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Opinión

¿Existe un tercer género sexual?

Todo lo que el ser humano diga y haga debe tener puntos de referencia; y el nuestro aquí será la misma naturaleza; de la que no se puede dudar en lo mínimo, pues, de hacerlo, estaríamos dudando no solo de nosotros mismos, sino de toda la existencia, de sus maravillas tangibles y complejas, y de su infinita sabiduría.

La ciencia nos ha dicho que “las leyes de la naturaleza son tan precisas que se expresan en lenguaje matemático”. La naturaleza quiso que no existieran dos seres iguales, de ninguna especie; aun los llamados “gemelos” tienen sus diferencias. Podemos encontrar en la naturaleza muchas semejanzas, pero nunca dos iguales. ¿Por qué? No lo sabemos.

Lo que sabemos es que para que un ente sea considerado natural y con identidad propia (como reclaman los homosexuales), este debe tener las tres condiciones propias que lo caractericen e identifiquen como tal: cuerpo, mente y función. Estas tres condiciones sí están presentes en los entes heterosexuales varón y hembra.

En otras especies las diferencias pueden ser muchas o pocas, visibles o no, pero también existen. Por consiguiente, para considerar al homosexual como otro género u otro sexo (que al fin y al cabo viene a ser lo mismo) este debe tener elementos propios, que lo hagan un ente único, que lo caractericen, identifiquen y diferencien de los géneros varón y hembra.

Y ¿cuáles son esos elementos propios? ¡No los tiene! Los homosexuales pretenden ser considerados un tercer género, diferente al varón y a la hembra, pero, ¿cómo serlo si son personas engendradas también por el mismo ente-mujer que, por naturaleza, está hecho para engendrar únicamente los géneros heterosexuales hombre y mujer? 

Entonces, sabia, lógica y racionalmente uno se pregunta ¿puede una mata de piña dar otra fruta diferente? ¡Desde luego que no! El hecho de que alguno de los heterosexuales, hombre o mujer, tenga algún accidente mental-emocional-sicológico (como suele ocurrir, también, con lo físico o biológico) en el vientre de la mujer o después de nacido, no lo libra de ser un heterosexual hombre o mujer, pues un daño físico o emocional no quita la identidad de la persona, sino, más bien, la convierte en una persona especial para ser tratada con pronta y debida atención.

Por su complejidad los daños emocionales son difíciles de detectar en los primeros años, esto hace que se arraiguen en las personas y se vuelvan casi irreversibles. El homosexual es, entonces, otro heterosexual, pero con mentalidad o emociones alteradas o desubicadas que saltan de un cuerpo a otro. 

La ciencia llama a esto difusión de identidad, y la persona corre riesgos de dejarse llevar por emociones y sentimientos equivocados, como creerse lo que no es, y que lo lleva a acciones equivocadas y erradas, como por ejemplo, la homosexualidad.

Recordemos que ni los sentimientos ni las emociones son naturales, no vienen con el cuerpo; son aspectos aprendidos, inducidos o adquiridos en la etapa de formación de la persona.

El cuerpo del hombre o el de la mujer, al nacer, es como el de una computadora cuando sale de la fábrica; ambos traen programas básicos y elementales de funcionamiento; pero a ambos, también, se les debe alimentar con otros programas importantes para su correcto y completo accionar.

Por eso existe la educación programada, donde no solo adquieren el saber, sino que también se les forman sus sentimientos y emociones. Pero se debe recordar que educación no solo es lo recibido en las aulas, sino toda vivencia diaria, todo lo que escuche, vea y le suceda en su entorno de nacimiento y crecimiento.

La mayoría de los accidentes emocionales que sufren los niños son imperceptibles sino hasta avanzados en edad. Lo lamentable de todo esto es que la educación es el campo donde el ser humano ha cometido sus mayores pifias de formación.

La homosexualidad es solo una de esas consecuencias; pero también lo son el alcoholismo, la drogadicción, la violencia, la inseguridad, la pedofilia, la zoofilia y muchas otras; son caminos de escape y de refugio que se toman para esconderse y evadir dolores del alma.

Con esto no quiero decir que todos aquellos que sufren accidentes emocionales en su etapa de nacimiento y crecimiento desemboquen en lo mismo, pero sí un alto porcentaje, por la simple razón de que no todos los cuerpos reciben de igual manera los impactos.

Aclaramos que las emociones son independientes de la intelectualidad o inteligencia de la persona, pero también que es cierto que el amor y el sexo son tal vez las emociones más fuertes que, muchas veces, llevan a la persona hasta “perder la cabeza”, perder su racionalidad, perder su ubicación y hasta su identidad.

Aceptar que la homosexualidad es natural es ignorar que un niño(a) abusado(a) y maltratado(a) sexualmente queda en riesgo y predisposición para la homosexualidad o para alguna otra manifestación emocional; es ignorar que las condiciones familiares, de entorno, en que un niño o niña crezca y se desarrolle influyen en la conformación de esa persona; y es ignorar que entre el feto y la madre hay una estrecha y directa relación de cuerpo y mente, y que todas las acciones y pensamientos de la madre durante el embarazo para bien o mal afectan al feto.

Y, finalmente, suponiendo que el homosexual fuera un ente natural y con entidad propia, pregunto, ¿cuál es su función dentro de ese complejo ajedrez de la naturaleza que lo haga importante, necesario e indispensable? ¡Tampoco lo hay!

 

*“[email protected]

 

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 25 Enero, 2020

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Enrique Sánchez

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