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Opinión

Crecimiento que ha cambiado el mundo

Alternativas

Después de 17 años, volví a Beijing. ¡Qué extraordinario cambio en tan breve período!
Claro que las cifras lo vienen proclamando, pero es otra cosa verlo.
Hace 17 años, ya era prodigioso el progreso que había experimentado China, pero fue tan bajo el punto inicial de la apertura de su economía a emprendimientos privados y al comercio internacional liderado por Deng Xiaoping, que el nivel entonces alcanzado estaba muy lejos del ahora logrado.
En aquella ocasión las calles de Beijing estaban ocupadas  por miles de bicicletas y por los pocos automóviles que entre ellas se movilizaban. Hoy son los automóviles de todas las marcas del mundo los que ocupan calles y autopistas, y unas pocas bicicletas las que circulan en sus bordes. Entonces la impresión la daban las incontables grúas que llenaban el horizonte urbano señalando las construcciones que se levantaban. Ahora son los bellos y esbeltos edificios con gran variedad de estilos los que engalanan la enorme ciudad. Entonces ya no había la monotonía de los uniformes de pocos colores sólidos estilo Mao con que se uniformaba toda la población antes de la apertura, pero tampoco había el colorido, los estampados, la diversidad de estilos con que ahora visten los habitantes de Beijing.
En Beijing no se ve pobreza.
China no es solo Guangzhou, Shanghái, Chongqing y Beijing, sus más grandes ciudades. No se ha alcanzado el mismo desarrollo en todo el inmenso territorio, pero el avance es increíble.
El PIB per cápita de China desde el  inicio  de la apertura hasta 2002 ya se había multiplicado por más de 6 veces, pero aún era una quinta parte del promedio mundial.  En los siguientes 16 años, el PIB per cápita de China se volvió a  multiplicar, ahora por 8 y media veces, y en términos ajustados a la paridad de poder de compra (PPA) es ahora similar al promedio mundial.
Ha sido espectacular el aporte dado al mundo por ese ritmo de crecimiento económico nunca antes visto. China representa el 18,5% de la población mundial. Por ser tan grande, es inmenso el impacto que su reducción de la pobreza extrema ha hecho posible.
En 1990, una década después del inicio de su apertura económica, todavía dos terceras partes de la población china vivían en pobreza extrema, según la medición del Banco Mundial con la vara de $1,9 de 2011 y con el cómputo de acuerdo con el ingreso PPA. En 2018, esa pobreza es menor a uno por ciento (0,7%). Con esa medición, el resultado para Costa Rica es de 1%. Ese cambio en China es el que más ha influido en la disminución de la pobreza extrema en el mundo, de 36% a 10 %, durante ese período.
Nosotros, a pesar de haber tenido un crecimiento rápido en la primera década de este siglo, en la segunda lo hemos disminuido muy significativamente. Y nunca fue comparable con el vertiginoso crecimiento chino. En 2002, nuestro ingreso per cápita era más del doble que el chino, el año pasado ya nos habían ligeramente superado, y por la diferencia en las tasas de crecimiento actual seguirá aumentado esa diferencia.
Claro que en algunos aspectos llevamos ventaja por la evolución de nuestra historia desde el Pacto de Concordia. En nuestros televisores no se apagan las pantallas cuando se tratan temas que el gobierno no quiere que se vean. Ni se determina por las autoridades cuántos niños pude procrear una familia, ni en qué zona del país podemos vivir. No se nos impide usar redes sociales como Facebook; no se hace imposible abrir los documentos, imágenes o videos en WhatsApp; ni nos es negado usar correos electrónicos como Gmail. Gozamos niveles de libertad y de participación política ni siquiera imaginados en China por sus ciudadanos de a pie.
Pero, ¡cuánto bien nos haría un poco de orden y perder el temor al progreso; subordinar los intereses gremiales al bien común; debatir con seriedad -y no rehuyendo los hechos- sobre los problemas que enfrentamos! Así podríamos gozar del bienestar que crearía dar empleo a toda la población, fomentar la acumulación de capital y el aumento de la productividad.
Somos conscientes de que en los últimos años la pobreza medida con los mismos parámetros se ha estancado alrededor del 20%, el desempleo es el más alto que hayamos medido, y la informalidad ha crecido también significativamente en la última década, ¿no demanda esto una actuación racional y no es nuestra obligación moral atender las necesidades de las familias que viven semejantes calamidades?

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Lunes 19 Agosto, 2019

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Miguel Ángel Rodríguez

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