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Opinión

Indigencia atrapa adultos mayores

EDITORIAL

Basta caminar por el cantón central de San José para percatarse de la gran cantidad de habitantes de las calles que montan dormitorios improvisados para pasar la noche, refugiarse del frío y dormir en medio de cartones, algunas ropas y el estómago vacío. 

Pero esa indigencia tiene un tinte diferente de unos años para acá, muchos de los habituales, al menos en la capital, lucen algunas canas, que evidencian que ya han devorado el mundo, pero por razones desconocidas están ahora abandonados. 

Y no es casualidad que muchos adultos mayores estén en esa situación, las estadísticas muestran que entre 2010 y 2018 el porcentaje de pobres en esa población alcanzó un 24%, según la Encuesta Nacional de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Es decir 24 de cada 100 ciudadanos de oro es pobre, cerca de 131 mil personas no tienen recurso para llevar una vida digna. De esa cantidad al menos 26 mil están en pobreza extrema, no tienen dinero para cubrir lo básico de alimentación. 

Hay que sumar que cerca de 80 mil adultos mayores deben trabajar en la informalidad para poder ganarse algo y sobrevivir. Solo 1 de cada 3 tiene una pensión. 

Entonces en medio de este panorama es inevitable pensar que ese sector de la población está en desamparo dentro y fuera de sus casas, solos y junto a sus familias, al extremo que unos prefieren vivir en las calles. 

De sobra se entiende que hay adicciones de por medio que deberían ser tratadas médicamente y que se agravan en la condición de indigencia. 

Preocupa este panorama, pues para 2050, es decir en 31 años, el 21% de la población costarricense será adulta mayor, pues superará los 65. Más sencillo, 21 o más de cada 100 ciudadanos tendrán carné de oro. 

Eso indica que nuestro país hará frente a un fenómeno cada vez más progresivo en el mundo, menos natalidad y mayor edad, lo cual trae consigo mayores retos, como la generación de políticas públicas destinadas a mejorar la calidad de vida, oportunidades de empleo, mejora en servicios de salud y transporte, además de modificaciones en infraestructura pública.

La ancianidad es una etapa de la vida que merece tranquilidad, amor y paciencia, pero acá en Costa Rica este es un escenario para muchos inexistente.

Las estadísticas muestran un panorama vergonzoso. En 2018 y 2019 se contabilizaron más de 6 mil denuncias por agresiones físicas, patrimoniales, psicológicas y hasta sexuales. 

Por día, casi 17 personas acusan haber sido objeto de malos tratos y negligencia, principalmente por miembros de su propia familia y esto es reprochable, pues se supone que son los seres queridos quienes deben velar por el cuido de esta población. 

Pero también hay que tomar notas más puntuales, si bien se reportan agresiones dentro del hogar, es importante destacar que puertas afuera los adultos mayores protagonizan discriminación y violencia. Basta con pedir a la Defensoría cuentas de las denuncias contra choferes de buses, taxistas y hasta personal administrativo de las instituciones públicas. 

En estos lugares se olvidaron no solo de las normas de cortesía básicas para cualquier empleo, sino también de la normativa que resguarda la integridad de las personas en edad de oro.

Hay un problema mayúsculo, muchos creen que el estado de indefensión característico de los ciudadanos de 65 y más les permite el derecho de dirigirlos, privarlos de su libertad y hasta hacer uso de sus recursos sin el menor reparo.

Hoy nuestro país necesita hacer un alto y pensar hacia dónde va en esta materia. Si bien existen leyes para la protección de los adultos mayores, poco se hace por ponerlas en función plena.

Muy pocas veces somos testigos de condenas o sanciones para los agresores, parece que el sistema se detiene en llamados de atención y algunas campañas, mientras las estadísticas revelan un aumento en las agresiones dentro y fuera de casa. 

Llegar a la edad adulta debe ser un privilegio respaldado por el propio Estado, pero ni siquiera eso ocurre, esta población debe hacer de tripas chorizo para sobrevivir con pensiones de hambre, lidiar cada día con el servicio público y la atención en centros médicos, los mismos que casi les obligan a hacer filas desde la madrugada para obtener un campito.

La mayoría de personas que sobrepasan los 65 años requiere algún cuido, aun cuando puedan valerse por sí mismas, la atención se hace necesaria pues el atardecer llega con lentitud, pero de forma segura. 

Las instituciones responsables de velar por el bienestar de los abuelitos deben hacer esfuerzos mayores para cumplir con la ley en todos sus extremos. 

La sociedad es el responsable número uno de esa apatía, de ese desprecio, ¿será acaso que no entiende la posibilidad de envejecer y el derecho de hacerlo con dignidad? 

El Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam) debería estar recorriendo las calles josefinas para determinar las razones que llevaron a este montón de adultos mayores a permanecer en las calles pidiendo dinero para vivir, pero sobre todo arriesgando su integridad.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Jueves 20 Junio, 2019

HORA: 12:00 AM

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