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Opinión

Gobiernos irresponsables, sinvergüenzas y chambones

Álvaro Madrigal*

Recordamos al presidente Luis Guillermo Solís Rivera preparando el estado de ánimo de sus gobernados ante la dimensión de los problemas éticos y de calidad de gestión de la administración Chinchilla Miranda, por él encontrados a su llegada al poder. Preparaba el estado de ánimo de cara a la denuncia que él haría en un mensaje al país que se produciría al cumplirse los primeros 100 días de su mandato.

Lo que trascendía, lo que se deslizaba maliciosamente a través de fuentes allegadas a su presidencia era una seguidilla de problemas de gestión y de ética muy graves. Para encarar sus secuelas, enderezar las acciones punitivas pertinentes y perseguir a los delincuentes seguramente resultaría indispensable contar con respaldos políticos de base ancha y firme. Para eso se quería preparar a los ciudadanos.

Y vino la fecha del discurso de los 100 días. Entre muchas afirmaciones e insinuaciones y pocas imputaciones, el presidente Solís Rivera dijo a Costa Rica: “Lo digo sin rodeos. En las últimas décadas hemos sido gobernados con irresponsabilidad. Muchas veces y de muy distintas maneras, quienes recibieron del pueblo el mandato de gobernar violaron la Constitución y la Ley… La irresponsabilidad, la sinvergüenzada y las chambonadas en el Estado no pueden seguir siendo disimuladas ni toleradas, no solo por razones éticas y morales –que las hay muchas- sino principalmente porque tales disfunciones tienen costos y consecuencias sociales”.

Lo que siguió, lo conocemos. Aquello fue como una cortina de humo. Casos de menor cuantía, hechos con más cara de error que de contenido delictivo, ninguna acción correctiva desprendida de las potestades de los jueces o de los contralores de la hacienda pública. Fue más bien como un bumerán que golpeó al presidente y a su equipo, tirándolos a la lona y despojándolos de la imprescindible autoridad moral y capacidad política para convocar a la negociación en torno a los grandes problemas de la Nación. 

La cruda verdad desnudó a un gobierno extraviado, sin norte, sin sentido de equipo, mucho menos de equipo de calidad, plagado de incompetentes que debieron partir a su casa no por comprenderlo así el primer mandatario, sino por la aplastante censura pública (de lo que el ministro de la Presidencia, los cambios en el MOPT, lo  del “cementazo”, las pifias en el manejo de la infraestructura, la caída en picada de la autoridad del ministro de Hacienda) fueron  una clara manifestación del vacío en la Casa de Gobierno. ¿No es grave que se haya tenido que echar mano a artilugios ilegales para atender compromisos con los acreedores de la deuda pública?

Al gobierno del presidente Alvarado Quesada le cae la catedral de problemas que los gobiernos precedentes (Arias y Chinchilla también) construyeron. Hoy esa sanguaza tiene al país a punto del sofoco, con una crisis fiscal con graves impactos en la economía y la relativa estabilidad social.

¿Se habrá percatado finalmente el ex presidente Solís de que su gobierno hace parte también de aquellos gobiernos que caracterizó con sentido devastador?

Y el presidente Carlos Alvarado que fue parte de su administración y que hoy –cual guabina- se moviliza muy modosito, ¿habrá percibido en todas sus dimensiones esa nefasta forma de gestionar? ¡Quién sabe!. 

La duda es grande visto que no tiene empacho a rehabilitar y nombrar como colaboradores suyos a personajes que hicieron parte de los gobiernos concurrentes en la construcción de este despelote.

 

*Abogado, periodista.

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Martes 21 Agosto, 2018

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