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Opinión

EE.UU. y América Latina: El concepto hemisférico todavía tiene valor

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INFOLATAM. Hace unos seis años, un alto diplomático brasileño me dijo que su gobierno no consideraba que el Hemisferio Occidental fuese un marco útil para la dirección de la política regional. Los intereses y desafíos de Brasil estaban concentrados en América del Sur, y ahí es donde se centraría la actividad política y diplomática del país. Le pregunté por qué Brasil participaba en la Organización de Estados Americanos (OEA) y otras organizaciones hemisféricas. Él respondió: “Sólo para propósitos defensivos”.

Concluí tras la declaración, que Brasil ve a la OEA y, probablemente, a la Cumbre de las Américas, como cada vez más irrelevantes. Aunque pueda ser un poco exagerado, también inferí que Brasil no quería a Estados Unidos muy involucrado en los asuntos de América del Sur.

Esta conversación resultó ser algo así como una vista previa de los posteriores acontecimientos en las relaciones interamericanas. La credibilidad de la OEA ha disminuido constantemente. Ha sido prácticamente excluida de cualquier papel político serio, sobre todo en América del Sur, donde la recién creada Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) se ha encargado de abordar los conflictos internos y las disputas regionales. Las relaciones de Estados Unidos con Brasil y con la mayoría de los otros países de América del Sur se han vuelto más frías y distantes. La influencia de Washington en el sur del continente ha disminuido progresivamente.

Sin embargo, los recientes cambios en el panorama global y regional sugieren que Brasil y otros países de América del Sur pueden haberse precipitado en el abandono del concepto hemisférico y que quizás deberían reconsiderar sus actitudes y enfoques hacia los problemas regionales. Hoy el hemisferio, incluyendo a toda América Latina y el Caribe, junto con los EE.UU. y Canadá, bien puede ofrecer un marco para las relaciones interamericanas que sirva a las necesidades e intereses de las naciones de América Latina de mejor modo que un enfoque subregional.

Las ventajas de unas relaciones económicas estrechas y de cooperación con los EE.UU. son ampliamente reconocidas por la mayoría de los países de América Latina, entre ellos varios que son generalmente hostiles a los EE.UU.

Sin duda, en los últimos doce años más o menos, la mayoría de las naciones latinoamericanas han ampliado y diversificado sabiamente sus relaciones comerciales en el mundo, y sus economías se han beneficiado en gran medida. Pero también han mantenido lazos económicos significativos con los EE.UU., lazos que ahora se están volviendo cada vez más importantes dado que el crecimiento de la región continúa desacelerándose en el contexto de una economía global que se debilita. América Latina sigue aún dividida en dos bloques económicos: los once países que mantienen pactos de libre comercio con los EE.UU. y los siete países que son miembros del Mercosur o en vías de serlo. El avance hacia acuerdos comerciales a nivel hemisférico, con o sin disposiciones de libre comercio, podría mejorar las perspectivas económicas de toda la región.

En los últimos años, los EE.UU. han renovado muchas de sus políticas hacia América Latina, que hoy en día están más alineadas que nunca con los intereses y enfoques de la región. La decisión de Estados Unidos de normalizar las decisiones con Cuba ha sido el cambio más importante. Tomará tiempo superar cinco décadas de antagonismo y desconfianza, pero el proceso de reconciliación es ya irreversible. Un marco hemisférico ya no requerirá la exclusión de Cuba de las actividades e instituciones regionales. De hecho, Cuba fue un participante de pleno derecho en la Cumbre de las Américas en Panamá este fin de semana.

Aunque no haya sido tan notorio, Washington también ha revisado sustancialmente sus políticas antidrogas. El gobierno del presidente Obama ha declarado un final de la guerra de Estados Unidos contra las drogas, e instó a los países a desarrollar sus propias estrategias e iniciativas individuales para hacer frente a los problemas relacionados con las drogas. Aunque están surgiendo muy lentamente nuevos enfoques, Washington ya no será más el árbitro de las políticas antidrogas de la región.

OPORTUNIDADES. El curso evolutivo de la política estadounidense hacia Cuba y las drogas tomó forma en gran medida en la última Cumbre de 2012 en Cartagena, Colombia. Fue en Cartagena en 2012, donde las naciones de América Latina, a pesar de la resistencia de Washington, exigieron que (1) Cuba fuese invitado a la Cumbre de Panamá y (2) la OEA iniciase un estudio de un año sobre estrategias alternativas contra la droga. Los resultados de la Cumbre demostraron que un marco hemisférico para las relaciones interamericanas puede ofrecer a los gobiernos de América Latina importantes oportunidades para afinar y restringir las políticas estadounidenses.

También es cierto que EE.UU. puede, a veces, ser útil para abordar desafíos difíciles en América Latina. Es por ello que tanto el gobierno colombiano como las FARC dieron la bienvenida al nombramiento de un enviado especial de los EE.UU. para sus negociaciones de paz en La Habana.

Otro ejemplo es la situación cada vez más explosiva en Venezuela, que Brasil y otros gobiernos de América del Sur no han logrado enfrentar con eficacia, a pesar de su compromiso de buscar una solución hace más de un año. Que los EE.UU. puedan, de hecho, hacer una contribución útil está lejos de ser cierto. Pero un debate serio de la OEA sobre la crisis venezolana podría, al menos, haber ayudado a evitar el paso en falso de Estados Unidos de declarar a Venezuela una importante amenaza a la seguridad de los EE.UU., hecho que sólo ha alimentado la crisis.

Por último, UNASUR y otras agrupaciones subregionales simplemente no tienen los recursos o la capacidad para llevar a cabo la labor de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Relator para la Libertad de Expresión, o los equipos de observación electoral de la OEA. Sin un enfoque hemisférico, sus esfuerzos vitales para proteger los derechos humanos, los procedimientos electorales democráticos y el Estado de Derecho probablemente se verían severamente frenados o no lograrían nada en absoluto.

Los gobiernos latinoamericanos no tienen que elegir entre un marco hemisférico o un enfoque subregional para enfrentar las crisis, conflictos y otros desafíos en las Américas. UNASUR ha asumido y se ha comprometido con éxito en varios problemas en América del Sur. Y hay buenas razones para hacer frente a algunos problemas en los foros subregionales sin los EE.UU. El regionalismo seguirá siendo una poderosa corriente en América Latina. Pero, la OEA y las Cumbres de las Américas también juegan un papel esencial en los asuntos interamericanos. Ahora es el momento de reforzar y reformular estas instituciones, no de despedirlas o disminuirlas.

 

*Presidente emérito del

Inter-American Dialogue.

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Martes 14 Abril, 2015

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Peter Hakim*

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