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Vida

Mitos del buen dormir

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Existen muchos relatos fantasiosos sobre diversos temas que por lo general se transmiten de generación en generación, pero no están respaldados por ningún estudio o investigación que respalde las afirmaciones. Veamos algunos que se manejan con el sueño. 

Alcohol facilita el descanso: Es un mito muy antiguo y manejado hasta nuestros días, sin embargo no tiene base científica, pues si bien es cierto cuando se ingiere alcohol se experimenta somnolencia, una vez hemos conciliado el sueño, este no es un sueño profundo ni su efecto reparador como el que se produce en el descanso normal. 

Aprendizaje mientras duerme: Con el sueño perdemos nuestra autoconciencia, pero eso no significa que el encéfalo permanezca inactivo. En realidad está trabajando en tareas fundamentales para procurarnos bienestar. Por ejemplo, en el descanso se fijan los conocimientos que hemos adquirido durante la vigilia. Por eso se afirma que lo más adecuado antes de presentarse a un examen es dormir el número de horas adecuado, pero eso no significa que la mente pueda asimilar nuevos conocimientos mientras se está durmiendo. Un mito que se popularizó en 1942 y que hasta nuestros días sigue sin ser realmente comprobado de manera científica.

Dormir es de vagos: Nada más alejado de la realidad, pues dedicar tiempo a descansar lo suficiente es la mejor forma de ser productivo. No hacerlo influye negativamente en la manera de razonar y sentir, y también se incrementa la probabilidad de sufrir problemas metabólicos y endocrinos. Es más, las investigaciones han demostrado que los niños de entre 3 y 5 años que duermen menos de 11 horas por noche son más propensos a tener sobrepeso u obesidad cuando cumplen los 7. El déficit de sueño también aumenta la posibilidad de padecer demencia, diabetes o enfermedades cardiovasculares. Sobre todo puede verse afectado el sistema inmune, pues tal parece a primera hora del día somos más vulnerables a virus y bacterias, como si nuestras defensas estuvieran desperezándose: dependen del reloj biológico y de los ciclos de luz y oscuridad, y cuando amanece todavía están dormidas. 

Recuperar el sueño perdido: Totalmente falso. Por más que se perecee en la cama el fin de semana, las horas perdidas, perdidas están, por más maratones de sueño que se hagan. Las investigaciones revelan que dormir 6 horas diarias durante 12 días consecutivos produce unos efectos físicos y psicológicos similares a permanecer una noche entera sin dormir. Entre otras cosas, disminuye un 10% la precisión motora.

Los ronquidos no son perjudiciales: Realmente es un error, pues roncar es un signo, por ejemplo, de la apnea del sueño -las pausas en la respiración que sufren algunos durante el descanso-. A veces quienes las padecen se despiertan con sensación de ahogo, pero lo más relevante desde el punto de vista médico es que esas interrupciones reducen los niveles de oxígeno en sangre -el ritmo del corazón se altera y esta llega con más dificultad a los tejidos del organismo-, lo que a largo plazo tiene efectos cardiovasculares. 

A quien madruga, Dios le ayuda: El ciclo circadiano es el nombre del reloj biológico interno que controla nuestros ritmos de sueño y vigilia, y está sincronizado con las fases de luz y oscuridad. Salvo por motivos laborales, la mayor parte de la gente funciona con ese ciclo: trabaja de día y duerme de noche. Pero eso no quiere decir que el ritmo biológico de todas las personas sea el mismo: las hay que funcionan mejor por la mañana y otras que lo hacen a última hora del día. En función de esta característica, los individuos se dividen en búhos, que trasnochan y se levantan más tarde; y alondras, que se acuestan pronto y madrugan. Ojo: también hay gente que es neutra. Por otra parte, esta clasificación cambia mucho con la edad. Así, los ancianos tienden a ser más alondras, y los adolescentes, rapaces nocturnas.

Nada pasa al dormir con el tele encendido: Hay personas que plácidamente se quedan dormidas mientras la televisión funciona e incluso con la luz del dormitorio encendida. Sin embargo, con independencia de nuestras preferencias, es más saludable hacerlo a oscuras. Si no observamos esta medida básica de higiene del sueño, nuestro descanso no será tan profundo como el cuerpo requiere. El reloj biológico está sincronizado con los ciclos de luz y oscuridad, y la iluminación artificial lo rompe, lo que causa a la larga numerosos trastornos, algunos graves. Por ejemplo, puede afectar al estado de ánimo y se encuentra detrás de numerosos brotes de depresión.

La siesta es una pérdida de tiempo: Una pequeña siesta es perfecta para estar más alerta en el trabajo. Por eso hay empresas que disponen de espacios donde sus empleados pueden disfrutar de un sueñito a mitad de jornada. En función de lo que dure la siesta obtendremos unos beneficios u otros. Una de menos de 5 minutos nos ayudará a combatir la somnolencia, pero si optamos por descansar 10 o 20 mejorará significativamente la concentración y la presión sanguínea.

El niño que se duerme en clase es un holgazán: A partir de los 12 años no hay quién saque a los niños de la cama. Pero eso no significa que sean vagos ni, si han cumplido 15 años o más, que tengan una vida disoluta. Tienden a trasnochar más y prolongar el sueño porque sufren un retraso de unas tres horas en sus ritmos circadianos. Además tampoco se les debe reprochar: según los médicos, hasta los 20 años se necesita dormir en promedio entre 9 y 10 horas porque el cerebro, en pleno desarrollo, precisa mucho tiempo de descanso.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Martes 21 Marzo, 2017

HORA: 12:00 AM

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