicado por la prensa escrita en las fechas de los crímenes hace concluir que el atacante fue un psicópata porque en su mente enferma necesita que le acrediten públicamente el hecho criminal, que para él es una especie de trofeo que disfruta, al extremo de que “juega” con la policía en forma desafiante y por eso va dejando partes de los cuerpos en diferentes lugares con la intención de que los encuentren.
El psicópata además siempre ataca con el mismo modus operandi en todos los crímenes que comete (en este caso de Jacqueline e Ivette), sin salirse del patrón de ataque que lo caracteriza y que se denomina “sello psicopático”, que es “su marca” personal. A diferencia de los asesinos en serie, las motivaciones de los psicópatas son siempre sexuales.
El psicópata en su vida cotidiana puede pasar como una persona normal, que atacará una, otra y otra vez cuando sienta necesidad de matar, de ahí que siempre sus ataques se prolongan por largos periodos, siempre con el mismo patrón de ataque.
Tal vez por sus circunstancias de vida no hubo ni hay presión social para que se continuara con la investigación, aunque estamos seguros de que la policía tan profesional y científica que tenemos posiblemente tuvo el caso en análisis durante mucho tiempo, pero ante la falta de avance y de evidencias en las investigaciones no lo activó más o por lo menos no se tiene noticia de que lo haya reactivado o revisado.
También está sin resolver el caso de Stephanie Paola Castro, cuyas partes desmembradas fueron encontradas en Bebedero, Escazú.
*Autor del libro “El Psicópata” y estudioso del fenómeno psicopático
