¡Qué fue aquello!
Marcela Chacón
Hace cuatro años cuando el PAC llegó a segunda ronda en las elecciones nacionales contra todos los pronósticos y para sorpresa del Frente Amplio, Liberación Nacional y el Movimiento Libertario, aprendí que no existe nada tan falaz como las encuestas nacionales. Sin embargo, no he logrado sobreponerme a la curiosidad casi morbosa que siguen despertando en mí cada semana y las busco ansiosamente en cuanto son publicadas.
A veces me pregunto si en realidad los sondeos se llevan a cabo debidamente como señalan estas empresas, si la información y las preguntas son manipuladas de alguna forma – pues sé que las preguntas se dirigen para recibir determinadas respuestas – con la intención de levantar o dar la puñalada a algún partido político específico (como creo que sucedió con Villalta en el 2014), o si sencillamente en algunas oportunidades se decantan por un “bateo” sin ton ni son para ponernos turulatos y reírse a carcajadas ante el pánico generalizado que producen.
A la muestra me remito: la semana pasada, dos de las encuestas mostraron resultados completamente distintos y tan distantes entre sí, que parecieran haberse tomado en dos países diferentes. En el caso del candidato Rodolfo Piza, por ejemplo, en una de ellas aparece en segundo lugar, con lo cual disputaría la silla presidencial contra Antonio Álvarez (único que se mantiene sin variaciones) en segunda ronda, mientras en la otra aparece en el cuarto puesto, dejándolo sin ninguna posibilidad de aspirar a la Presidencia; algo similar sucede con el señor Juan Diego Castro, quien hasta la fecha pareciera haberse consolidado en el codiciado segundo escaño, pero que se ve desplazado a la baja en la encuesta que muestra a un Piza repuntando. El candidato que se perfila igual en ambas encuestas con un aumento significativo es Fabricio Alvarado, lo cual no resulta sorpresivo ante los últimos acontecimientos relacionados con el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto a los matrimonios de personas del mismo sexo.
Así las cosas, he decidido continuar leyendo las encuestas durante los pocos días que quedan para las elecciones para ver si el 4 de febrero en la noche puedo felicitarme por mis propias conclusiones atinadas, o si por el contrario, el resultado dista sustancialmente de mis vaticinios personales. Si las encuestas sirven o no, lo tengo en veremos; que me entretienen muchísimo no es ningún secreto; y que espero que todos vayamos a votar el primer domingo de febrero contra todos los pronósticos de estas empresas, sería algo maravilloso.
Vayamos a votar; no permitamos que ganen las encuestas con el porcentaje de abstencionismo que esperan y que nos recuerdan casi a diario. Está en usted y en mí cambiar las cifras y demostrar que seguimos creyendo en la elección responsable de nuestros gobernantes. Feliz martes a todos.
