¿Y ahora quién podrá defendernos?
Editorial
Lastimosamente, cada vez resulta más común conocer noticias en que los involucrados son policías y no precisamente ocupan páginas ni minutos de los medios de comunicación por hacer buenas acciones, sino más bien por haberse pasado de bando para cometer ilícitos.
Cuando pasan situaciones como las denunciadas en el caso de un oficial de Fuerza Pública sospechoso de participar en un homicidio el año anterior, pues usó su trabajo para emboscar y acabar con la vida de otra persona, nos hace cuestionarnos en manos de quiénes está nuestra seguridad.
Peor aún, no es la primera vez que se usan recursos del Estado y por los que todos pagamos para cometer un crimen. En esta oportunidad, ellos andaban con uniforme, y tras de eso aprovecharon la patrulla para trasladar a quien minutos después iba a encontrar la muerte.
El escenario de esta última denuncia nos pone a pensar que ya no se puede confiar en nadie: ¿quién va a desconfiar de un par de policías que lo aborden a uno y de buena manera le pidan subir a una patrulla, posiblemente usando alguna artimaña, para que la víctima no pensara mal de lo que estaba pasando?
¿No se supone que todos debemos confiar en los policías porque ellos son los encargados de velar por nuestro bienestar y seguridad? Entonces, ¿con qué ganas va uno a acercarse a ellos, ya sea para pedir ayuda o para denunciar?
Ante este escenario, no sabemos en qué momento brincará la liebre y por estar denunciando más bien terminemos poniendo nuestra vida en peligro, pues el oficial en el que confiemos podría formar parte del crimen que estamos dando a conocer.
Eso es sumamente preocupante y situaciones como estas nos ponen contra la espada y la pared, pues ya no sabemos a ciencia cierta si se puede confiar, sabemos que no todos los oficiales están en el otro bando, pero ¿cómo los distinguimos?
Lo más doloroso del asunto es que los policías buenos, que trabajan de corazón y quieren lo mejor para el país, literalmente están conviviendo con el enemigo, pues fijo los oficiales corruptos aprovechan toda la información que conocen para compartirla con los grupos delictivos a los que pertenecen.
Nos preguntamos cuántos operativos, que llevan meses preparándose, fallan porque algún soplón alertó que les iban a caer. ¿Cuánta evidencia pueden desaparecer si saben que los van a allanar? Casi que hasta tiempo de salir del país les da para no ser agarrados.
Es hora de que las Policías del país hagan una limpia y traten de sanear lo más que se pueda los cuerpos policiales: es injusto que muchos se partan el lomo tratando de tener un mejor país y que alguno de sus propios compañeros les haga constantes zancadillas para cumplir esta labor.
En este momento, es de conocimiento público que en Seguridad faltan policías y que perder uno puede sobrecargar al resto de los compañeros, pero lo mejor es ir quitando lo que no sirve para evitar infiltrados en las instituciones, cuando uno no confía en una persona para trabajar y asignarle ciertas tareas, lo mejor es quitarla, porque ya no resulta funcional.
Además, hay que recordar lo que decían las abuelas: “una manzana podrida puede podrir a las demás”, y un policía corrupto puede embarcar al resto de los compañeros, permitiendo al crimen organizado filtrar estos cuerpos policiales.
Sabemos que el crimen organizado los deslumbra con grandes sumas de dinero, viajes y casas, prometen mejorarles la vida, pero muchos no piensan a cambio de qué, o el alto precio que esto tendrá, pues no solo se exponen ellos, sino a todos sus familiares.
Antes de caer en estas garras, recuerde que nada en esta vida es fácil, que el dinero que cae del cielo y “no cuesta nada” luego puede traer consecuencias mortales, pues mientras estén al servicio de las cabezas de estas organizaciones sí funcionan, pero, cuando los echan o los quitan, se convierten en estorbos.
Asimismo, sepan que no todo lo que se ve en las narconovelas pasa así en la realidad que se vive ni aquí ni en ninguna otra parte, deben tomar en cuenta que la idea de estos programas es conseguir adeptos y no necesariamente enseñan las cosas como son.
