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Opinión

Ante el miedo, solidaridad y esperanza

Miguel Ángel Rodríguez E. / Alternativas

La pandemia de COVID-19 nos trae enfermedad y muerte, pérdida de ingresos y angustia por el futuro. Y nuestros instintos más primitivos y humanos abren paso al miedo.

Nos da miedo enfermarnos o que se enfermen parientes y amigos. Nos da miedo morir, o que mueran parientes y amigos. Nos da miedo no disponer de los bienes a que estamos acostumbrados, o que pasen penurias económicas nuestros familiares y amigos. Nos da miedo cada día, y nos da miedo el futuro.

Es una respuesta natural y necesaria. Ante el grave peligro que hoy vivimos todos debemos reaccionar, estar alerta, prepararnos, actuar en nuestra defensa y en defensa de los seres queridos. Deben despertar nuestros sentidos, debe agudizarse nuestra racionalidad, debe agrandarse nuestro corazón y agigantarse nuestra solidaridad.

La incertidumbre que nos provoca el peligro pone al descubierto la vaciedad de nuestra arrogancia. Nos deja desnudos porque elimina la seguridad en nuestras capacidades. Torna patente la futilidad de nuestro conocimiento y la inmensidad de nuestra ignorancia. Somos como el quinceañero que descubre no ser invencible. Y el miedo se magnifica. 

Además, nos causa rabia percatarnos de nuestra pequeñez, de nuestra inutilidad, de nuestras limitaciones. Perdemos la coraza de soberbia que cotidianamente nos protege frente a lo incógnito. Y ello nos enoja.

Pero debemos actuar, y actuar bien dentro de lo que nos permiten nuestros limitados conocimientos. Debemos defender la salud y la vida de nuestros familiares, de nuestros vecinos, de nuestros compatriotas, de todos y todas. Debemos asegurar que las familias reciban al menos lo básico para disfrutar el mañana cuando se aclare el horizonte. Debemos preservar el funcionamiento de empresas e instituciones viables y necesarias cuando termine la emergencia. Debemos prever el resultado que provocarán las angustiosas realidades que vivimos y nuestras acciones para enfrentarlas. En medio de mayores congojas, incertidumbre y dificultades, en medio de nuestros redoblados temores, es aún mayor la urgencia de actuar bien.

¿Cómo enfrentar el miedo para poder actuar racional, previsoramente y unidos?

¿Cómo evitar que el miedo nos inmovilice? ¿Cómo eludir la tentación de refugiarnos en señalar culpables? ¿Cómo impedir que el miedo radical y la frustración ante la desnudez de nuestras limitaciones se conviertan en ira y lo que desencadenen sea violencia y destrucción?

Creo que encontramos respuesta en la fe y la esperanza.

Fe en nuestra humana naturaleza que en medio de las inmensas limitaciones nos descubre la dignidad fundamental de cada persona, su libertad, sus derechos y su naturaleza solidaria. Fe en la verdad, el bien, la belleza. Fe en la historia que nos muestra la capacidad de la humanidad para enfrentar y vencer en circunstancias tan o más adversas, a pesar de su aún mayor ignorancia y de tener menores medios. Fe en los valores y tradiciones que dieron fuerza a nuestros ancestros para vencer a la vez al filibustero y al cólera que diezmó su raquítica población.

Cuando gozamos del don de fe trascendente la vida es creación de Dios y tiene pleno sentido en Su Amor. La dignidad humana se convierte en imagen de Dios y la solidaridad es fraternidad entre hijos del mismo Dios.

Esperanza en el futuro, en los frutos de la unión, en la capacidad de la humanidad y de nuestra comunidad de sobrepasar las pruebas. Esa esperanza da lugar a un positivismo realista. Sí, somos muy ignorantes y limitados. Sí, vivimos horas muy difíciles. Pero si actuamos como sociedad encontramos parte de las seguridades que con el abatimiento de nuestra arrogancia hemos perdido. La esperanza nos asegura que triunfaremos, que a esta hora oscura la seguirá un renacer soleado.

Cuando disfrutamos de la ventaja de una vida abierta a Dios, la esperanza se transforma en seguridad en la Divina Providencia. Y al miedo lo vence el sentido que Dios da a nuestra vida.

En esta prueba, probablemente la mayor que vivamos los costarricenses actuales durante nuestra vida, con fe y esperanza demos cada uno lo mejor que pueda. 

Las autoridades asumiendo la toma de decisiones con mesura, con realismo, con análisis pausado de las consecuencias de sus acciones, con visión de conjunto y con una clara priorización de los objetivos: primero salud y vida; después las necesidades básicas de las familias más vulnerables y luego garantizar la más rápida y menos costosa recuperación de la economía. Es claro que todas estas acciones dentro de las limitaciones del conocimiento, que impiden un plan detallado de acción y exigen ir adaptándonos al flujo de información y de recursos que se vaya generando.

Los ciudadanos cumpliendo a cabalidad con las normas y las indicaciones de distanciamiento social y de cuido de la salud de todos. En el aislamiento en nuestros hogares la familia retoma su papel primordial para proteger a la comunidad.

Los trabajadores y las empresas con clara consciencia de que ahora debe privar el esfuerzo compartido para vencer la epidemia y para preservar nuestra capacidad productiva.

Con fe y esperanza, actuando unidos con mesura y previsión, venceremos al coronavirus y al miedo.

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Lunes 06 Abril, 2020

HORA: 12:00 AM

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