¿Hacia dónde iremos después de febrero?
Franklin Carvajal B*
El mapa electoral latinoamericano estará muy movido en este año 2018. México y Brasil, las dos principales economías de la región, irán a elecciones en mayo y octubre respectivamente, y en esa coyuntura se encuentran Colombia, Paraguay, y por supuesto nosotros. Está planteada una elección presidencial en Venezuela, cuya realización pende de la voluntad de Nicolás Maduro, y un cambio de mando en Cuba, sobre el que no hay mayores expectativas.
Dos son los grandes temas que concitan el interés de los electores, y también de organismos financieros, entidades internacionales y medios de prensa: el modelo económico a adoptar y el combate a la corrupción, todo ello en medio de una creciente desafectación de la población con la democracia, porque los problemas de las mayorías continúan ahí, apenas medio atendidos o del todo sin atender, y huele a podrido por todo lado.
La dicotomía más “mercado y menos Estado”, o su versión inversa, “más Estado y menos mercado”, continúa siendo el gran reto de políticos y gobernantes de la región, y razón de ese péndulo electoral en el que se mueven nuestros países desde hace algunas décadas, unas veces a la derecha, y otras a la izquierda.
Con la misma expectación se mueven las agujas del crecimiento económico, para arriba o para abajo.
Se calcula que para el 2018 el PIB de la región como un todo rondará el 2%, destacando con un crecimiento mayor República Dominicana, Panamá y Perú, pero el combate a la pobreza sigue siendo inestable y muchos de los que hoy salen de la pobreza por una puerta, regresan por otra al corto tiempo. Los indicadores sobre inequidad y distribución de la riqueza se mantienen prácticamente inalterables y en ninguna parte surgen políticas y acciones estructurales, de fondo, que adviertan sobre un cambio sostenible a corto plazo de esa injusta situación.
Hace algunos meses señalaba en esta misma página que “un fantasma recorre América Latina, el fantasma de la corrupción”, y ese “fantasma” se mantiene en frondoso crecimiento, ya sea fruto de las andanzas de Odebrech en muchas naciones del continente o, como en nuestro caso, bajo la figura del “cementazo”, que sacudió los cimientos de los tres Poderes de la República y contaminó sensiblemente las finanzas de uno de los bancos del Estado de más larga trayectoria.
Fuera de foco. El tema del “modelo económico” es uno de los de mayor relevancia a nivel regional y afecta los nervios más sensibles de la vida de nuestros países, en cuanto a crecimiento, empleo, calidad de los servicios públicos y calidad de vida en general de la población.
Acá, a escasos días de que la ciudadanía acuda a las urnas, muy poco de eso se debate. Los enfrentamientos entre los candidatos están discurriendo por los senderos de lo irrelevante, de lo secundario, por lo cual resulta muy difícil siquiera vislumbrar qué pasará con nuestro país después del primero domingo de febrero; y más aún si, como parece, habrá que retornar a las urnas en abril, para saber en definitiva quién dirigirá los destinos del país a partir del próximo 8 de mayo.
En este proceso electoral ha irrumpido de manera insólita una suerte de “populismo religioso” que lo está contaminando todo, y temas del fuero interno de las personas o de sus derechos como seres humanos, son llevados a la palestra y a los medios de comunicación, convertidos en dogmas religiosos o en condenas excomulgatorias.
Es importante señalar que el próximo 4 de febrero podría no quedar electo el Presidente para el cuatrienio 2018-2022, pero sí quedará electa y conformada la próxima Asamblea Legislativa, donde se tramita buena parte de la oferta electoral de quien finalmente se convierta en el Primer Mandatario. Hoy hay nueve bancadas surgidas de las urnas, más algunos desprendimientos que se han generado casi desde el mismo despegue del nuevo parlamento. Toda una babel legislativa, que se vislumbra podría crecer en el próximo cuatrienio. Ese es otro tema de cardinal importancia, que debería estar en el centro de los debates, pero eso no ocurre.
En dos ocasiones, en los últimos trece años, la Sala Constitucional ha frenado por razones de procedimiento, dos intentos de los respectivos gobiernos, tramitados con grandes dificultades en el parlamento, para impulsar una reforma tributaria, si no la necesaria al menos la posible, para tratar de superar la asfixiante crisis fiscal del país, causa de buena parte de nuestros endémicos problemas. Hoy, sin haber llegado a la discusión por el fondo de proyectos presentados, ese que es el mayor desafío para el país, no ha ocupado el puesto que se merece en los debates realizados
Podríamos referirnos a los modelos existentes para construir obra pública, el tema del empleo publico, la realidad de nuestro sistema educativo, el transporte, la sobre vivencia del sistema de pensiones, la atención hospitalaria de la población, entre otros problemas que inciden directamente en nuestra calidad de vida, y sobre los que no hay planteamientos de fondo, estratégicos, en esta campaña electoral.
Hasta la fecha, a muy pocos días de las elecciones, los candidatos están más ocupados de lo intrascendente, del problema de todos los días que administrativamente lo puede resolver cualquier funcionario de segunda categoría, en el Gobierno o en los municipios, que en levantar un discurso y presentar una visión de país en desarrollo, bienestar y ética, que pueda generar entusiasmo y deseos de participación.
En esta circunstancia, la gran interrogante no es quién ganará la Presidencia de la República en febrero o en abril, sino, ¿qué va a pasar con este país después de alguna de esas dos fechas?
*Periodista
