Se necesitan líderes intachables
Lic. Roy Levell Brown
Según algunos especialistas en materia política, la situación general y particular de América Latina es sobradamente conocida por el inmenso grado de dependencia económica y política que sufren nuestros países, la desigualdad social, abismal, que se presenta entre distintos grupos y clases componentes de la sociedad. Ya queda poco de este año y, para el próximo, el panorama geopolítico y económico latino se vislumbra complejo y lleno de incertidumbres, por el motivo del enfrentamiento de las fuerzas de izquierda y derecha que mueven y dividen a la región.
Hay cosas que pasan en nuestro alrededor que no podemos eludir, por ejemplo: la inmigración de venezolanos (alrededor de 5 millones han salido de su país), la ola de protestas, corrupción en la clase política, alto costo de la vida, gobernantes que se aferran al poder, otros que buscan cómo regresar, ideologías poco compatibles con nuestra cultura, choques entre líderes políticos, fraude electoral, etc. Tras este sinfín de problemas que nos agobian, lo interesante de Alberto Fernández, el nuevo presidente de Argentina, cargo que asumirá el 10 de diciembre de 2019, en lugar de venir con propuestas de unir intereses regionales, porque hay grandes desafíos por atender, va a México con el propósito de convencer al titular de ese país, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de impulsar juntos “un eje progresista para América Latina”, lo cual, para el mandatario mexicano, parece que no es una agenda prioritaria.
Respecto al presidente de México, se ha propuesto una política exterior de que no quiere injerir en asuntos de otros países. Al mismo tiempo tiene una buena relación económica, de cooperación y respeto mutuo con Estados Unidos y Canadá, y piensa mantener esa relación por razones geopolíticas, económicas y también de amistad, EE.UU. es su principal socio comercial, dejar ese confort por preocuparse de los problemas ajenos, difícilmente, excepto en algunos casos.
Como es sabido, el principal motivo del primer viaje de Alberto Fernández a las tierras mexicanas era de construir un gran eje progresista en la región de la mano del presidente López Obrador, pero Argentina tiene muchos problemas por resolver, en primer lugar debería buscar la manera de bajar la temperatura con su principal vecino comercial, Brasil, porque a su presidente, Jair Bolsonaro, no le agradó en nada su victoria; también debería preocuparse por ordenar la casa, y lo más grave de Argentina es el enorme charco financiero que ha dejado la exmandataria socialista Cristina Fernández de Kirchner, que el gobierno de Mauricio Macri, que ya va de salida, trató de limpiar, pero se quedó atascado a medio camino.
La delicada situación que atraviesan varios países latinoamericanos parece que va para largo. Se habla de volver a revivir al Grupo de Puebla, todo parece indicar que empieza a configurarse un nuevo entorno geopolítico en la región, con ideas generales acerca de la necesidad de contener el avance del neoliberalismo. Por otro lado, está el Grupo de Lima, al que pertenece nuestro país, este bloque de países americanos contrarios a Maduro se encuentra muy debilitado. La visión populista sobre la región también parece que va para largo.
Con motivo de la celebración de los 60 años del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se dijo que el crecimiento de las economías de Latinoamérica se ha reducido en parte por la tradicional desigualdad predominante en la región. En un momento en que el clima político parece tornarse complicado, la desigualdad y pobreza no se pueden ignorar, tal vez si el nuevo mandatario argentino Alberto Fernández fuera un líder conciliador las cosas cambiarían, pero su objetivo parece ser la reivindicación histórica de los gobiernos progresistas. América necesita de líderes intachables y visionarios, y no revolucionarios ni un Luiz Inácio Lula da Silva. La historia política latina siempre ha sido compleja, y la desigualdad y pobreza seguirán siendo como una calamidad si no se tratan con buenas decisiones políticas.
