Trump y el mundo en el que vivimos
¿Y usted qué opina? / Fernando Berrocal
Como ciudadano del mundo y feliz de vivir en la provincia, en paz y en un país libre y democrático, me alegra el avance y el diálogo entre el presidente Trump de los Estados Unidos y el presidente Kim de Corea del Norte, en Singapur.
La desnuclearización de la península coreana es buena para el mundo y para la civilización humana y no solo para los actores principales de ese lejano y crítico vecindario, como lo son Corea del Sur y del Norte, Japón, China y Rusia.
En pocos y vertiginosos años, pasamos de un mundo bipolar, con dos centros de poder mundial, en Washington y en Moscú, a un mundo abierto, interconectado y multipolar, con varios centros de poder e influencia global.
El inmenso desarrollo científico y tecnológico y su decisivo impacto en las comunicaciones y en la cultura, han generado una globalización económica imparable, cuyo principal signo es la expansión del comercio internacional, a nivel norte-sur y entre el Pacífico y el Atlántico. Esa es la realidad del presente.
Mientras la reunión del G-7 de los poderosos países occidentales (Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Japón, Francia, Italia y Canadá) fracasó en medio de grandes y encontradas diferencias sobre su visión del mundo y el comercio internacional, al otra lado del Pacífico los líderes de China, Irán, India, Pakistán, Rusia y otros países petroleros y con enormes reservas de gas, llegaban a importantes acuerdos de desarrollo complementario y reducían, con total pragmatismo, sus históricas y abismales diferencias políticas y económicas.
UN ENORME Y SIGNIFICATIVO CONTRASTE. El presidente Xi condecoró y llamó al presidente Putin “mi mejor y más íntimo amigo”, al firmar enormes y multimillonarios proyectos de desarrollo binacional y los Jefes de Estado de India y Pakistán, enemigos acérrimos, aplaudieron y se pusieron a dialogar. Por contraste, la señora Merkel de Alemania, Macron de Francia y hasta el vecino primer ministro Trudeau de Canadá, no soportan ni en privado ni en público al presidente estadounidense.
La tesis del presidente Trump es el proteccionismo y “América primero” al costo geopolítico que sea, en contra de la globalización y el multilateralismo. Estados Unidos frente al mundo entero, sean sus históricos y necesarios aliados europeos o sus tradicionales rivales ideológicos en la cúpula del poder mundial. A lo John Wayne de las viejas películas de vaqueros, en las que siempre ganaban los blancos y perdían los indios. Así gobierna Trump.
El dato, sin embargo, es que la economía de los Estados Unidos está creciendo.
Lo que pasa es que el mundo actual es diferente y lo es desde hace mucho tiempo. Desde la caída del muro de Berlín y desde que unos carajillos geniales, en California, en los propios Estados Unidos, cambiaron la civilización humana para siempre, personalizando las computadoras, generando nuevos sistemas e inventando los teléfonos celulares inteligentes que hacen de todo y hablan todos los idiomas del mundo. Esa revolución tecnológica no respeta fronteras.
Algo está mal en Washington. ¿O será que todos los otros, amigos y adversarios históricos de los Estados Unidos, están equivocados?
