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Sucesos

El chiquillo de los mandados se hizo jefe

• Teniente Michael Marín Herra

Michael Marín lleva en sus venas el amor por el Benemérito Cuerpo de Bomberos. (Foto: Herbert Arley)

Pavas.- Un incendio en su barrio le marcó al vida a Michael Marín Herra, pero de manera positiva. Ver el trabajo sacrificado y laborioso de los apagafuegos lo enamoró de este oficio. Amor a primera vista. 

Cuando eso apenas tenía 5 añitos, pero un año después de ver un partido de fútbol junto a un vecino en La Uruca se enganchó. 

Cerca de las 5 de la tarde pasó frente a la estación central y le dijo al vecino que por qué no ingresaban a ver los carros. Para su felicidad entró, se montó en las unidades y algo más. El que lo atendió le dio una palabra clave. “En mi inocencia de 6 años le dije 'yo quiero ser bombero', entonces me dijo 'venga cuando quiera'”. Eso fue domingo y ya lunes a las 8 a.m. estaba en el mismo lugar, dispuesto a convertirse en uno de esos muchachos que tenía como héroes. 

“Les dije 'vengo a ser bombero' pero como era un niño con ropa humilde y casi descalzo de momento lo tomaron a broma, pero me pasaron a la oficina del jefe Javier Cartín que me ayudó mucho. Caminaba por la estación y me preguntaban '¿chiquito, quién es usted?' y yo les decía 'soy el nuevo bombero', me la creía”. 

 

EMPEZARON A AYUDARLO

 

Poco a poco le fueron tomando cariño y lo invitaban a desayunar. Les hacía mandados a la pulpería y a la verdulería; le daban de almorzar hasta que todo el equipo de trabajo se involucró con él en lo social y económico. 

Ese requisito fue tajante: “Usted puede estar en la estación mientras vaya a la escuela y traiga buenas notas”. 

 

ORGULLO DE PASO ANCHO

 

Hacemos un alto en el relato solo para destacar los orígenes de nuestro invitado. Nació y se crió en Paso Ancho, justo en la entrada a Barrio Lotes Mongito. Recuerda que había ocasiones en que por vivir a la par de un río este se crecía y pasaban a un albergue hasta por dos meses. Eso lo formó. “Las necesidades que uno pasa lo hacen una mejor persona, todo tiene algún fin. Somos los encargados de enfocarse a ser una persona de bien o no. A mí me ha ayudado a ser mejor persona y servirle a la comunidad”, cuenta sonriente.

 

BOMBEROS FUERON SU PAPÁ 

 

Esos hombres que le dieron la mano pasaron a ser el papá que no tuvo. Su mamá María del Milagro Marín trabajaba todo el mes y a finales de este llegaba a darles el dinero, verlos y de nuevo al trabajo, por lo que quedaba a cargo de su abuelita María. 

Querían que estudiara y siguiera una carrera universitaria, “pero el sueño mío era ser bombero y hoy digo que vivo un sueño hecho realidad, lo que quise de niño lo logré”. 

La ayuda siguió llegando, con útiles, uniformes y zapatos. Incluso en diciembre quebraban una alcancía grande de barro para con ese dinero comprarle los estrenos de Navidad. 

Además les lavaba los carros particulares a los bomberos y se ganaba su propina. “Esa platita se la llevaba a mi abuelita y le decía 'tome para que se ayude en la casa'”. Eso era una salvada pues tenía un hermano 4 años menor que él. 

A las 15 primaveras era oyente en las capacitaciones, pedía libros y ya dos años después entró como voluntario. 

 

LLEVA 21 AÑOS DE SERVICIO

 

Ahora es teniente en Pavas pero ha estado en todas las estaciones de San San José, para un total de 21 años con el casco puesto. También trabajó en el Aeropuerto Juan Santamaría, Tres Ríos, Ciudad Neily, San Isidro de El General, Palmar Norte, Golfito y Buenos Aires de Puntarenas. 

Con el régimen de pensiones anterior estaría a 4 años de pensionarse (con 25 años de trabajo), pero ahora es a las 62 vueltas, por lo que le quedan dos décadas más en su amado trabajo. Entró en 1994 y rápidamente se hizo sargento. Hoy tiene de manera temporal el cargo de teniente. “Voy en ascenso en mi carrera y me quedan 20 años, con gusto los trabajo porque me gusta lo que hago”, dice orgulloso. 

 

LO DULCE Y LO AMARGO

 

Entre lo amargo de su trabajo lamenta que un bebito muriera carbonizado cuando ellos estaban a 200 metros de llegar al incendio, en las cercanías de La Castellana, en esta capital. También le dolió mucho que en Barrio México, un 31 de diciembre, muriera un muchacho en silla de ruedas, producto del fuego. Reconoce que nunca lo olvidará. 

Dentro de lo dulce de su labor destaca que rescató a un joven que pedía auxilio dentro de un cuarto en llamas, en el 2012 en Tres Ríos. 

En una ocasión le quisieron entregar una medalla por su esfuerzo y se negó a asistir al acto que le organizó una comunidad . “Es que yo no trabajo para que me den medallas o premios. Con trabajar en lo que hago estoy más que pagado”, dejó claro. 

Este padre de dos hijos varones, de 13 y 15 años, quiere que los ticos se alisten pues viene a mediados de año la gran celebración del 150 aniversario. 

 

PERIODISTA: Alejandro Fonseca

EMAIL: [email protected]

Sábado 18 Abril, 2015

HORA: 12:00 AM

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