En Belén
Juan Luis Mendoza
Llegamos a Belén con José y María, que está embarazada, a punto de dar a luz. Y san Lucas nota que, a la hora de buscar albergue, “no había lugar para ellos en la hospedería” (Lucas 2,7). ¿A qué hospedería se refiere? Es el lugar en que llegan a parar las caravanas, y que el historiador Ricciotti describe así: “Es un recinto sin techar, circuido por un muro bastante alto, con una sola puerta…
Las bestias quedaban en el centro, al aire libre, y los viajeros, bajo los porches o entre los animales.
Y en aquel amasijo de hombres y bestias revueltos, se hablaba de negocios, se rezaba, se cantaba, se dormía, se comía, se podía nacer, se podía morir…”.
¿Qué se nos quiere decir por el evangelista cuando afirma que no había lugar “para ellos”? El autor inmediatamente citado se explica: “Sitio por sitio, lo habían encontrado en aquel albergue. Jamás ocurre que un aposentador de caravanas, en el Oriente, diga que todo está ocupado”. Sí que había lugar. Pero al decir “para ellos” se nos quiere indicar que el lugar no era el adecuado para el inminente parto. En caso contrario, san Lucas hubiera dicho simplemente que no había lugar”.
El Padre Larrañaga, por su parte, explica: “Eso significa que, en un momento determinado, la pobre Madre, junto con José, se asomó al lugar de las caravanas. Y cuando presenció aquella barahúnda de gritos, hombres y bestias, la Señora quedó espantada solo de pensar que el parto tuviera que ocurrir ante la curiosidad general de tanta gente; y prefirió otro lugar, aunque fuese molesto y húmedo, con tal que fuese solitario y reservado”.
En consecuencia, las razones por las que Jesús nace en una gruta son la pobreza y la pureza. La pobreza, pues ya se sabe que la plata abre todas las puertas a este mundo. Y la pureza, en su significado de delicadeza, dignidad y pudor que aureola a la Virgen. Ricciotti resume que María “quiso rodear su parto de reverente reserva”.
Ahora bien, antes de la última decisión, como se deduce de los hechos, María y José optan por posibilidades: primero, en el lugar de las caravanas, y antes entre familiares, amigos y vecinos de Belén. El Padre Larrañaga advierte: “Abandonarse a la voluntad del Padre no significa cruzarse de brazos y esperar, sino hacer de nuestra parte todo lo posible para solucionar las dificultades y necesidades. Y a la hora de los resultados, cualesquiera que sean, entregarse en las manos del Padre. Sin duda, así se hizo”.
Por su parte, F. William recuerda que “la imaginación popular coloca aquí escenas conmovedoras: María y José van de puerta en puerta, de una despachan a otra… Los evangelios no cuentan nada sobre eso. Pero debió ocurrir algo de eso… Eso hubiera sido lo más natural”.
Ahí está el origen de las tan populares y extendidas “posadas” que tanto se dan entre nosotros en el tiempo de Navidad.
¿Cómo reacciona María ante el silencio de Dios, ante el cielo cerrado a su situación? Ella es consciente de que el parto se puede sobrevenir en cualquier momento. De puerta en puerta, de ilusión a desilusión, de buenas palabras a puertas cerradas, María es doblemente sensible: por ser joven y por la emoción y el temor propios de alguien que está por dar a luz. No obstante, se mantiene dueña de sí, fuerte, en paz y esperanzada, a pesar de la negativa de los habitantes de Belén. “Una y otra vez, advierte el Padre Larrañaga, su perpetuo hágase la librará de la ansiedad y de la caída emocional; le conferirá una fortaleza indestructible y la dejará sumida en estado de calma, dulzura, elegancia, dignidad y grandeza. Y, tranquilamente, seguirá buscando otras casas u otras soluciones”.
Y concluye: “Y así, la Sierva del Señor, abandonada indefectiblemente en las manos del Padre, espera llena de inquebrantable dulzura el Gran Momento”.
Hasta aquí por hoy. Seguimos el próximo día con el relato de la huida a Egipto, Dios mediante.
