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Opinión

Que un presidente sea un pastor o un pastor sea presidente

Pastor Carlos Mora Ovares

No cabe duda que los cristianos evangélicos representan una fuerza importante en la opinión pública y tanto más en lo que respecta al presente proceso electoral. No obstante, más allá de una opinión partidista, es pertinente considerar un efecto que se ha soslayado y que es consecuente al hecho de que pastores y líderes evangélicos incursionen en el campo de la política. Por supuesto que soy partidario que personas cuyos valores, principios y ética se hagan sentir en la sociedad y aspiren a la función pública donde en el marco de la legalidad hagan prevalecer la justicia, la moral y la equidad; pero es necesario hacer una separación entre en la política y la religión para que no haya una polarización en medio de la sociedad propiciada por esta mezcla. Si bien la polarización es inevitable desde el punto de vista de las cosmovisiones, inevitablemente esta llega a manifestarse en el ámbito natural y hasta personal como ha sido manifiesto en el enfrentamiento de palabras en el plenario estos últimos años y hasta en los debates políticos donde el enfoque ha recaído sobre los individuos con palabras arteras, ofensivas y denigrantes por las partes involucradas. Lo admitamos o no, es un hecho que la participación en política conlleva inevitablemente adversarios que desembocan en pasiones y en donde la saña seguirá manifestándose no solo en los debates políticos, sino en el seno de todo ámbito de la sociedad. Lo expresado anteriormente es un preámbulo para describir desde mi punto de vista el efecto que se ha soslayado respecto a la participación de pastores y líderes evangélicos en la política y es el siguiente. La política es solo una de las esferas de la vida del ser humano en la sociedad por lo cual debemos asentir que la corrupción moral de cualquier índole no está en los partidos políticos, sino en el corazón del hombre. La iglesia no la constituyen las denominaciones, sino los individuos por lo que ningún partido político puede abrogarse la representación de la iglesia. Esto visto de afuera hacia adentro y viceversa. Por otra parte, los pastores y líderes que incursionan en la política está bien que lo hagan, pero solamente dedíquense a eso, pero no mezclen ambos oficios, pues cabe preguntarse si quienes están en los púlpitos y el servicio a Dios tendrían autoridad moral para testificar del amor al prójimo y de la misericordia cuando ellos mismos deliberadamente han ofendido, vituperado y denigrado a sus adversarios. Finalmente, por el enfrentamiento inevitable que surge de incursionar en la política debemos preguntarnos si los pastores y líderes evangélicos constituyen una piedra de tropiezo para que otros conciudadanos sujetos del amor y la misericordia de Dios puedan abrazar la fe que puede resultar en la salvación eterna de las almas, el cual es el propósito por el que Jesús vino a este mundo. (Aunque los suyos quisieron hacerlo “su presidente” rey.) Al escribir esta reflexión es solamente eso y no debemos perder de vista el ejemplo bíblico de la separación entre el sacerdote y el rey y quien quiso ejercer los dos, fracasó.

 

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Miércoles 21 Marzo, 2018

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