Pobreza con rostro de niño
EDITORIAL
Al escuchar de pobreza lo primero que seguramente se nos viene a la cabeza son los tugurios o las casitas que están en pésimas condiciones a cuyo alrededor se aglomeran aquellas poblaciones que siempre raspan la olla para sacar a la familia adelante.
La pobreza no solo tiene rostro de mujer, sino también de niño. El 20% de las familias costarricenses viven en condición de pobreza al 2018, una cifra que mostró un leve incremento en el lapso 2017-2018 y que enciende las alarmas por ser los niños quienes están envueltos muy en lo profundo de esta problemática social.
El informe anual del Trabajo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) de este 2018 revela datos relacionados con la pobreza que prácticamente son un jalón de orejas para las autoridades de turno.
El 34% de los niños que habitan en nuestro país son pobres. En otras palabras, cuatro de cada 10 menores están en condiciones vulnerables. El dato proviene de la Encuesta Nacional de Hogares del año anterior, que elaboró el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Observar estas estadísticas genera alarma en la población y aunque las estadísticas se mantienen en los últimos cinco años, vemos la incapacidad de las instituciones del Estado para articular una verdadera política social que resuelva sus principales cuestiones.
Entidades como el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) y el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) son ampliamente cuestionadas por las políticas que desarrollan para el combate a la pobreza y a la deserción escolar.
Sabemos que en Costa Rica la desigualdad es el pan nuestro de cada día, condición que queda en evidencia en el acceso a oportunidades de estudio, así como también en la atención a los servicios de salud.
Asimismo, lo vemos cuando una familia de escasos recursos necesita pedir a una ayuda estatal dentro del IMAS y su solicitud tarda en tramitarse entre seis y ocho meses, según señaló en su momento la Defensoría de los Habitantes.
También vemos cómo el gobierno abandona a los sectores de las zonas rurales y solo se acuerdan de ellos cuando hay alguna celebración en particular, llámese los festejos de la Anexión del Partido de Nicoya el 25 de julio, el Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense en Limón el 31 de agosto y las visitas del Consejo de Gobierno en setiembre en Puntarenas.
Recordemos que son en las zonas costeras donde se refleja el mayor problema de la pobreza y la desigualdad.
De no tener una buena interrelación de las políticas públicas universales y las iniciativas focalizadas y especializadas, se continuará reproduciendo ese 34% de niños que viven en condición de pobreza.
En cuanto a la desigualdad y exclusión que vulneran los derechos de los adolescentes y jóvenes, cerca de 175 mil están en condición de “nini”, es decir, ni estudian ni trabajan, de acuerdo con datos del INEC. Además, 126.000 no completaron la educación secundaria, lo cual afecta su preparación para la vida y la empleabilidad.
El gobierno de Carlos Alvarado debe hacer una radiografía para ver qué está pasando, porque si bien los datos se mantienen, se evidencia una incapacidad de las instituciones del Estado de solventar y resolver de forma oportuna la situación que enfrentan las personas en condición de vulnerabilidad.
¿Qué está pasando en el IMAS? ¿Qué está pasando en el PANI? El gobierno no solo se tiene que concentrar en la reactivación económica que tanto prometieron, sino también exigir cuentas bajo el ámbito social. Los niños y la población en pobreza merece mejorar su calidad de vida.
