Maestro rural gana premio

Don Saúl Porras Mejías es un docente reconocido en Puntarenas. Definitivamente su vocación es enseñar y cada día desde hace más de 30 años se levanta temprano para salir a las aulas a dar clases o las oficinas administrativas del Ministerio de Educación Pública (MEP) para fomentar la educación.

Este hombre de 55 años, quien proviene de un humilde hogar donde nacieron 10 hijos, pasó sus primeros años de vida en Nicoya, Guanacaste, pero conoce al dedillo otras zonas rurales, pues la docencia lo ha llevado a las comunidades más humildes del país, desde Siquirres hasta Guápiles, Pérez Zeledón y Cariari.

Ha tenido que cruzar ríos, montar a caballo y caminar kilómetros para llegar hasta escuelas ubicadas en sitios recónditos, pero esto no ha sido impedimento.

El profe Saúl es el creador de proyectos como “Tendiendo las manos a los más necesitados”, “Manos a la obra” y “Cero contaminación”, con los cuales apoya a las poblaciones más vulnerables. Además fomenta la educación ambiental.

Se le reconoce su empeño por inculcar la lectoescritura en los niños con centros de estudio y festivales de deletreo. Sin dejar por fuera que implementó talleres de guitarra y ajedrez para estudiantes, a fin de destacar sus capacidades artísticas y lógico-matemáticas.

Hablamos de un docente comprometido, esforzado y valiente, pues derriba paradigmas en las zonas rurales y por eso el MEP le otorgó el Premio Nacional Mauro Fernández, el mayor reconocimiento a un educador nacional, que muy merecido lo tiene.

Ojalá existieran muchos profes como él. Los niños y niñas costarricenses merecen educadores así en los salones de clases.

Bien lo dijo William Arthur Ward, “El gran maestro inspira”. Qué cierta es esta frase porque los docentes deben llegar a las aulas con mente positiva, grandes expectativas y una pasión desbordante.

La labor de enseñar no es sencilla, pero sí determinante, y por ello debe hacerse con ahínco y esmero.

La actitud de un maestro puede cambiar la vida de una persona, una familia, una comunidad y hasta un país.

En las comunidades los maestros son los referentes, personas de respeto y ejemplares. Nuestro país ha cosechado educadores insignes como Carmen Lyra, Mauro Fernández, Fernando Centeno Güell y Joaquín García Monge, así como otros que dejaron su legado.

Costa Rica tiene más de 75 mil docentes, hombres y mujeres que se dedican a educar a nuestros niños, niñas y jóvenes en cada rincón del país, muchos sin importar condiciones insalubres, extremas y peligrosas, por eso debemos respetarlos y valorarlos.

En la mayoría de los hogares ticos hay un maestro o una profesora que con gran orgullo ejerce la profesión, a pesar de ser desgastante.

Conocer a personas como Saúl Porras siempre es grato y por eso logró destacarse entre miles. Este premio consigna una medalla al mérito docente, así como un reconocimiento económico, además de un año sabático para que pueda concretar algún proyecto social.

Estamos seguros de que este insigne educador sabe cuál será su plan para ayudar a las personas de su comunidad, así como lo ha hecho por más de tres décadas.

Enseñar no es sencillo, ordenar los salones de clases es una labor titánica y encomiable, pero debemos ser sinceros, cada vez son menos los profesionales de la educación que se toman en serio su labor.

Esperamos que los padres de familia comprendan también lo importante que es fomentar el respeto a estas figuras y que no se promueva desde el hogar el irrespeto y el odio cuando se trata de imponer disciplina.

Como sociedad y país debemos devolver el valor a estos profesionales, impulsarlos a nivel comunal y unir esfuerzos con ellos por el bien de las nuevas generaciones.

“El maestro mediocre dice. El buen maestro explica. El profesor superior demuestra. El gran maestro inspira”

William Arthur Ward

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Viernes 13 Diciembre, 2019

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