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Opinión

Editorial

Sin palabras, la conducta de algunos seguidores de la barra “La 12”, en medio del encuentro entre Liga Deportiva Alajuelense (LDA) y Cartago, deja mucho que desear y pone de nuevo el tema de la violencia en el fútbol a la orden del día.


No es para menos, a los aficionados del equipo rojinegro se les olvidó como ya es costumbre en estos partidos, que al Estadio se va para disfrutar del deporte, gritar y cantar consignas de la escuadra de preferencia y compartir sanamente, por el contrario armaron el zafarrancho que puso a todos manos arriba, hasta asaltos hubo en las graderías.


Esa es una barbaridad, se trata de seguidores del fútbol o de maleantes uniformados.


Pero no es de extrañar, las barras de los equipos más grandes del país se han convertido en el pelo de la sopa o la mancha en la hoja blanca, pues en una buena parte de los juegos terminan alterando el orden, arriesgando a los seguidores responsables y obligando a la policía a movilizarse de forma masiva.


La tarde de este domingo pasará a la historia como un episodio más de desastre, el cual tratan de justificar las mismas directivas de esos equipos, pero que realmente es lo que parece: un insulto a la verdadera afición y un absoluto desinterés de los clubes.


Sí, son los propios equipos quienes cargan sobre sus espaldas con la responsabilidad de un evento fatal, pues con tal de inflar la taquilla y llenar las graderías a más no poder, dejan a libre el ingreso de personas no deseadas.


A estas alturas, quitarse el tiro y aducir que llevar control de los miembros de las barras es absolutamente imposible, es la muestra real del poco interés que los administrativos y dueños de los equipos tienen en el tema.


Estos tipos de agrupaciones siguen disfrutando de privilegios otorgados por los mismos equipos que les regalan desde las entradas hasta el transporte en buses de empresas locales, y los jugadores celebran los goles con aquella maraña de irrespetuosos. Incluso a las mallas de los estadios se trepan con tal de agradarles, pero en fin, es una evidencia del mal gusto que hoy por hoy se tiene en el deporte rey.


¡Cómo es posible que sabiendo el peligro que representan estos grupos, los dejan entrar por la libre a los recintos, que antes de llamarse aficionados, son una manada de vándalos a quienes no les importa hacer invasión de cancha, enfrentarse a la policía y la seguridad privada, agredir familias y causar destrozos!


La violencia entorpeció la jornada del fin de semana, esta vez fueron los seguidores de la Liga, hace una semana Saprissa y Heredia se lucieron en los mecos y las patadas, en los arrestos y el desmadre.


¿Será acaso que vamos a darle rienda suelta al vandalismo en su máxima expresión?, pues pese a que ya existe una ley que castiga los hechos violentos acaecidos en el fútbol, el asunto parece no arreglarse, por el contrario las barras siguen haciendo lo que les da la gana y sí, alcahueteados por los propios directivos.


Lo ocurrido estos días deja en evidencia la falta de control y planificación que los clubes tienen sobre estos grupos a los cuales les otorgan regalías y como si fuera poco justifican ante la opinión pública.


¿Es posible que no les interesan las familias que visitan sus negocios?, si es así que lo digan de una vez por todas, pues una opción para evitar tanto pleito es jugar a puerta cerrada y castigar a los clubes con cero ganancias.


Otro aspecto de especial relevancia, es la intervención de la Fuerza Pública, cómo es que en un evento privado, como son los partidos, tengan los efectivos policiales que resguardar a aquél gentío, mientras las organizaciones se frotan las manos contando los billetes que entran en su beneficio.


¿No debería ser obligatoriedad de las administraciones del fútbol tener su propio personal de seguridad privada y ser competente al momento de poner orden, pues en el partido del domingo lo que a todas luces faltó fue seguridad?


Sencillo, acá está en agarrar el sartén por el mango y pasarle la factura a los señores de los equipos como lo hacen cuando los tarjetean. Es decir, además de suspender partidos y sancionar jugadores, la normativa debería indicar que ante disturbios y desmadre el club es responsable de pagar una multa, de los gastos que implica para la seguridad pública desplegar efectivos y por supuesto de los daños materiales y morales si hay víctimas.


A ver si acaso cuando se trata de tocar bolsillos y poner en orden, se van a andar por las ramas. Ahora resulta que los administrativos no pueden negar el acceso a gente peligrosa a los estadios y que las barras tienen la potestad de presenciar cualquier partido que les sea de su gusto, claro, aunque sea en contra de la voluntad de la mayoría de seguidores y de la misma integridad física.


La afición tiene también una cuota de responsabilidad, es momento de formar a los encargados del balompié nacional. Pidamos una muestra de respeto a quienes administran los equipos, meditemos sobre las vistas a los partidos, hoy no son un sitio seguro para nadie.


Representantes del fútbol nacional, llámese dueños, técnicos, jugadores, administradores, es hora de poner un alto al descontrol, de dignificar el deporte nacional y horrar a las aficiones que visitan los estadios para disfrutar verdaderamente del deporte.


Si para ustedes es más importante darle bola a esos grupos de revoltosos, pues sean claros con el pueblo y verán cómo les queda el estadio para llenarlo de hinchas.


Las barras son las mecedoras de una tarjeta roja con suspensión vitalicia de partidos y los encargados de los clubes ya cargan con una tarjeta amarilla por tirarse los toros tras la barda y hacerse los rusos cuando de mantener el control se trata.

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Martes 18 Febrero, 2014

HORA: 12:00 AM

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