Disturbios xenofóbicos, distracción a favor de 2 gobiernos
La pluma del pueblo / René Barboza C.
En estos últimos días, Costa Rica fue noticia en el mundo por la decisión de un grupo de mal amansados seudociudadanos que se atribuyeron la defensa del parque de La Merced y decidieron manifestarse en contra de los emigrantes nicaragüenses utilizando la violencia. En el lugar gritaban consignas al estilo de las ya desprestigiadas barras bravas que mucho daño le ha hecho al fútbol costarricense y ahora a la imagen internacional de nuestra patria.
Con camisetas alusivas a equipos de fútbol y de la Sele, cantaron de forma espantosa nuestro himno nacional. Si don Manuel María Gutiérrez y don José María Zeledón, autores de la música y de la letra respectivamente de nuestro símbolo patrio, los hubieran escuchado, posiblemente llorarían de ver en lo que sus obras se convirtieron en voces de los manifestantes xenofóbicos.
Los cables internacionales daban a saber al mundo la actitud de unos cuantos vagabundos quienes convirtieron la manifestación supuestamente pacífica, en una provocación a los nicaragüenses. De no haber intervenido la Fuerza Pública otro gallo hubiese cantado y estaríamos lamentando no solo el peso de haber maltratado físicamente a humildes nicaragüenses, sino hasta la pérdida de vidas y eso si nos desnudaría más en los foros internacionales.
Pero, ¿Nadie se ha puesto a pensar quiénes se favorecen con estas acciones? El nacionalismo nicaragüense se hace sentir en el país del norte y una vez más mordemos el anzuelo de los líderes políticos de ese país, que durante décadas nos han utilizado para sus convenientes manipulaciones en su afán de oprimir al pueblo pinolero. Se me viene a la mente cuando abrimos nuestras fronteras para que este mismo opresor junto con el non-grato Edén Pastora, utilizaran nuestro territorio para derrocar al dictador Anastasio Somoza. Ellos utilizaban nuestros aeropuertos con la venia del entonces presidente Rodrigo Carazo y resultó peor la cura que el mal, ya que Nicaragua lejos de crecer como nación, se ha consumido en la pobreza y la desigualdad, generando la masiva emigración a países más estables como el nuestro.
Muy contento debe estar daniel ortega, (no lo puse con minúscula como error ortográfico, pues yo considero minúsculo a este personaje) porque mientras desangra a su pueblo, oprime a los estudiantes, lleva dolor a miles de familias, los actos en Costa Rica, generan distracción y victimizan a todos los nicaragüenses. Ahora bien, ¿habrá mano negra en estos disturbios? ¿Quién o quiénes están interesados en distraer los acontecimientos que suceden en el hermano país en perjuicio de la imagen costarricense?
No creo que con intención, pero de carambola los gobernantes costarricenses hasta cierto punto se benefician con estos actos. Lo digo ya que mientras un sector grande de la población reclama la poca y pésima política migratoria mediante la cual hay mayores privilegios para los de afuera en relación con los que estamos acá, estos actos fortalecen la imagen del gobierno, mostrándolo como benefactor y de actitud cristiana en momentos donde nuestra discusión fundamental debe ser el plan fiscal, la infraestructura, el gasto público y los actos de corrupción política (aunque en este país esos escándalos no duran más de tres días).
Pleitos entre exfutbolistas en redes sociales, la situación de los emigrantes nicaragüenses, las marchas por la diversidad y quienes la rechazan son ahora el pan de cada día. ¿Y los temas realmente importantes? Eso me hace pensar que somos de verdad el país más feliz del mundo o en realidad el país más despreocupado del mundo.
Las autoridades deben llegar hasta las últimas consecuencias con los malos ciudadanos que cobardemente retaron a nicaragüenses indefensos en las calles de San José, pero eso no debe de darle patente a los gobernantes de ambos países, de distraer su atención sobre los verdaderos problemas.
En el caso de los nicaragüenses, no le permitan al nefasto dictador, despertar lástima y falso nacionalismo utilizando otra vez a Costa Rica como escudo.
