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Opinión

El camino a casa, LY048

Amir Ofek*

La conversación que tuve hace una semana con la madre de Noam no fue fácil. “La quiero en casa”, me dijo con voz entrecortada, “ayúdame a traer a mi niña a casa”. Jonathan, de 28 años, me expresó palabras similares: “Ya han pasado los sesenta años”, explicó con profunda preocupación, deben traer a mis padres a casa”. La crisis global, por el COVID-19, que afecta a todos los hogares del planeta, nos pone en situaciones que nunca imaginamos. Sin embargo, el aislamiento y la lejanía física que recomiendan todos los expertos sanitarios en el mundo produce milagrosamente el fenómeno opuesto, en lo que respecta a la cercanía emocional e íntima. Y es así como la semana pasada la embajada israelí en Costa Rica se encontró en una situación desafiante. 

A las llamadas de los padres, hijos, amigos y familias preocupadas en Israel, se unió el llamado de la cancillería desde Jerusalén y fue claro: lleven a todos a casa. Y nosotros, como las embajadas israelíes en todo el mundo, nos encontramos obligados a cumplir el verso, que nos ha acompañado desde de niños: JEREMÍAS “...y los juntaré de los fines de la tierra” y el desafío no fue menos retador que el de la premisa bíblica para nosotros.

Como podríamos reunir desde “todos los confines de la tierra”, América Central en nuestro caso, a todos los israelíes, tanto mochileros, como familias, y subirlos al vuelo especial de EL AL que en pocos días sus ruedas tocarían la pista del Juan Santamaría. Y si esto no es un desafío suficiente, entonces, el mismo avión ya tenía programado su despegue en cinco horas hacia el aeropuerto Ben Gurion, Tel Aviv. 

Frente a nosotros teníamos el reto de ubicarles en las remotas playas de surf, puentes colgantes, paseos a caballo y cascadas que continúan en caída libre precipitando su agua, en Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Honduras y Guatemala, reunirlos y ordenarlos en grupos de cada uno de esos países y trasladarlos por territorios con restricciones de movilidad, cruzarles por fronteras cerradas y volar en espacios aéreos clausurados, en otras palabras cinco días, cinco países, cinco grupos, tres vuelos, y dos pasos terrestres, todos deben concurrir a la manga de la puerta número 20, que los abordará al Jerusalén de Oro, nombre de la aeronave israelí. Por un momento pareció una misión imposible, pero en mis oídos resuena la voz de la madre de Noam, que fue clara “la quiero en casa”, y el deseo de una madre que quiere a su hija, en su regazo, mueve montañas. Y así empezó la semana que borró cualquier diferencia entre el día y la noche, porque para quien aguarda la llegada de un ser querido el tiempo es indefinido, innumerables grupos de WhatsApp que no dejaron de sonar ni por un segundo, cada número es una persona, cada uno es un mundo entero para sus seres querido. 

Y en un mundo incierto que nos pone en movimiento todos los días con prohibiciones, cierres, aislamientos y fronteras terrestres que se clausuran constantemente al igual como en el cielo. Encontramos nuestros homólogos en las instituciones del Estado costarricense. Un equipo diligente y dedicado, que proviene de una cultura de democracia y derechos humanos, cuya preocupación por la angustia del otro es su política oficial, esta fue la respuesta que encontramos en la Casa Amarilla, la Dirección General de Migración y Extranjería, la Dirección General de Aviación Civil y en el Aeropuerto Internacional de Costa Rica, supimos que no estábamos solos. 

Nuestras solicitudes fueron enviadas hasta en las últimas horas de la tarde y nuestros dispositivos móviles emitieron alarmas con las respuestas mucho después de puesto el sol. Los equipos de las agencias oficiales de Costa Rica nos dieron la sensación de que todos habían escuchado la voz de la madre de Noam, y todos estuvieron allí para traerla de vuela, así como a Sivan, Roy, Omri, Hanan, Sarah y a todos, en esos momentos ellos eran para nosotros nuestros padres, hermanos, amigos, queridos, sin nuestros colegas no hubiésemos llegado a el momento, en que la aeronave de EL AL LY048 se deslizara sobre la pista, en su proa tenía el nombre de Jerusalén de Oro, y en su interior, abordo 164 personas, entre ellas Noam, que despega hacia el cielo negro en camino a casa, a su Madre. Y, cuando todo se termine, muchos me prometieron volver a estas benditas tierras.

 

*Embajador de Israel

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Sábado 04 Abril, 2020

HORA: 12:00 AM

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