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Opinión

70 años de la Revolución del 48

II PARTE / Francisco Morales Hernández

Por su rango militar, don Pepe ordenó funeral con honores de militar y el padre Núñez, con su homilía, conmovió hasta las lágrimas a los presentes. También vino la temible columna de los linieros (trabajadores bananeros de Cortés y Golfito, con rifles y machetes) al mando de Carlos Luis Fallas, que igualmente fueron rechazados. Pero “Calufa” capturó a dos medallistas, Fernando Ortuño y Carlos Mendieta. 

Fallas, al revisar los efectos personales de Ortuño, descubrió en una bolsa del pantalón una cartita cariñosamente cuidada que era remitida desde Francia para Fernando Ortuño de Michelle Cleran.

Desde entonces Fallas -con grandeza de hombre valiente- para salvarlo de la ejecución solo le decía “Francisco aquí” y “Francisco allá”, y hasta les sugirió que en la primera oportunidad huyeran. 

Y así, con esta estratagema, les salvó la vida a dos oligarcas medallistas.

Pasaron décadas y, en los funerales de Fallas, rodeado de la plana mayor del comunismo, sorpresivamente se presentó Fernando Ortuño Sobrado. ¡Hermoso gesto de hombre agradecido!

Los militares del Gobierno y los revolucionarios miden fuerzas. Don Pepe establece el Cuartel General en la escuela de Santa María de Dota. 

El Gobierno y los comunistas presionan al presidente de Guatemala Juan José Arévalo y a Jacobo Arbens para que corten la salida de armas para Figueres.

Afortunadamente, casi a hurtadillas, se logra mantener la asistencia de armas gracias al espíritu democrático del jefe del Ejército guatemalteco coronel Francisco Arana. 

Así las cosas, mientras en El Empalme, San Isidro, Santa María y San Carlos nacían los héroes, en los salones de San José los cafetaleros, banqueros y viejos políticos buscaban fórmulas para resolver la crisis.

Hasta convencieron a Calderón y Ulate de un tercer nombre para presidente: el doctor Ovares. Patrióticamente, Monseñor Sanabria llevó hasta Santa María la fórmula salvadora, pero obtuvo una respuesta de los revolucionarios sencilla, apenas de dos palabras: “Rendición incondicional.” 

Don Pepe, dueño del aeropuerto de San Isidro, prepara meticulosamente la toma del puerto Caribe de Limón (Plan Clavel) en una asombrosa operación militar aerotransportada de vuelos con soldados (incluidos miembros de la Legión Caribe) de San Isidro a la Finca Altamira en San Carlos, donde están los hombres del Frente Norte de don “Chico” Orlich, y de ahí sobrevolando el territorio nacional hasta Limón.

Simultáneamente, con admirable coordinación -sobre todo si se tiene en cuenta la precariedad de las comunicaciones- el Plan Magnolia para la toma -evadiendo las tropas del Gobierno- por sorpresa de la ciudad de Cartago y dar el golpe final al Gobierno.

Setenta años después: ¡Honor a los caídos de ambos bandos!

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Martes 13 Marzo, 2018

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