Quienes ingresan a Alajuela por la radial Francisco Orlich, que pasa frente al City Mall, pueden ver que en el centro de esa transitada vía se ubican varias esculturas que adornan el acceso a la Ciudad de los Mangos.
Una de ellas se convirtió en la trampa mortal para el empresario Roberto Carlos Guerrero Ávila el 14 de enero, cuando por causas que se investigan perdió el control del volante, impactó contra una de las estructuras y perdió la vida.
La víctima, de 49 años, quien era cuñado de Laura Chaves, alcaldesa de Alajuela, esa mañana regresaba de entregar un pedido de camisas en San José.
Pero lo que llama la atención es que esas esculturas no son comunes en sitios como esa carretera, que es ruta nacional, por lo que DIARIO EXTRA consultó al Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) si estaba permitido tenerlas ahí.
Pero la respuesta que recibimos mediante la oficina de prensa fue que “no se tiene registro de que se haya realizado la gestión, por lo que se presume que en el momento que se iban a colocar se dio el permiso por parte del ministro de turno”.
Es decir, con un permiso de palabra se logró colocar las esculturas y no quedó ninguna constancia de que se podía hacer, ni pareciera que se efectuó un estudio para definir si era adecuado y seguro instalarlas en ese lugar.
También hicimos la consulta a la Municipalidad de Alajuela para saber si tuvo alguna injerencia en el tema, si hizo la petición de instalarlas en la radial e incluso si fue quien las compró.
En este sentido en el ayuntamiento informaron que al tratarse de una carretera nacional no es su competencia, tampoco tuvieron injerencia alguna en la colocación o compra de las estructuras.
Es decir, las esculturas se colocaron sin que el gobierno local supiera y el MOPT solo con un permiso de palabra permitió que su instalación, sin determinar si es seguro para los conductores.
DIPUTADO
Lo que sí quedó claro es que el exdiputado Jorge Eduardo Soto fue quien se encargó de parte de la gestión para conseguir las esculturas cuando ocupaba la curul.
“Yo lo que hice fue lograr una partida específica para el Centro de Cultura de ¢7 millones, que era lo que costaban, y ellos se encargaban de colocarlas. No sé cómo se dio ese tema”, declaró.
Finalmente, el caso es que con permiso o sin este, las esculturas están ahí, poniendo en riesgo la vida de más conductores.
