CONSULTA: Distinguido Profesor Corazón, aunque tengo una buena carga de años encima, me he dejado atrapar por la tecnología y me he vuelto muy aficionado a las redes sociales.Yo soy de esas generaciones que jugaban bola hasta el anochecer, sin importar la lluvia o los barriales, de los que corríamos por las fincas en busca de frutas y nuestros grupos de WhatsApp eran largas conversaciones en alguna esquina del barrio.
De aquellos que nos escapábamos a las pozas o hacían inocentes travesuras en las casas de los vecinos. Hoy todo eso ha desparecido, cuesta ver un grupo de jóvenes disfrutando de una buena conversación porque nadie se despega de su celular, cualquier conversación, por más banal que sea, es mediante grupos de chat, mensajería u otros.
Hay quienes pasan pegados horas a la computadora, hasta que están pálidos por falta de sol. En las reuniones familiares es difícil mantener una charla amena, pues a cada rato se interrumpe por llamadas o mensajes. Hay gente que no puede despegarse de su celular siquiera un par de horas, mientras que para otros es una tragedia cuando lo dejan olvidado en la casa y el resto del día pasan con una gran ansiedad, como si tuvieran un vacío.
No niego que incluso a veces uno se entusiasma y hasta pierde la noción del tiempo, a mí casi no me ocurre, pero hay personas que no duermen, perdiendo valiosas horas de sueño y al día siguiente andan como autómatas en el trabajo. En mis tiempos salíamos de paseo en excursión y la gran alegría era ir viendo el paisaje por la ventana del bus, incluso uno se peleaba el asiento junto a la ventana, pero hoy los paseantes ni siquiera alzan la vista para apreciar el sol de un bello día, el azul verdoso de las montañas o una corriente de agua cristalina en algún río de hermosos parajes, pues se pasan todo el viaje con la mirada fija en la diminuta pantallita, apartados del mundo, como si no existiera nada más.
Lo malo de esto es que muchos padres de familia para entretener a los chiquitos, algunas veces para que dejen de molestar, les dan teléfonos para que jueguen con las distintas aplicaciones que estos tienen, al final los chiquitos se enfiebran y no quieren soltar el aparato. Además casi no disfrutan la comida porque comen casi sin percatarse mientras tienen la mirada fija en la pantalla.
La verdad es lamentable, pues siento que muchos no sacan provecho del enorme potencial que ofrecen estas tecnologías, que nos podrían convertir en personas más cultas e informadas. Además se desaprovecha mucha información que nos puede ayudar a mejorar nuestra salud, condición de vida y hasta negocios que nos podrían hacer crecer económicamente.
La inmensa mayoría gasta horas en cosas triviales, mensajitos, cadenas, chistes, memes o solo los utilizan para ver pornografía. Otros, por su parte, se empoderan para comentar y ponderar sobre los más diversos temas de los que no tienen ningún conocimiento, pues las redes así lo permiten, pero por lo general es para criticar, ofender o descalificar cualquier acción o comentario positivo de otras personas.
Creo que esto sucede porque son personas que difícilmente enfrentarían una discusión de altura cara a cara ante su total desinformación, por ello se dejan decir cualquier tontería como “aporte” sobre algún tema. Son gente que en vez de dar argumentos que sostengan su tesis, simplemente tratan de idiota o imbécil a quien planteó algún comentario o expresó su opinión fundamentada sobre algo o alguien.
Para ellos todos los políticos son corruptos o ladrones, igual que los funcionarios públicos, sin considerar que existen regidores, diputados, ministros o presidentes de entidades autónomas que se esfuerzan por hacer una buena labor, que dedican más tiempo del que les pagan para buscar solución a los problemas. Lógicamente, en todo esto hay buenos y malos políticos y funcionarios públicos, pero eso considero no da pie para generalizar.
Hay otros que están atentos para descalificar cualquier información, aunque desconozcan de dónde surge. Por ejemplo, cuando se ha dado a conocer el ranking de los países más felices del mundo, en que por lo general aparece Costa Rica, de inmediato surgen cientos de comentarios que en lugar de resaltar ese logro y gritarlo al mundo comienzan a despotricar por la delincuencia, los accidentes de tránsito, la corrupción y otras tantas cosas para argumentar que este no es un país feliz, sin percatarse que esa calificación obedece a otros índices de bienestar de la población.
Me duele cuando a nivel internacional alguna agencia o medio extranjero destaca las cualidades de nuestro país, pero acto seguido comienzan a destacar los aspectos negativos. Así cuando alguien destaca que el río Savegre fue declarado el más limpio de Centroamérica, no faltan quienes comienzan a hablar de la suciedad del Virilla o el Tárcoles.
Podría seguir enumerando muchos casos, pero sé que usted tiene un espacio limitado al que hay que ajustarse, lo importante es que no quería dejar pasar la oportunidad que usted nos ofrece para expresar nuestras inquietudes. Me gustaría ver publicado este comentario, ya que sería la primera vez en mis 62 años que envío uno a un medio de comunicación. Un saludo para usted y su equipo de trabajo. Atte., A.R.M.
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“Nadie se despega de su celular”
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