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Opinión

Educación virtual, conectividad e inclusion

EDITORIAL

La tecnología avanza de forma apabullante, cuando creemos saberlo todo sobre el uso de dispositivos electrónicos y sus aplicaciones, ya ha salido al mercado uno nuevo, más moderno y avanzado. 

Y en días hay que aprender de nuevo cómo usar otro canal de comunicación, pues se convierte en tendencia mundial y es imposible permitirse quedar atrás en un momento en que la globalidad demanda esa clase de conocimientos. 

Pues en medio de esa larga y a la vez fugaz carrera en el tiempo, en la que las tecnologías se aplastan los talones una a la otra a cada nada, la educación busca la forma de colarse en ese vagón que transita a la velocidad de la luz. No obstante, lo hace dejando atrás a muchos que no pueden conectarse y es una cruel realidad. 

Hace una década jamás habríamos imaginado que los salones de clases serían sustituidos por la comodidad del hogar o las oficinas con computadoras de escritorio por las laptops, tabletas o bien celulares que caben perfectamente en el bolsillo de una camisa. 

Nadie concebía la idea de estar detrás de un monitor y reemplazar las clases magistrales de los docentes por aplicaciones virtuales que dan indicaciones con exactitud, reciben y califican asignaciones y hasta realizan llamados de atención. 

Claro que el no ver al profesor al lado del pizarrón ni frente a un aula llena de estudiantes no quiere decir que esté ausente o sea innecesario, por el contrario, su labor es más vital que nunca, pues ahora está a cargo de decirle a sus alumnos cómo dar el salto a ese mundo que abre el recurso de la internet. 

Asimismo, los docentes tienen en sus manos una tarea más que relevante en este asunto de la educación virtual, pues deben romper sus propios moldes y hacer a un lado el temor a verse desplazados para así cumplir a cabalidad su rol como instructores en la manera de independizarse, maximizar el tiempo de las lecciones o bien mejorar las técnicas de lectura y comprensión de sus pupilos.  Además, no puede dejar de considerarse que en este nuevo método hay una cuota de responsabilidad personal sobre los resultados del aprendizaje, dicho aporte es ajeno a aquel que enseña. 

Si bien había gente que ya realizaba teletrabajo y hasta cursaban carreras universitarias locales e internaciones por medios digitales, lo cierto es que jamás se pensó que fuera a ser casi la única forma de continuar en momentos que se vive un confinamiento social de gran escala. 

Casi un 50% de la población del planeta Tierra, es decir, unos 4 mil millones de personas pueden comunicarse con sus seres queridos, realizar sus labores habituales, trabajar y hasta hacer negocios de forma virtual,  mientras son escasos los aviones sobrevolando el cielo, la mayoría de embarcaciones están atracadas en puertos y una buena parte de las empresas se han visto obligadas a sacar a su personal de las oficinas. 

El reto tampoco hace a un lado a los centros educativos que nunca antes estuvieron al 100% aplicando este tipo de instrumentos, la implementación del uso de tecnología supone acompañamiento para alumnos de corta edad y capacitación para personas adultas mayores, pues muchos de ellos quedan al cuido de sus nietos mientras sus padres aún deben salir a trabajar.  

Pero de cara a todo lo que sucede por la pandemia surgen temas trascendentales como el derecho a la conectividad, pues si bien podría haber amplia disposición de aparatos para lograrlo, hay cientos de miles de personas para las cuales este término es utópico. 

Ciertas acciones que muchos vemos tan cotidianas como contestar un mensaje de WhatsApp, hacer una reunión por zoom o bien buscar alguna cosa de nuestros intereses en Google, otros, por el contrario, ni siquiera tienen una idea de lo que son.

También hay poblaciones discriminadas del avance tecnológico y no es por temas culturales, pues tal y como lo mencionó la Organización de Naciones Unidas, la conectividad debe ser universal, significativa e inclusiva. 

Los beneficios de la sociedad del conocimiento no están llegando a todos por igual y Costa Rica tiene parte en esa realidad, hoy muchos estudiantes de colegios privados llevan cómodamente sus cargas académicas, pero la mayoría de los costarricenses en edad de estudio quedará rezagada por falta de conectividad. 

Y cómo es posible que esto suceda, bueno sencillo, quienes han tenido la labor de impedirlo duermen el sueño de los justos. Fonatel debe ser señalada por sus omisiones, las mismas que le llevaron a un regaño de la Contraloría por ineficiente y lento.  

Las poblaciones vulnerables siguen siendo las más afectadas, pues de ¢150 mil millones en promedio en manos de esta entidad, solo un 3% se había ejecutado en programas tendientes a disminuir la brecha digital en el país.

Hay quienes todavía no tienen acceso si quiera a un computador, de tenerlo se les abrirían las posibilidades de aprender, conocer el mundo y ser agentes de revolución desde sus propias comunidades. 

No puede ser que en la era de la Cuarta Revolución Industrial el país con la telefonía móvil más barata del continente, según un estudio del 2019 de la UCR, no pueda planificar y ejecutar con prontitud para que miles de niños, niñas, adolescentes y adultos mayores puedan dejar de estar distantes a la información y al conocimiento.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Martes 31 Marzo, 2020

HORA: 12:00 AM

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