Lamento por la normalización de la violencia
Eleonora Badilla Saxe*
La realidad no es blanca o negra. No todo es totalmente negativo ni completamente positivo. Tiendo a ser optimista y a ver los aspectos positivos de nuestra sociedad; a reconocer las muchas personas buenas y honestas y los muchos esfuerzos por promover una cultura de paz, armonía y solidaridad. Pero en la coyuntura que estamos viviendo, quisiera enfocar, aunque sea solamente para tomar conciencia, lo que significa la normalización de la violencia que parece que se está generalizando en el país.
La opinión de la Corte de Derechos Humanos CIDH en enero pasado corrió el velo que opacaba la discriminación contra la diversidad y contra la pluriculturalidad. El inicio del curso lectivo en el país con más maestros que soldados, fue obstaculizado debido a la oposición de algunas familias al Programa de Afectividad y Sexualidad que precisamente pretende que aprendamos a convivir con respeto. Y la magnitud del matonismo (bullying) que se da tanto en las instituciones educativas como por las redes sociales fue dolorosamente recordado por la inmensidad del sacrificio de Sebastián y de la niña (de la que no conocemos su nombre) en Cartago. El acoso sexual y laboral y la violencia doméstica han dejado a las docentes y a las madres sin posibilidades emocionales para actuar en defensa de sus hijos, hijas y estudiantes. Las y los compañeros de estudio, que padecen o presencian la violencia en sus casas y en la calle piensan que así es la vida. Los padres y los docentes que se hicieron hombres padeciendo violencia de género para reafirmar su masculinidad, repiten los patrones tóxicos y aceptan el acoso a jóvenes y niños como un mal necesario para sobrevivir en la sociedad patriarcal. Los violentos comentarios en redes sociales caracterizados por la confusa redacción y la ausencia de ortografía, acusan la mala calidad de nuestra educación; opiniones vertidas sin fundamento ético, estético, teórico o conceptual, dan cuenta del desconocimiento de la institucionalidad nacional y de nuestras leyes. Y exponen la mala calidad de nuestra educación. La violencia está en la televisión; en los videojuegos; en la letra de las canciones de moda; en el lenguaje y en el humor (sexista, homófobo, xenófobo). Los femicidios se multiplican. La impunidad es tan violenta como un golpe físico en la cara.
La normalización de la violencia es un peligro ingente para la estabilidad y la paz social.
Si no queremos llevar al país a un punto de no retorno en cuanto a la escalada de la violencia, es necesario actuar con urgencia.
No tengo la respuesta de cómo hacerlo, porque desmontar esta normalización, requiere de esfuerzos tan enormes como el peligro que enfrentamos.
Pero estoy segura que la educación juega un papel fundamental para enfrentar, detener esta amenaza, cosa que la reducción del déficit fiscal no hará.
Pero, la misma visión educativa que ha permitido esta escalada no ayudará a revertirla. Hay que cambiar el paradigma educativo; recuperar la formación de las personas; desarrollar la conciencia de la responsabilidad individual y colectiva en el cuidado de la vida; la ética y la estética deben retomar su lugar al lado de la ciencia y la tecnología.
Hay que buscar una visión ECOformativa de la educación, que tiene la misma importancia que la ECOnomía y la ECOlogía. Quiero cambiar mi lamento en esperanza: pongamos la Educación en el centro del interés nacional. Una nueva educación que promueva la conciencia y la convivencia. Solamente así podremos contribuir al desarrollo de una sociedad solidaria, pacífica y equitativa.
*Rectora Universidad Castro Carazo
