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Opinión

Más mujeres en puestos de poder

EDITORIAL

La participación de las mujeres en puestos de poder es un tema del que se habla constantemente. Tan extenso ha sido el debate que, al menos en Costa Rica, se ha intentado establecer por ley cuotas que garanticen la paridad de género, aun cuando en muchos casos todo se quede exclusivamente en el papel.

Ese debate, promovido muchas veces por personas que ni siquiera están informadas de la realidad de las mujeres, resulta igual o peor que el mito de la meritocracia.

Según la Real Academia Española, ese concepto se refiere a un sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales.

En una sociedad probablemente utópica, todas las personas, sin importar su condición económica, apellido, sexo, religión, política, entre otros factores, estarían al frente de los cargos que se merecen.

Pero evidentemente esa situación no pasa en la realidad. Basta señalar el abismo en cuanto a desventajas que han vivido las féminas en la historia.

Ya sea por acceso a la educación, concepción de su valor social (tomándolas por seres para procrear) o incluso su discriminación en la arena política, lo cierto es que también enfrentan barreras en el ámbito laboral, no solo al hacerse cargo tanto de las tareas domésticas como de los hijos en muchos casos, sino también del abuso e irrespeto en puestos de trabajo y espacios de formación.

Esa situación sale a relucir si se repasa el papel de las mujeres en la cúpula de la Corte Suprema de Justicia. Si bien los años van cambiando, aún falta mucho, por no decir que demasiado, para que la historia pueda escribirse como realmente debería de ser.

Según datos estadísticos recogidos en la investigación “La participación de las mujeres en los puestos de magistrada titular y suplente del Poder Judicial costarricense”, elaborado por Xinia Fernández y Patricia Rivera, en los 193 años de existencia de la Corte, solo se ha nombrado a 13 magistradas titulares.

El informe señala que la primera magistrada suplente se designó en 1975: se trató de la licenciada Ana María Breedy Jalet en la Sala II.

Fue hasta nueve años más tarde cuando se designó a la primera magistrada titular en 1984: la doctora Dora Guzmán Zanetti, quien formó parte de la Sala Tercera.

En resumen, en dos siglos, solo una mujer ha sido presidenta de la Corte: la exmagistrada Zarela Villanueva Monge, quien se destacó en la Sala Segunda y ha habido tres mujeres presidentas de las distintas Salas de la Corte: Anabelle León Feoli (Sala I, de 2003 a 2013), Ana Virginia Calzada Miranda (Sala Constitucional, de 2008 a 2013) y Doris María Arias Madrigal (Sala Tercera entre 2017 y 2018).

La brecha se evidencia aún más si se analizan los datos en relación con los hombres designados como magistrados.

Entre 1950 y 2018, se nombró a 233 hombres como magistrados suplentes y solo a 47 mujeres en ese mismo cargo.

Otro dato elocuente consiste en que, desde la creación de la Corte en 1826 y hasta 1975, es decir por 149 años, solo hubo hombres ostentando puestos de magistrados suplentes.

De los datos disponibles también se desprende que, entre 1983 y 2016, la Asamblea Legislativa nombró a 61 hombres.

El estudio señala que, si ese particular se compara con las magistradas titulares que se nombraron hasta esa fecha, hubo 5,5 altos jueces por cada una de ellas.

La Comisión de Género y la Secretaría Técnica de Género del Poder Judicial denunciaron esta semana la deuda histórica que persiste en el nombramiento de magistradas, tanto suplentes como titulares.

Esa realidad en un poder de la República también ha sucedido en el resto del gobierno.

Basta recordar durante la Administración de doña Laura Chinchilla Miranda las críticas en contra de su gestión y el insistente comentario: “una mujer en la Presidencia nunca más”, cuando han existido decenas de presidentes hombres pésimos al frente de sus labores.

Tampoco podemos olvidar a las tres mujeres, por lo tanto, contadas con los dedos de una mano, presidentas de la Asamblea Legislativa: Rose Mary Karpinsky en 1986, Rina Contreras en 2000 y Carolina Hidalgo en 2018.

Ni qué decir de las disparidades en los gabinetes del Poder Ejecutivo y la deuda histórica para con las mujeres, situación que esperemos sea diferente pronto, pues se nota a todas luces que este Gobierno no cumplió con lo prometido.

Ojalá que la historia sea justa. Que las páginas aún no escritas resulten otras, que la educación se convierta en la base de nuestra sociedad y las mujeres obtengan el lugar que les corresponde en tantos puestos de poder como sea posible.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 30 Noviembre, 2019

HORA: 12:00 AM

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