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Opinión

Al pan...pan

Recientemente la prensa internacional, informó de dos casos, que se resolvieron en forma muy distinta: Marlise Muñoz una mujer estadounidense, que con 14 semanas de embarazo, sufrió una embolia pulmonar que la llevó a la muerte cerebral; y el caso de la canadiense Robyn Benson, quien con 22 semanas de embarazo, sufrió de una hemorragia cerebral, aunque los médicos hicieron intentos de reanimarla, descubrieron que la sangre se había filtrado en el cerebro de Robyn, por lo que nunca logró recuperarse.


Decidir cuándo hay que desconectar a un paciente que está en situación de muerte cerebral, es un problema bioético bastante difícil. Ese problema ético se complica más aún si la paciente es una mujer embarazada.


Marlise, con apenas 33 años, sufrió el pasado 23 de noviembre, una embolia pulmonar que la llevo al estado de muerte cerebral. En ese momento estaba embarazada con 14 semanas de gestación. Por estar embarazada se la mantuvo con vida, en el hospital Fort Morth de Texas.


El miércoles 22 de enero los abogados de la familia manifestaron que además de estar la madre en estado de muerte cerebral, el niño padecía distintas anomalías físicas por lo que instaron a un juez para que Marlise fuera desconectada, cosa que se llevó a cabo, por orden judicial el 26 de enero. En ese momento él bebe tenía 22 semanas de gestación.


Muy distinto, resultó el desenlace de la conmovedora historia de Robyn Benson, esta joven de 32 años, con muerte cerebral y a quien los médicos la mantuvieron con vida lo más que pudieron, a la espera de que lograra dar a luz a su bebé y que éste tuviera mayores posibilidades de sobrevivir. Robyn falleció en febrero pasado, en el hospital a escasas horas del nacimiento de su hijo, Iver Cohen Benson, que se encuentra en perfecto estado de salud.


Ante estos dos casos, que se resolvieron en forma muy distinta, nos cuestionamos: ¿Fue ética la desconexión de Marlise?


En caso de muerte cerebral confirmada se pueden desconectar los instrumentos que mantienen artificialmente la vida de la persona, pero si al desconectarlos la persona sigue viviendo autónomamente, sigue con función cardiaca y respiratoria, hay que seguir proporcionándole los medios elementales, fundamentalmente: la alimentación, hidratación y oxígeno, así como todas las prácticas de higiene necesarias, aunque esto únicamente, es en el caso, no frecuente, que tras la desconexión la paciente siga con vida. La existencia en este caso de un embarazo, dificulta la decisión a tomar.


En el caso de Robyn, el apoyo de su marido fue vital. «Mi mujer se está muriendo. Ambos tenemos 32 años y ella está embarazada con 22 semanas. Sé que ella querría que lo intentara y proporcionara a nuestro hijo la mejor vida posible», escribió Dylan Benson en su blog. El hijo de Robyn, Iver Cohen Benson, está vivo, sólo porque su padre Dylan pidió a los médicos que mantuvieran artificialmente con vida a su mujer, a la espera de que el niño no nacido pudiera sobrevivir fuera del útero materno y así pudieran practicarle una cesárea.


En cambio, en el caso de Marlise, el resultado fue otro, precisamente por falta de apoyo del marido, que incluso gestionó la orden judicial de desconexión. No entendemos, porqué si el accidente de Marlise se produjo cuando la gestación era de 14 semanas y mantuvieron el embarazo hasta las 22, ¿Por qué no se mantuvo el embarazo hasta las 25 semanas? Es decir, tres semanas más, pues en ese caso él bebe, hubiera tenido mayor posibilidad de seguir con vida y de ser tratado los problemas médicos que pudiera padecer. Al desconectar el soporte de vida de la madre, era evidente que, además iba a morir el niño en su vientre, con lo cual se provocó la muerte de un ser humano inocente e indefenso.


Dos casos. Dos decisiones diferentes que provocaron vida y muerte. Además es evidente, que en uno de los casos existió capacidad de amar a pesar de los contratiempos y en el otro no. ¿Usted qué opina?

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Jueves 05 Junio, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Licda. Alexandra Loría

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